Javier Fesser ha dado un paso más en el cine español. Un paso necesario que pasa inadvertido cuando tenemos el compromiso de hacernos ver; de no escondernos en el armario por tener una discapacidad, en el cajón de lo que no se pueden enseñar. Porque la discapacidad aún no es visible para los demás.
Desgraciadamente esta sociedad habla siempre de la excelencia; de ser una it girl aunque no sepas qué es o un influencer de moda. Nadie habla de nacer sin un brazo, de perder la vista siendo joven o quedarte en una silla de ruedas por una caída. Nadie habla del compromiso que se adquiere con los demás cuando pasas a ser un ciudadano de segunda que no tiene acceso como los demás, y todo cuanto tiene, debe pedirlo; rogarlo llegado el caso, cuando el mindundi de turno le dice que no le va a ayudar. No los vemos presentando un telediario o como protagonistas de una serie, no sabemos si pueden participar en una tertulia porque son invisibles, realmente invisibles…mira tú.
Porque a la persona con discapacidad se la trata torpemente; pocas veces se enlazan las palabras correctas y lo que es peor, es una condescendencia que el otro practica contigo; esa ayuda que te brinda porque sin él, no eres nadie.
Las personas con discapacidad no son inútiles, no son menos, no tienen menos valía, no son seres distintos con un problema o una enfermedad. Son personas que luchan cada mañana para hacer lo mismo que tú, exactamente lo mismo, pero con unas dificultades añadidas por su causa. Cada uno tiene la suya; el que no anda debe ver si puede trasladarse y no existen obstáculos; el que no oye, debe ver si puede manejarse entre los demás; el que no ve, deambula con el bastón a ver si alguna persona le indica; el que ve poco, aprende a distinguir y se pierde, se confunde; todos, sin dejar uno, sufren.
Y Fesser ha sido valiente con su cinta Campeones, esta vez elegida para ganar el Óscar a la mejor película de habla no inglesa. La discapacidad intelectual puesta encima de la mesa; esa que nadie sabe cómo llamar; adjetivos, tono despectivo y un desconocimiento absoluto que habla en nombre de los que no han podido elegir. Esta vez sí; un entrenador de baloncesto tiene que trabajar con un equipo de jugadores con discapacidad intelectual hace que el público conozca, se conmueva, llore y se ría porque en las emociones existe la apuesta por la vida que puede ser igual que la de los demás.
En el entorno emotivo, el director ha conseguido con un espíritu renovado, remover la conciencia de los que siendo normales, han trabajado con personas con discapacidad. Hace que con el guión brillante de su coguionista David Marqués, el público tenga lo que se merece; la necesaria apuesta por la vida y la opción de conocer qué significa la discapacidad intelectual. Muchos dirán que no se merece ganar porque en este mundo de la excelencia optarán por pensar que no es la cinta adecuada para ese Óscar; lo cierto, lo verdaderamente cierto, es que aparte de ser una de las más taquilleras, ha puesto encima de la mesa la palabra discapacidad y por eso solo, merece un Óscar a la valentía.
Los campeones que cada día se levantan y alguna vez, por la torpeza de los de enfrente creen que son menos, que no van a poder y que nunca lo van a conseguir. Las personas con discapacidad son excelentes, son un ejemplo a seguir y son un modelo de vida. Lo triste es cuando otros a los que la vida no les ha golpeado, maltratan, ignoran, evitan y pasan de ellos con sus actos, sus burlas y sus desprecios. Lo verdaderamente duro es que creen que nunca van a tener una discapacidad y créanme, todos sin dejar uno, serán, seremos, personas con discapacidad alguna vez; lo malo, es que todavía no nos hemos dado cuenta.
Gracias campeones por recordarnos que ellos también existen; no son invisibles, se lo aseguro.