Me había picado el gusanillo de la curiosidad al saber que la familia Grimaldi no daba su aval ni reconocía la película dedicada a la vida de la mítica Grace Kelly, convertida del dia a la mañana en Princesa de Monaco.
Las diatribas de la familia monegasca habian provocado polémica antes de su estreno. Pero al ver hoy la película en sesión de prensa, donde por cierto ha sido acogida con algunos silbidos y silencio glacial, me digo que ha habido en esta historia mucho ruido y pocas nueces.
Podia esperarse una mirada critica o polémica sobre ese controvertido Principado, que alimenta con sus imágenes las revistas del corazón, y sobre la propia vida de Grace Kelly actriz y princesa, pero lo que nos ofrece el director francés Olivier Dahan en su película es un edulcorado cuento de hadas monegasco, bastante aburrido en donde lo único que brilla es la fotogenia y el talento de actriz de la australiana Nicole Kidman.
El guión, que no ha gustado a los Grimaldi, ensalza el papel de la princesa Grace como esposa fiel y madre de familia, que renuncia a sus ganas de volver a Hollywood para salvar al principado y a su marido de una complicada crisis política con Francia. Esta angélica mirada sobre Grace Kelly, mortificada y sacrificada actriz, que opta por salvar su familia y sus hijos, resulta tan insoportable como carente de interés.
La película se centra en el año de 1963, cuando el general De Gaulle en plena crisis de Argelia intentaba recaudar impuestos anexionando a Francia dicho territorio. Cierto es que el príncipe Rainiero –interpretado por el inglés Tim Roth- no sale muy favorecido en esta ficción, desbordado por una intriga política en la que está implicada su propia hermana.
En este remilgado cuento de hadas que nos sirve Olivier Dahan, con abundacia de tarjetas postales y vistas panorámicas, el guión se apoya en una anécdota de la vida de Grace Kelly, cuando Alfred Hitchcok le propuso, siendo ya princesa de Monaco, interpretar el papel protagónico en «Marnie la ladrona». Un guión simplista, acompañado de una pequeña intriga en ese confuso telón de fondo político. Las apariciones de Hitchcok y de De Gaulle en la ficción resultan algo ridículas, y el resultado final es una cinta de lo más convencional y «hollywoodense», con joyas y lentejuelas… aunque como dice el refrán: no es oro todo lo que reluce.
El Festival de Cannes ha alzado pues el telón con una película que ha cumplido su objetivo, dar una visión de glamour a la inauguración con una concurrida rueda de prensa, en la que el acontecimiento más que la película era la presencia de Nicole Kidman, acribillada y solicitada por los fotógrafos. Un amigo crítico colombiano me decía hoy, con razón, que todo festival en el mundo querría abrir con una actriz así, sea cual sea el precio que haya que pagar y sea cual sea la calidad cinematográfica de la película en cuestión. El director artístico del festival de Cannes, Thierry Fremaux, asume en todo caso sin complejos esta mezcla de glamour fuera de concurso y de cine de autor en su competición, que caracteriza su selección oficial.