Charlie Chaplin: aquel gran genio del celuloide

Tras seis años de trabajo e investigación acabo de entregar en el Registro de la Propiedad Intelectual de Madrid el original mecanografiado de mi último libro, que llevará por título Carne de Casting. La vida de los otros actores, en el que narro cómo es la vida por dentro de esta profesión, la de actor, sector no famosos, que ejerzo junto al periodismo.

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Charlie Chaplin, Charlot

En el libro habrá un capítulo titulado Bailando con libros, en el que me hago eco de una decena de libros dedicados al mundo del cine, el teatro, escritos por expertos en la materia, y cuyas historias a buen seguro resultarán interesantes para el numeroso público aficionado tanto a uno como a otro.

Empiezo hoy comentando la reseña de un viejo libro editado en Barcelona en el año 1972 y que lleva por título Los Films de Charlie Chaplin. Se trata de una joya literaria con 44 años de antigüedad, casi un incunable, un libro que nos pone al día de cómo fueron los comienzos de uno de los actores más grandes de todos los tiempos. Se llama Charlie Chaplin, y sus compañeros de trabajo eran un bombín y un bastón. Eso, y su grandísimo arte en la interpretación.

Seguro que muchos de admiradores del que probablemente haya sido el mayor actor cómico de todos los tiempos desconozcan que llegó a donde llegó por pura casualidad; es decir, que por azar tuvo que hacer una suplencia de un tipo al parecer famoso en la época que se había despedido de la que entonces era una de las mayores productoras de cine, la Keystone. Y eso que tanto los responsables de la misma como el director del primer film del actor estaban furiosos con aquel tipo que al parecer hacía lo que le daba la real gana ante la cámara. Incluso el propio Chaplin, viendo el panorama, llegó a pensar si no sería más conveniente volver al teatro, su lugar de siempre.

Porque fui ahí, en el teatro, donde habían visto a aquel desconocido comediante londinense actuando en el musical A nicht an english music hall, un tipo un tanto extravagante del que no conocían ni el nombre. Pero habiéndose quedado sin actor la Keystone, y además sin nadie que la sustituyera, los productores pensaron rápidamente en aquel cómico al que habían visto interpretando un personaje de borracho atildado haciendo una parodia, y cuando lograron localizar al tipo, que respondía al nombre de Charles Spencer Chaplin, le ofrecieron un contrato de 150 dólares a la semana. De esta manera, el desconocido cómico de teatro de 25 años entraba a formar parte de la “cuadra” de actores de los Estudios Keystone.

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Adriana Bianco: Casa Museo de Charles Chaplin en Vevey, Suiza.

Estamos a principios de 1914, fecha en la que Charlie Chaplin, al que Gerald D. MacDonald llegó a considerar “un fenómeno de la naturaleza”, aparecía por primera vez en la pantalla en la película Haciendo por la vida, una comedia típica de ritmo enloquecido y desordenado en la que las travesuras estaban a la orden del día. Pero ya de entrada había algo que distinguía a Charlot del resto de actores: el vestuario daba la nota por su levita, seguramente por su origen londinense y actor de teatro; a ello unía su sombrero de copa, un bigote y un monóculo. Todo muy “brithis”.

Tan desconocido era Chaplin en el mundo del cine en aquel comienzo de su carrera que uno de los redactores neoyorquinos de la Moving Picture World fue el encargado de hacer la crítica de Haciendo por la vida, y el nombre del nuevo actor le resultaba totalmente desconocido. No obstante, el periodista descubriría apenas verlo actuar a un “astuto bribón que hacía gala de una inspiración continua en temas cómicos, valiéndose de su monóculo, su bastón y los puños de la camisa sueltos”. Tan impresionado quedó al verlo actuar que, aun desconociendo el nombre, subrayaría en su crónica cinematográfica: “El inteligente actor que interpreta el papel de un audaz, hábil y elegante estafador es un comediante de primer orden que actúa como un fenómeno de la naturaleza…”. Era la primera valoración de Chaplin como actor cinematográfico.

Aquel desconocido Pequeño Vagabundo, como también sería conocido, tenía su propia escuela, aprendida de lo que había visto en las calles de Londres y en los escenarios de los “music-halls”, de donde procedía. Todo ello le serviría para crear a su personaje cinematográfico en la forma de vestir, moverse, andar, las reacciones a tomar en cada momento ante los avatares del destino, material que llevaría preparado para la que sería su segunda película, Carreras de autos para niños. Si todavía no era famoso, lo cierto es que aquel actor ya resultaba sencillamente maravilloso para el público, apareciendo como todo un bufón ataviado con sus pantalones muy holgados que se harían famosos en su vestimenta; su sombrero hongo, zapatones y bastoncillo, dando rienda suelta a su habilidades acrobáticas, ya fuera en las caídas o en los patinajes.

A Charles Chaplin comenzaron a llegarle los éxitos al estallar la primera Guerra Mundial, y en este sentido la gente buscaba algo que consiguiera apartar sus mentes de la cruda realidad, encontrando en las películas de aquel hombre del bastoncillo un lugar para desahogarse, para divertirse. De esta manera, mientras la producción de películas europeas se retrasaba por el estallido bélico, las comedias de aquel ya famoso Charlot,

Chaplin, Carlos, Carlitos, eran bien recibidas en todas partes. Aquel Pequeño Vagabundo nos dejaría una serie de películas maravillosas que han pasado a la historia del cine, como La quimera del oro, Candilejas, Luces de la ciudad, Tiempos modernos, El chico, El gran dictador y tantas otras.

Sería conocido como el hombrecillo con bigote que tenía como única arma su forma de actuar, su bastoncillo y que se cubría la cabeza con un hongo, muy a al estilo inglés, de donde procedía. A todo esto añadiría una peculiaridad: andaba de tal manera que parecía que iba en dos direcciones contrarias. De ahí que su secreto radicara en la originalidad, y por eso ha perdurado en la historia del celuloide. Hay que decir, no obstante, que algunos de los experimentos del actor fueron calificados en su tiempo “de groseros, o sencillamente sucios”, en palabras de Michael Conway.

Una gran parte de su vida artística de Cahrlot la conocemos en un viejo libro editado en los años setenta del pasado siglo que lleva por título Los films de Charlie Chaplin. En el mismo se descubre la vida, los tiempos buenos y también los malos del que fuera un actor fuera de serie, capaz de dar la misma categoría a su nombre, el de Chaplin, que al del personaje que había creado, Charlot. Los autores dirían acerca del personaje, que desmenuzan a conciencia: “Su prodigioso, innato, y sin par poder de invención, su tremenda vocación artística, arraigada en el conocimiento emocionado del hombre y de sus desventuras, moldeadas por la piedad o deformadas por un infalible y original sentido del humor, de validez universal, han dado al cine –y al mundo- una imagen –a menudo una parodia- de la vida solo comparable a las más grandes creaciones de la literatura de todos los tiempos”. Se llamaba Carles Chaplin, conocido como Charlot.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha seis libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», y «Memoria Histórica. Para que no se olvide». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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