Juan De Dios Ramírez-Heredia[1]
La mayoría de los gitanos y gitanas que ya tenemos una cierta edad, estamos de acuerdo en reconocer que la vida colectiva de nuestro pueblo tiene un antes y un después del mítico Congreso de Londres de abril de 1971.
Días pasados yo escribía que «aquel cónclave supuso un aldabonazo a la sociedad mundial para advertirles de nuestra existencia, de nuestros problemas y sobre todo de nuestras ilusiones». Y efectivamente, así fue.
Una bandera para un solo pueblo
En aquel Congreso se institucionalizó nuestra bandera que «no debía competir ni desplazar a la del país donde vivíamos porque la azul y verde encerraba un significado que, siendo profundamente gitano, lo podían hacer propio todos los ciudadanos y ciudadanas libres del mundo. Azul arriba para señalar que ese es nuestro único techo y verde abajo para dejar constancia de que el verde de los campos es nuestro único suelo».
Un reconocimiento internacional
Queríamos ser reconocidos por todas las naciones del mundo, porque todos, de un confín a otro del planeta, nos reconocíamos como un solo pueblo. El 8 de abril de 1971 se produjo el milagro porque logramos que desde entonces las Naciones Unidas atendieran nuestra petición y nos otorgara un Estatuto de reconocimiento universal como Minoría Cultural no Gubernamental
Necesitábamos un himno internacional y lo conseguimos
Efectivamente, fue un artista, gitano yugoslavo, músico reconocido quien compuso, acompañándose de su balalaika, el Gelem, Gelem, nuestro himno internacional conocido hoy y aceptado por todos los gitanos del mundo. Esto fue posible en el Congreso de Londres.
Reclamamos una indemnización por las víctimas inocentes caídas en los campos de concentración
Igualmente solicitamos y logramos que el gobierno alemán concediera una indemnización por las víctimas causadas en los campos de concentración. Indemnización que debía emplearse en programas educativos de los niños gitanos europeos descendientes de aquellas víctimas.
Defensa y promoción de la lengua gitana
El Congreso de Londres supuso también la recuperación de nuestro milenario idioma, el rromanó, lengua de origen sánscrito que hoy hablamos, con mayor o menor fluidez, más de 14 millones de gitanos y gitanas en el mundo.
El Congreso de Londres fue la plataforma de lanzamiento
Han pasado cincuenta años y al hacer balance, reconocemos que la realidad gitana del siglo veinte es muy distinta de la del siglo pasado.
En 1971 el índice de analfabetismo de los gitanos en el mundo era del 90 por ciento. Hoy puede que estemos en el 20 ciento y descendiendo.
En 1971 era impensable soñar con que nuestra voz se oyera en los parlamentos nacionales, en los ayuntamientos y en los diferentes órganos de las administraciones públicas. Hoy constatamos la presencia de diputados y diputadas gitanos en el Parlamento Europeo. Y una gitana ha llegado a ser vicepresidenta de la Cámara de Estrasburgo. En este periodo de tiempo, gitanos y gitanas han accedido a las cámaras legislativas de Hungría, Chequia, Reino Unido, Eslovaquia, Macedonia, Lituania, Grecia, Serbia, Latvia, Rumanía…
En 1971 nuestra lengua, el rromanó, era un idioma marginado que se mantenía en el seno de las familias gitanas gracias al rechazo y la marginación a que estaban sometidas. Hoy el rromanó es un idioma culto. En esta lengua se escriben libros y se publican artículos. Hay emisoras de radio que emiten las veinticuatro horas en rromanó y estaciones de televisión creadas y dirigidas por gitanos con contenidos expresados en lengua gitana. Y en la Universidad René Descartes de París funciona un departamento de estudio y promoción de nuestra lengua. Todo esto ha sido posible tras el impulso que recibió nuestra cultura en el congreso de hace cincuenta años celebrado en Londres.
Y mucho más… Los actuales líderes gitanos y gitanas que en 1971 eran niños, y todos los que han nacido después de esa fecha, lo son porque hace cincuneta años, gitanos y gitanas de 29 países fueron capaces de reunirse para soñar juntos con un mundo mejor y más justo donde ellos mismos y sus hijos pudieran proclamar a pleno grito:
― ¡Soy gitano, soy gitana y quiero ser dueño de mi destino y administrador de mi libertad!
Por eso ahora con absoluta convicción, queremos dar un paso adelante y anunciar que en 2021, el 8 de abril, se deberá celebrar el Cincuentenario del Congreso Internacional del Pueblo Gitano en Madrid, en Barcelona, en Sevilla o donde sea de España. Le corresponde a nuestro país porque ha sido ―y así lo han reconocido la mayoría de las organizaciones gitanas de todo el mundo― el pionero en conseguir que la sociedad en su conjunto tomara conciencia de nuestra existencia y se nos diera, no por caridad ni trasnochado paternalismo, lo que en justicia nos correspondía.
En consecuencia, la Junta Directiva de la Unión Romaní Española propone que sea el Consejo Estatal del Pueblo Gitano quien lidere y organice el Congreso Mundial de 2021 que debería señalar las metas nuevas a conseguir que superen los grandes retos alcanzados en 1971
Dicen que una imagen vale más que mil palabras
Eso dicen. Yo me quedo con la que ofrece la siguiente fotografía. Fue tomada el 28 de mayo del año 2010. Yo acudí a Roveretto, ciudad del norte de Italia en la provincia de Trento para hacer entrega de la bandera gitana al senador Alberto Robol, regente de la Campana dei Caduti. Se trata de la campana más grande del mundo, fundida con los cañones que vomitaron fuego en la Primera Guerra Mundial. 88 mandatarios habían acudido antes que yo a izar la bandera de su país junto a la Campana en un gesto de búsqueda de la paz.
Conservo un recuerdo imborrable de aquel momento, pero lo que más me impresionó fue ver al Cuerpo de Carabinieri rindiendo honor a la bandera gitana. Dos agentes permanecieron varias horas haciendo guardia junto a nuestro símbolo de identidad internacional en posición de saludo militar. Yo espero que, en 2021, si se celebra en España el Congreso Internacional del Pueblo Gitano, sea la Guardia Civil quien, en posición de saludo, rinda honores a la bandera gitana. Sería un gesto de esos que hablan más que mil palabras.
- Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista. Presidente de Unión Romaní