En la competición de la 67 edición del Festival de Cannes aparece la coproducción hispano argentina «Relatos salvajes» del bonaerense Damián Szifron, una comedia ligera en forma de sketchs, tan desmadrados unos como otros y que resultan tan anecdóticos como desiguales. Película coproducida por El Deseo, empresa del español Pedro Almodovar.
Damián Szifron. K&S Films-EL DESEOLa película de Szifron con seis crueles y desmadrados relatos de nuestra vida cotodiana, me ha hecho pensar en aquella célebre «Monstruos de hoy» que el gran Ettore Scola realizó en los años sesenta, y que puso muy de moda ese género cómico con episodios cortos y autónomos.
Sin embargo el resultado no está a la altura de esa honrosa fuente de inspiración. Szifron afirma por su parte que la inspiración le viene más bien en este caso del mundo de las historias neoyorkinas de Martin Scorsese, de Coppola o de Woody Allen
Los hilos de la narración son gruesos y no siempre originales en estos simpáticos relatos cortos, chistes faciles bien fabricados, que Szifron filma con mucho oficio y un excelente casting de conocidos actores: Dario Grandinetti en un minicorto en el interior de un avión que sirve de preámbulo a otros episodios más largos. Leonardo Sabraglia en un sketch gore, cuando insulta a un poco delicado conductor en una carretera de provincias, que es sin duda el más espectacular por su puesta en escena. Erica Rivas en el papel de una novia que descubre el engaño de su novio el día de su boda y arma una bronca de órdago con final convencional. Ricardo Darin en ingeniero que acabará en la cárcel con el apodo de «bombita» al oponer sus explosivos argumentos a la incuria y a la corrupción de la administración gubernamental encargada del tráfico urbano.
He dejado para el final el episodio que prefiero, en un restaurante en donde Julieta Zylberberg ve llegar a un mafioso candidato electoral con el que tiene cuentas que ajustar, mientras que su colega la excelente Rita Cortese decide tomarse la justicia por su mano. Un corto de ácido humor negro. El denominador común de esos sketchs es en todo caso la indignación y la perdida de todo control de sus personajes protagónicos en situaciones tan injustas como insólitas, o absurdas, en esta sociedad actual tan predispuesta a la violencia, a la corrupción y al engaño. Lástima que Szifron haya escogido la facilidad de los episodios autónomos, en lugar del desarrollo de una de esas historias, o de su posible conexión.
Saint Laurent
En competición hemos visto también la muy esperada película francesa «Saint Laurent» de Bertrand Bonello. Se trata, por su construcción y su montaje, de un original biopic del célebre costurero francés Yves Sain Laurent, pero que resulta largo, muy largo en sus dos horas y media de duración. Este es uno de los pesos pesados de la participación francesa con un presupuesto de producción de ocho millones de euros.
Ni la alta costura, ni la personalidad de Yves Saint Laurent son santos de mi devoción, ni centro de mi interés intelectual, pero hay que reconocerle a Bertrand Bonello su mirada de cineasta muy original en el marco del cine francés actual. Recordemos en su filmografia la excelente «Appolonide» presentada en la competición de Cannes en 2011, o «El pornógrafo» con la que se dió a conocer en la Semana de la crítica en 2001.
«Sain Laurent» es su séptimo largometraje. La película es visualmente muy atractiva y su casting bien cuidado. Gaspard Ulliel en el papel de Saint Laurent, Jeremy Reinier en el de Pierre Berger, o la bella Aymeline Valade en el papel de la célebre modelo de Chanel Betty Catroux.
El guión está centrado en diez años de la vida de Saint Laurent, entre 1967 y 1976, concluyendo con su muerte en 2008, en las escenas finales, con saltos en el tiempo y con brillantes hallazgos de puesta en escena. La imagen compartida en un momento dado entre la actualidad del mundo en blanco y negro y el mundo de la moda de Saint Laurent, es uno de los momentos mas brillantes y el único atisbo crítico en la película sobre ese mundo de lujo y lentejuelas.
Bertrand BonelloBonello muestra en sus esmeradas opciones de decorados y dirección de fotografía el contraste del ambiente disciplinado, colectivo y casi ascético del trabajo en la alta costura, con el brillo de los desfiles de modas, y la vida nocturna y decadente de Saint Laurent. Refleja bien su personaje la fascinación de Saint Laurent por las mujeres, la relación con su madre, su carácter afeminado y su identificación con los modelos para los que diseña sus vestidos.
En su contenido sin embargo el guión se inclina mas que nada hacia una hagiografía del personaje Sain Laurent conocido gay y amante del industrial Pierre Berger y del decadente dandy Jacques de Bascher, amante también de Karl Lagarfeld, se hecha de menos en cambio su faceta del creador de moda, que con sus dibujos afirmaba ser un pintor frustrado. Evidentemente el proceso de la creación es siempre lo más difícil de ilustrar en imágenes.
Al cabo de una hora de metraje, ese original montaje con idas y venidas en el tiempo juega en contra de la fluidez del relato y se hace interminable, con varios finales posibles. El propio título Saint Laurent y la música que acompaña la escena final con Helmut Berger en el papel de Saint Laurent viejo, subrayan esa impresión de hagiografia gay de un personaje legendario en el mundo de la alta costura, el lujo y la perfumeria. En la última imágen, cuando corre el rumor de su muerte, un grupo de periodistas en conferencia de redacción cierran la cinta buscando un titular atractivo, y afirmando «Saint Laurent sigue vivo». Amén.