Capitán Phillips, un thriller psicológico y de acción protagonizado por Tom Hanks y dirigido por Paul Greengrass, que revive el secuestro del carguero estadounidense Maersk Alabama en aguas del Índico por piratas somalíes en abril del año 2009, se estrena en España el 18 de octubre de 2013.
La película tiene como fondo el gran azul y allí, en medio de esas corrientes que tantas curvas pintan en el mapa, es donde se sitúa la acción dramática que consiste, para un acomodado cincuentón, en pasar del seno de una familia casi aburrida de puro buena, a bailar en medio del mar a merced de los piratas.
El estudio psicológico que enfrenta a ambos personajes (el capitán Phillips y el pirata jefe) como representantes de mundos tan diversos consigue llegar a puntos de encuentro inimaginables entre ellos. Se ve también que, por muy respaldado que vaya un carguero por las autoridades de su país, todo puede fallar -de hecho, todo falla-, y si no hay a bordo una personalidad firme capaz de dialogar hasta con satanás, poco se puede hacer. Y eso es lo que hace Capitan Phillips con el pirata somalí, encontrar un lenguaje común.
Pero el diálogo entre ambos ya había empezado antes: en el momento en que Tom Hanks y el pirata jefe se miran frente a frente en la distancia que marca el oleaje a través de sus respectivos prismáticos, cuando el abordaje del carguero por el cascarón de nuez parecía aún imposible, es el momento culminante de la cinta. Hay que acordarse de que el pirata también es actor, que estamos en una película, para que a una se le pase el escalofrío. A ello no es en absoluto ajeno el hecho de que el capitán Phillips (Tom Hanks) es en la cinta padre de familia con una mujer y dos hijos, uno de ellos problemático, como el pirata, lo que le permite mirarle a los ojos y dialogar incluso contra reloj.
El tema del secuestro del Maersk Alabama -con la posterior liberación del barco a cambio del capitán como rehén- sigue teniendo máxima actualidad en estos días con el juicio que se celebra por el secuestro de un barco español de la armada, también por piratas somalíes, y las curvas que forma el agua en torno a Somalia, aunque sea sobre el mapa, ponen espanto, hoy como entonces, a todo el que le tenga respeto al mar. Sólo los piratas no tienen miedo. En el juicio por el ataque al barco español, los seis encausados, detenidos en 2012, esgrimen de viva voz los mismos argumentos para atacar este barco que aquellos que asaltaron el carguero que tripulaba capitán Phillips: Somos pescadores sin recursos que, como vosotros habéis esquilmado los caladeros, os pedimos ayuda.
Tan pobres como desesperados, llevan armas de fuego que no dudarán en disparar y no se conforman con un botín pequeño de nada menos que 30.000 dólares. Quieren millones, tienen jefes. Mastican el khat por todo alimento, esa droga verde del Índico que parece trébol y que les dota de fuerza sobrehumana y diabólica (yo la tomé en Yemen y no me hizo nada). Así reconfortados, van ayunos y hambrientos como al paraíso de los creyentes, pensando en el banquete de arroz con carne de cabra y mujeres que les espera después.
El pirata jefe tiene, además, pasión por los EEUU, adonde piensa ir cuando pueda: irá; el capitán Phillips tiene pasión por entenderle a él. «Yo también tengo jefes», le dice en una ocasión respondiendo a sus argumentos. Hay una fascinación mutua entre estos dos hombres y esta dimensión dialogante está muy bien explorada y contribuye desde el principio a que las cosas se vean de otra forma.
Para completar la dimensión psicológica del thriller de acción, hay un número mágico como en los cuentos iniciáticos, y ése será un número salvador, la clave que establece el héroe para dirigir la acción desde su cautiverio, lo que prueba el control sobre sus nervios. Porque aquí el hilo, el superior que debería guiarlo hacia el desenlace feliz, está dormido, los servicios de emergencia -americanos y no americanos- están inoperantes en el momento decisivo para evitar el asalto. Esto revela como ninguna otra cosa la sangre fría del personaje y la soledad a la que se enfrenta, así como el gran actor en que se ha convertido Tom Hanks al llegar a la madurez después de tantos trabajos. Aquel Forrest Gump que pronunciaba A-LA-BA-MA deletreándolo ha ganado en kilos y en intensidad como para capitanear ahora el Maersk Alabama, poner la mirada en este conflicto y quererlo entender. Tal es el secreto en que se basa su apelación incansable a la cordura imposible de los secuestradores.