Manuel María Meseguer
Sería de ilusos preguntarnos a estas alturas en manos de quiénes estamos. De ilusos o de analfabetos, porque los historia de las ideas se ha nutrido desde sus inicios en la situación de debilidad máxima del ciudadano ante el poder. De los griegos hasta ahora mismo. Dramaturgos y pensadores no cejaban en aconsejar a los grandes señores el ejercicio de la prudencia y la magnanimidad para evitar algaradas y acallar las protestas ciudadanas.
Ahora, sin embargo, ha sido el excesivo abuso de la prudencia de todo un presidente del Gobierno de España, Mariana Rajoy, el que ha llevado al guardián de las llaves de los secretos del Partido Popular, hegemónico en este segundo decenio del siglo XXI en España, Luis Bárcenas (en prisión), a descargar su saco de rencores sobre el gobierno, el partido y por extensión sobre un país renuente a salir de una recesión tan prologada que ha dejado no pocos muertos por el camino.
De confirmarse las filtraciones publicadas en la prensa, podrían extraerse algunas lecciones:
- El silencio ─sobre todo el presidencial─ no encubre ni excusa: otorga.
- Nos han tomado por tontos y por lo visto no les falta razón.
- El presidente debería dimitir y dejar paso a otro compañero de su partido. ¿Alberto Ruiz Gallardón? Si fuera así la pesadilla de una noche de verano se convertiría en profecía.
- Corruptos y corruptores. Un escarmiento ejemplar para todos.
- Resto de organizaciones políticas y sindicales, pálpense los bolsillos. Estamos en un momento histórico en el que no se va a perdonar ni una mano más en lata ajena.
- O esta democracia cambia o nos vamos al garete.
- Jueces y magistrados: déjense de contemplaciones y de semanas sabáticas y no traicionen a un pueblo que nadie mejor que ustedes saben que está inerme ante el poder.
- Atajo de descarados cínicos.
- Panda de desvergonzados.
- Gavilla de sinvergüenzas.