Los clanes del régimen parecen haber perdido el norte. Sin embargo, la experiencia histórica del país demuestra que siempre supieron recomponerse. Siguen a esa consideración principal diez reflexiones (10) sobre la situación actual y sus posibilidades de apertura del campo político. Y no todo son nubarrones, ni mucho menos.
- Por ahora, ya tenemos al incombustible y recién depuesto Ahmed Ouyahia, declarando que “hay que responder al pueblo en el plazo más breve posible”. La única caída inevitable es la del clan familiar del aún presidente. Ese clan, encabezado por Said Bouteflika, parece caer en picado. Y amortizado el propio Abdelaziz Bouteflika, como figura ya perteneciente al pasado -aunque formalmente siga vivo y siga siendo presidente- el debate interno de los clanes del poder continúa (con la discreción habitual). Ha habido dimisiones en el FLN, en el parlamento, entre los dirigentes de empresas clave. Algunas serán sinceras, otras únicamente explicables en términos de cálculo político a medio plazo. Tantean el campo en el que situarse. Un determinado tipo de disidencias internas del poder -por muy públicas y notorias que sean- no son un fenómeno nuevo en la historia de Argelia (desde su independencia). No faltaron luego los hijos pródigos, empezando por el mismo Bouteflika.
- La prolongación –de hecho- del mandato de Bouteflika puede ser anulada. Sería una concesión a los manifestantes. Esa concesión no tendría por qué tocar la columna vertebral del poder. Éste está obligado, eso sí, a generar un consenso provisional. Pero recordemos que en 1992 ya hubo una presidencia colectiva provisional (Alto Comité de Estado), en circunstancias más duras. Después sucedió el tristísimo asesinato del presidente Mohamed Boudiaf, pero las circunstancias son distintas y aquel dramático corolario no tiene por qué repetirse.
- La movilización popular persistirá pese a la oferta de conferencia nacional para una nueva Constitución. No ha pesado nada en el ánimo de los manifestantes que quien deba presidirla sea Lakhdar Brahimi. No obstante, en favor de él, cabe recordar que Brahimi fue el muñidor de los acuerdos de Taef, que pusieron fin a la guerra civil de Líbano, uno de los conflictos más complejos y multipolares de la era moderna. Su experiencia en conflictos diversos, muy enconados, quizá sea útil para los argelinos y para el propio Brahimi en su propio país.
- Hay que mirar de cerca las primeras maniobras – y el margen de maniobra- del nuevo primer ministro Noureddine Bedoui, quien ha prometido un gobierno de “jóvenes competentes”. Esos jóvenes tecnócratas existen. La pregunta es cuantos de ellos pueden estar dispuestos a situarse cerca del poder debilitado y más lejos de una calle contestaria que parece decidida a no ceder en lo esencial para terminar con el viejo sistema.
- El poder de Argel sigue la misma táctica de Emmanuel Macron con los chalecos amarillos: esperar a que la energía de los manifestantes se agote. Ambos quieren ganar tiempo. En Argel, al menos, tendrá que haber cesiones del sistema (por ejemplo, sobre el calendario de la constituyente o sobre el plazo acordado para las nuevas elecciones presidenciales). Es difícil, pero no imposible.
- Hay que tener en cuenta que el Ramadán empezará en la primera semana de mayo. ¿Cómo podría modificar el desarrollo de las manifestaciones, si continúan entonces? Por un lado, es un período en el que no resulta tan fácil la agitación callejera, puesto que la actividad diurna es más complicada; por otra parte, el Ramadán es siempre una fiesta colectiva. Las cenas familiares de ruptura del ayuno, en la frontera del crepúsculo, podrían desembocar en nuevas imágenes de manifestaciones por la noche. Tienen precedentes, incluso hace pocos días.
- La evolución de las declaraciones del general Jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaïd Salah, apunta claramente dos cosas: una, las fuerzas armadas han entendido que no es el momento de repetir errores de décadas pasadas contra la expresión multitudinaria en la calle; dos, no han renunciado a dirigir la nueva transición, aunque puede que no tengan decidido aún en qué sentido. Las élites civiles del sistema siguen siendo dependientes del mayor poder fáctico (asumido como un conjunto de clanes), por mucha potencia que tengan determinados personajes civiles. Los militares son prácticos. Estudiarán primero si esos civiles son “adaptables” a las nuevas situaciones (véase el caso Ouyahia, ahora de nuevo en la reserva).
- Quienes creen que hay ya una situación “revolucionaria” se precipitan. Por el momento, no se entrevé salida entre el núcleo duro del régimen, que necesita preservar sus intereses, y quienes expresan la fatiga popular ante un régimen esclerotizado. El ejército sigue valorando esa escena de bloqueo aparente. De las primeras advertencias sombrías, su discurso ha pasado a ser el de la “unidad de puntos de vista” con la masa de los manifestantes pacíficos. Hay un poder tradicional, las fuerzas armadas, y un poder popular emergente todavía sin líderes muy visibles. Si hubiera algún tipo de confluencia de ambos, si eso es posible, que está por ver, claro, las élites civiles actuales deberán adaptarse esperando mejores tiempos para ellas.
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Tiene que haber alguna novedad relevante antes del 28 de abril, fecha en la que la artificiosa prolongación del mandato de Bouteflika crearía un limbo constitucional. El artículo 102 de la Constitución vigente permite que Abdelkader Bensalah, presidente del Consejo de la Nación (Senado), reemplace provisionalmente a un presidente con evidentísimos y graves problemas de salud.
- Los dos poderes del momento, el ejército y los manifestantes (poder irregular, pero no tan etéreo como se piensa), tienen la memoria común del resultado explosivo de 1992 y de la conflagración que siguió, cuando los tanques salieron a la calle contra el resultado electoral. Ambos poderes intentan evitar los trágicos errores de finales del siglo XX. Quizá Argelia tiene ahora una percepción más madura de que su siguiente salida tiene que ser puramente política, sin violencia. Las manifestaciones van en ese sentido, lo que no era el caso en 1992. El islamismo organizado ya se movía en aquel contexto con la fascinación y los planes de la insurgencia armada que derivó en terrorismo masivo. Quizá los poderes argelinos está ahora mejor situados para buscar de nuevo un Boudiaf que pueda seguir adelante concretando un pacto con las nuevas generaciones. Inshallah!