Resurgen las dudas sobre el futuro de la Commonwealth, tras el fallecimiento de Isabel II. Y no faltan señales de que algunos países miembros de esa organización —heredera del extinto Imperio Británico— van a girar hacia su izquierda institucional.
De todos modos, en el siglo veintiuno, la Commonwealth es apenas un singular conglomerado diplomático, casi una ficción del pasado, un relato ceremonial —más que político o comercial— y unos juegos internacionales de buen interés deportivo, que son a su vez remedo restringido de los Juegos Olímpicos.
Nada cambiará rápido; pero ahora todo eso queda en entredicho. Incluso esos grandes eventos deportivos, que son un elemento del mayor impacto popular en los países implicados. Los últimos se han celebrado en Birmingham del 28 de julio al 8 de agosto de 2022.
Durante esas fechas, Menaka Guruswamy publicó un señalado artículo en el diario Indian Express donde cuestionaba la participación de los atletas indios en los Juegos de la Commonwealth. «Lo que tenemos en común los países participantes en estos Juegos es que la Gran Bretaña nos arrebató nuestra riqueza. Esa ‘riqueza común’ [*ese es el significado literal de Commonwealth] es ahora riqueza británica».
Guruswamy, hija de un política conservador del partido BJP (Bharatiya Janaty Party), que gobierna su país, es una jurista joven que se ha destacado en la defensa de causas relacionadas con los derechos de las mujeres y con los derechos civiles en general.
Formó parte del equipo que impulsó ante el Tribunal Supremo de India una modificación legal de lo que ella describió como «liberación de los indios LGTBTQI de la siniestra sección 377 del Código Penal Indio» que estaba vigente desde 1860, es decir, desde los días del Raj, es decir, del dominio británico, lo que supuso la despenalización de la homosexualidad en la India. Fue para Guruswamy el fin de 150 años de «beatería» [sic] colonial.
El sucesor carece del peso de Isabel II
En The Guardian se cuestiona hoy el papel que puede jugar Carlos III (o Charles III, como prefieran).
No se trata únicamente de grandes países, como India o Australia, sino de los miembros más minúsculos. The Guardian recoge el testimonio del ciudadano López Adams, propietario de un café en la isla de Vanuatu (excolonia franco-británica hasta hace 42 años) que lo ha resumido así: «Compartimos la tristeza de su familia, pero para nosotros prevalece el sentimiento de haber sido olvidados por los colonizadores, que se llevaron lo nuestro. Somos independientes ahora y no hemos visto rectificación alguna de su parte», afirma.
Según la perspectiva de muchos —quizá de la mayoría— de los ciudadanos de los países de la Commonwealth, incluyendo a sus élites, ésta no es sino «un club postcolonial de escasa influencia en el mundo moderno».
De los 56 países miembros sólo quince siguen considerando al soberano británico como su propio Jefe de Estado. Y aunque entre éstos están Canadá, Nueva Zelanda y Australia, no hay que olvidar que en el último ya hubo un referéndum sobre la forma de Estado. El movimiento republicano es muy fuerte allí y el gobierno actual sugiere que habrá otro referéndum, en el que la opción favorable a la república tendrá mayores posibilidades de ser entendida por los ciudadanos. Cuando asumió su cargo, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, encargó al viceministro y diputado Matt Thistlethwaite que preparara el día después de Isabel II, es decir, la promoción de la república.
También es republicana Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, donde las demandas de desvinculación de la Corona no faltan. Incluso tampoco las de cambio de nombre del país, que sería renombrado de forma que pudiera recordar sus orígenes anteriores a la europeización y a la época colonial, con un respeto mayor hacia sus minorías indígenas.
En Canadá, los indígenas mantienen sus demandas de reparación y los francófonos nunca estimaron la Corona por representar históricamente la discriminación y el predominio anglófono. Sin embargo, hay allí una dificultad constitucional para que Carlos III deje de ser también el rey de Canadá: todos los gobiernos provinciales tendrían que aceptarlo de manera unánime.
En Jamaica, mediante sondeos de opinión y manifestaciones, periódicas, queda claro que más de la mitad de los jamaicanos desea el fin de la vigencia monárquica en su país. En marzo, durante una visita oficial del príncipe Guillermo, el primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, afirmó que su país se convertiría pronto en una república.
El mismo Carlos III —aún sólo heredero entonces— asistió a los actos que convirtieron a las islas Barbados en república. Eso sucedió el 30 de noviembre de 2021, en una ceremonia a la que asistió Carlos, el heredero la corona británica, quien fue ese día noticia porque se durmió durante aquel acto solemne, que los ciudadanos de Barbados consideraron último paso en el proceso de descolonización de su país.
De los 56 miembros de pleno derecho de la Commonwealth, 36 son repúblicas y cinco tiene un soberano distinto al proclamado en Londres. Entre los quince que aún hoy reconocen a Carlos III como Jefe del Estado están los que hemos citado como tales y otros, donde el impulso republicano parece inevitable
De modo que lo más probable es una evolución generalizada de la Commonwealth en un doble sentido: primero, acelerando cada país sus propios cambios constitucionales para constituirse en república; y segundo, proponiendo la elección o alternancia en la jefatura [simbólica] de la Commonwealth, que ya perdió su adjetivo inicial, British, hace 73 años.
Entre sus numerosos títulos, la soberana difunta mantuvo durante siete décadas el de Head of the Commonwealth, pero al ser refundada ésta como tal (en 1949) desapareció el calificativo de ‘británica’, al mismo tiempo que quedaba atrás el protocolo previo del juramento de lealtad a la Corona.
El nuevo rey hereda ese otro título de Jefe o Cabeza de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth of Nations), según un acuerdo de 2018. Pero la consideración hacia su persona no es la misma de la que disfrutó su predecesora.
Y aunque no es probable su disolución, está claro que la Commonwealth afronta interrogantes muy serios: la mayoría de los países de esa singular organización no está segura de que deba permanecer en ella. Ni acepta automatismos históricos hereditarios.