Brillante calidoscopio de cine pensado, con imagen y sonido
He visto con verdadero placer de cinéfilo la nueva obra de Jean Luc Godard, presentada en la competición oficial de esta edición del Festival de Cannes, en la que recoge en un ajustado montaje, una multitud de fotogramas, sonidos, diálogos y música, verdadero compendio de la historia del cine y reflexión filosófica sobre el mundo en que vivimos.
Imágenes en color o blanco y negro, trabajadas y deformadas con las técnicas fotográficas digitales. Fiel a sí mismo y a su coherencia artística Godard nos ofrece una vez más una obra poética y visual, que muestra en forma desfasada imágenes y sonidos, dando a la banda sonora sus letras de nobleza. Todo ello puntuado con fundidos en negro, pausas que me han hecho pensar en el muy radical Guy Debord, cuando privaba de imagen al espectador, tras recordar que el capitalismo ya le había privado de todo.
“El libro de imagen” de Godard es al mismo tiempo una reflexión nostálgica y literaria, más filosófica que política sobre el mundo que nos rodea, sobre las guerras, la violencia, nuestra Europa a la deriva, el mundo árabe, o un explícito homenaje a Cataluña, y un largo etc.
Las primeras imágenes de la película son las de una mano y una moviola, ese antepasado del montaje cinematográfico, cuando todavía no existía la tecnología digital. Ese instrumento con el que se cortaba el celuloide con unas tijeras desmagnetizadas, de la misma manera que lo hacíamos antaño en el mundo del sonido y de la radio con las bandas magnéticas. Hoy nos ha invadido la tecnología digital, pero las manos humanas son las mismas manejando esa u otra herramienta, subraya Godard.
Esta es una de esas películas que hay que volver a ver en DVD, para poder apoyar en pausa y mejor identificar cada instante, pero en nuestra retina de cinéfilos y en nuestro oído deja ya un montón de ideas, imágenes e impresiones, sobre los profetas y los remakes en el cine, sobre Pasolini y sus “120 dias de Sodoma”, Buñuel y “Los olvidados”, Fellini y “La strada”, Rosellini y “Roma cita aperta”, o Max Ophuls con “Le plaisir”.
De Eisenstein y Dovjenko, con el cine ruso, al cine japonés, de la guerra del Vietnam, a la guerra de los botones, de Raoul Walsh a las veladas de San Petersburgo, a Jean Cocteau, Malraux, la tumba de Rosa Luxemburgo o los republicanos españoles. Citas y alusiones literarias, cinematográficas y pictóricas se suceden, en esta serie de sueños, pesadillas o reflexiones de Godard.
No faltan tampoco “las flores entre los raíles en el viento confuso de los viajes”, en donde da un repaso al mundo de los trenes en el cine, sin olvidar al gran Buster Keaton del maquinista de la General y tantos otros clásicos. En sus alusiones literarias no falta tampoco Faulkner “… los vivos contra los muertos o más bien los muertos contra los vivos…” cita que ya utilizaba ampliamente en su película “Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine”.
Otra referencia literaria: George Orwell y su “Homenaje a Cataluña”, obra escrita en 1938, sobre su experiencia en Barcelona durante la guerra civil española. Respondiendo en rueda de prensa por teléfono subrayó Godard que se trata de una alusión a la Cataluña de ayer y de hoy pues “el cine hoy en día es como esa pequeña Cataluña que tiene dificultades para existir”.
Del espíritu de las leyes a la revolución, de la paradójica relación entre los que mandan y los que obedecen, de la pintura y el arte, de “esta sociedad basada en un crimen en común” y el “No a los privilegios” salido de la voz ronca y entrecortada de este veterano cineasta de 87 años de edad, que acompaña por momentos el relato fílmico. Siempre del lado de los vencidos.
De Palestina, a este mundo en que un millón de ricos se enriquecen todavía más, mientras que mil millones de pobres se empobrecen… y una nostálgica reflexión sobre el mundo árabe y sus paraísos perdidos. De “La feliz Arabia” (Heureuse Arabie) de Alejandro Dumas, a su evocación en el cine, de Aladino y la lámpara maravillosa a “Pepe le Moko” de Julien Duvivier.
Nos habla por último también Godard de esa codicia imperialista por la explotación del petróleo, y de un mundo árabe ignorado de un punto de vista humano, que ha conducido a un verdadero infierno. “Dicen los gobiernos que es por el bien del pueblo, pero el pueblo no les ha pedido nada, el pueblo solo quiere la paz”.
Godard persiste y firma: cine y literatura estrechamente unidos en su búsqueda para transformar la realidad. Esperanza, resistencia, utopía, son algunas de las últimas palabras que resuenan en este lúdico y cinéfilo libro de imagen. Me encanta. Luchar por la utopía es seguir vivo. Merci monsieur Godard.