Carne Viva, obra de la que es autora Denise Despeyroux, es un divertido enredo del que uno sale bastante mareado y, por encima de todo, agradecido y reconfortado de acabar, aunque sea en manos de un comisario. Tal es el lío en que uno se ve envuelto, espectador impertérrito de estos seres extraños y carnavalescos pillados en situaciones inverosímiles, sin que se vean por parte alguna visos de que escampe.
Pero veamos el argumento: Estamos ocupando una comisaría de policía que, exhausta de recursos, decide realquilar parte de sus dependencias. De ahí vienen, como traídos de la mano, los realquilados, y la comisaría entera es un rebullir de gentes que han hecho que sus genuinos ocupantes se hayan tenido que refugiar en el despacho del comisario. Nadie paga a tiempo, aquejados todos de crisis. Entre cortes de luz y demandas del alquiler, una investigación se pone en marcha. En sus avances, la hipnosis hará de las suyas, haciendo invisible a un pobre pagano y sugiriendo una tercera dimensión.
Únase a todo esto la canción canalla de la diva italiana que como leit motiv te persigue royéndote los tuétanos por las tres habitaciones de la casa, el papel pintado años 50 que decora las paredes de una de ellas en contraste con las ínfulas espiritistas de otra más, la frase babieca de un best seller al que no nombro porque no, comprenderán que la llegada al despacho del comisario sea todo un remanso de paz. Esta estancia es, tal vez por estar recién pintada de blanco, la salvación. Sólo falta -y lo sugiero de veras- que allí nos tuvieran preparadas unas cervecitas para por fin podernos acomodar. Porque aquí, menos mal, resulta que todo está en calma y, por encima de la falta de espacio y las carpetas tiradas por doquier, resulta que aquí sí pueden escucharse unos a otros. Aquí la bonhomía del comisario Torres nos acogerá y, con su parsimonia campechana de hombre campanudo, acabará por resolver todas las situaciones (las más complejas, las suyas), que para eso es él muy suyo y tiene a la oficial Mónaco subyugada. La traca final, cuando ésta declara ya «lo suyo», es para destroncharse, porque más telenovela y tango danzante no caben.
Debió de ser difícil cuadrar las tres historias que se nos cuentan (yo diría que son bastantísimas más), cada una en una habitación, para que no se escape ni una doselita del mosaico y todo encaje. Ese encaje final por el que algunos empezaron, todo hay que pensarlo, porque allí entramos 3 grupos, cada uno en una habitación, de manera que lo que para unos es inicio, para otros, conclusión. No sé de qué manera lo han hecho pero ahora mismo yo en mi memoria, no consigo cuadrarlo. Tantas situaciones surrealistas, tantos personajes canallas y en crisis tomados en un principio, o por el final, o in medias res.
Tres historias, nueve personajes y una labor actoral de bolillos para medir tiempos y tonos. Esto puede ser hilarante para el espectador familiarizado con la autora. Y el que no, la mente a cuadros y soñando una pinta.
La parte más cómica la pone el inspector Bermúdez que encaja de maravilla en las tres historias y pretende sacar de sus casillas al comisario Torres, sin conseguirlo. Mía, la escuchimizada Mía, revela un carácter luminoso cuando por fin se enciende a la luz del sadomaso, toda una sorpresa.
Título: Carne viva
Escrita y dirigida por Denise Despeyroux
Vestuario: Ana López y Lorena Puerta
Espacio escénico: Alberto Puraenvidia
Espacio sonoro: Graham Newey
Cartel y Fotografía: Mista Studio
Reparto: Agustín Bellusci, Victoria Facio, Font García, Carmela Lloret, Fernando Nigro, Marta Rubio, Joan Carles Suau, Sara Torres, Juan Vinuesa
Espacio: Pensión de las pulgas (Huertas 48, Madrid)
Fecha: 8 de junio de 2014