Buen cine colombiano abrió la Quincena de Realizadores
“Pájaros de verano” de los colombianos Ciro Guerra y Cristina Gallego ha inaugurado con brío, recibiendo una fuerte ovación, la 50 edición de la Quincena de Realizadores, sección paralela del festival de Cannes, nacida en 1969 tras los acontecimientos revolucionarios de mayo del 68 que condujeron a la interrupción[1] del festival oficial.
Una Quincena que empieza con buen pie y un sabor muy latino en su selección de veinte largometrajes y diez cortometrajes.
Nacido en la ciudad colombiana de Rio de Oro, Ciro Guerra se dio a conocer en 2004 en San Sebastián al ganar el premio Cine en construcción con su opera prima “La sombra del caminante”.
Desde entonces los seleccionadores de festivales le han seguido paso a paso, y en 2009 entró por la puerta grande en el festival de Cannes con “Los viajes del viento” ambiciosa producción presentada en la selección oficial de “Un certain Regard”. Más recientemente en 2016 su película “El abrazo de la serpiente” fue seleccionada en la Quincena de realizadores de Cannes, y nominada a los Oscar de Hollywood.
Ciro Guerra vuelve ahora a la Quincena con “Pájaros de verano”, su cuarto largometraje, codirigido con Cristina Gallego, quien le ha acompañado como productora en todas sus películas anteriores. Juntos fundaron la productora Ciudad Lunar. La idea original del guion en esta ocasión es precisamente de ella, y surgió años atrás durante el rodaje de “Los viajes del viento” en el norte de Colombia.
“Por entonces, afirma Cristina, nos contaron muchas historias de ese periodo lleno de lagrimas, que trastornó la cultura y las tradiciones ancestrales de esas poblaciones indígenas”.
El guion se basa pues en varios relatos entrecruzados sobre lo acaecido en la zona desértica de la Guajira, y en la Sierra Nevada de Santa Marta, en los años setenta y ochenta, una zona fronteriza con Venezuela, en donde el contrabando de café y cigarrillos practicado por los indios wayuu, se transformó en tráfico de marihuana para alimentar la demanda estadounidense.
Brillante ética y estética la de estos pájaros de mal agüero
Rodada en color, con excelente dirección de fotografía, la película se abre con unas secuencias sobre ritos y costumbres de la comunidad wayuu, de tono antropológico, antes de entrar directamente en este relato de tradición oral, reflejada en las canciones de apertura y de fin. El guion se estructura en cinco capítulos, a la manera de una tragedia, inspirada en la tradición oral del pueblo wayuu.
Desde el canto uno: Hierba salvaje, al dos: las tumbas, al tercero: la prosperidad, al cuarto: la guerra o el quinto: el limbo, el relato servido con una lograda mezcla de profesionales y de no profesionales, resulta de una gran autenticidad en su dirección artística.
Ciro Guerra y Cristina Gallego manejan con talento la mezcla de géneros, por una parte el lado etnográfico bien documentado sobre ritos, tradiciones y supersticiones de esa población colombiana, con personajes de marcado carisma como el de Ursula, interpretado por la actriz teatral Carmina Martínez, afincada en Bogotá pero nacida precisamente en la Guajira. O también el del tío Peregrino, a cargo de José Vicente Cotes, que trabaja con grupos de teatro en la comunidad wayuu.
Una lograda operación de casting con las gentes del lugar y un rodaje realizado enteramente en lengua wayuu confiere al relato su credibilidad, mientras los autores recurren al denominado cine de género. A medida que los wayuu se enriquecen con el tráfico de marihuana y entran en una inevitable guerra de clanes mafiosos, sus ancestrales códigos del honor son pisoteados con el tiempo por la violencia de los narcotraficantes, que hablan español, venidos de Colombia y de los Estados Unidos.
Pero “Pájaros de verano” va a contrapelo del género, primero sugiriendo la violencia, sin mostrarla nunca de forma hiperrealista, segundo con una mirada crítica sobre esa violencia alimentada por la codicia humana, que pone en tela de juicio las reglas del honor y las mejores tradiciones del pueblo wayuu. No hay aquí una exaltación o glorificación de la violencia y la venganza, sino una evidente y feroz crítica de sus consecuencias.
Este relato sobre el narcotráfico en esa época próspera denominada “la bonanza marimbera”, tiene pues una evidente lectura ética, al hablarnos de familia, respeto, tradición y honor. En esa acertada mezcla de géneros hay que añadir las secuencias oníricas, que resumen las supersticiones y el lado mágico del relato, al que alude por cierto el titulo de la película.
Los pájaros en la tradición ancestral colombiana están siempre presentes en la mitología, las prácticas adivinatorias y las supersticiones. De hecho, “Pájaros de verano”, podría titularse también Pájaros de mal agüero, pues van a ser esas aves migratorias las que anuncien la tragedia. Expresión que viene de tiempos remotos y que está bien anclada también en la lengua castellana.
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https://periodistas-es.com/cannes-2018-el-espiritu-de-mayo-del-68-estara-presente-103121