Teresa Gurza[1]
Mi esposo Matías, me enseñó a querer Chile, su bella patria, donde pasé años muy felices; y por esos recuerdos, y porque tengo allá queridos familiares y amigos, me duele lo que está ocurriendo.
En prácticamente todo el mundo, las mayorías están enojadas porque se sienten pasadas a llevar y al margen del desarrollo alcanzado por sus países.
Algo semejante ha pasado en Chile, cuya actual y severa crisis social creo que tiene entre otros, los siguientes detonantes:
- Secuelas de la dictadura pinochetista y divisiones no superadas.
- Desigualdad, porque pocos progresaron mucho a costa del resto.
- Comportamiento racista, egoísta y comodino, de algunos ricos.
- Altas dietas y privilegios e insensibilidad de diputados y senadores.
- Errores gubernamentales de los siete gobiernos habidos tras la democracia: dos de centro-izquierda, tres socialistas y dos de centro-derecha.
- Alza en tarifas de servicios públicos y colusión de farmacias para fijar precios altos a medicamentos.
- Irresponsabilidad de bancos al dar financiamientos, que provocaron millones de familias endeudadas por compras fuera de sus posibilidades.
- Y miles de jóvenes que no pueden saldar créditos para estudiar en universidades privadas, pensando que accederían a buenos trabajos sin importar la colonia dónde viven y sus apellidos, factores indispensables en Chile para ascender socialmente.
Hay razón pues, para las multitudinarias marchas.
Pero nada justifica la violencia de vándalos que aprovechan para incendiar, destrozar, saquear y atacar a piedrazos y con bombas molotov a carabineros; que respondieron con chorros agua, gases lacrimógenos y balines de goma, de lo que resultaron algunas muertes y cientos de heridos y lesiones oculares; por lo que son acusados de violar derechos humanos.
Y por si algo faltara, los encapuchados -en cuya actividad no puede descartarse que la mano que mece la cuna sea extranjera- han ejercido esta semana la modalidad fascista «El que baila, pasa»; obligando a los conductores que quieren seguir camino, a bajarse de sus vehículos para danzar frente a ellos.
Las pancartas de las manifestaciones dejan claro, que no fueron los treinta centavos de alza en el precio del Metro la razón del descontento, “sino los treinta años” sin cambios fundamentales.
Pero la violencia ha ocasionado caos, miedo, destrucciones, desplome del peso, pérdidas multimillonarias y cancelaciones de reuniones internacionales y eventos deportivos.
Algunos empresarios han reaccionado elevando salarios.
Y el actual y por segunda vez presidente Sebastián Piñera y el expresidente socialista Ricardo Lagos, han pedido perdón y expresado por separado, que no captaron el clamor por una sociedad mejor.
Luego de tener que cancelar la Apec y la COP 25, que mostrarían los avances de Chile, Piñera reestructuró su gabinete, bajó tarifas y subió pensiones.
Y este martes, 12 de noviembre de 2019, en la noche, en medio de llamadas a un paro nacional que hicieron un centenar de organizaciones sociales, y resistiendo las presiones de quienes piden mano dura y los que exigen su renuncia, se limitó a anunciar querellas contra impulsores y participantes en la violencia y a convocar a la unidad nacional en torno a tres acuerdos: por la paz y contra la violencia, por la justicia y un Chile con más oportunidades y por una nueva Constitución con plebiscito ratificatorio, que deberá suplir a la de Pinochet, aún vigente.
Y su partido Renovación Nacional, pidió a aliados y opositores “flexibilizar posiciones y dejar dogmas” para lograrla; lo que al parecer fue aceptado.
De entre cientos de entrevistas que la crisis ha generado, elegí para citar aquí la de Lagos a la periodista Rocío Montes de El País, y la del antropólogo Pablo Ortúzar a El Mercurio, porque explican y aportan soluciones.
Lagos, presidente de 2000 a 2006 y respetado por izquierda y derecha, se manifestó preocupado “sabemos cómo comienzan estas cosas, pero no cómo terminan…”
Precisó que, en las últimas tres décadas el número de chilenos pobres bajó del 40 por ciento de la población, al 10; y que es ese 30 por ciento, el que hoy demanda mayores ingresos y exige que el Estado le provea mejor educación, salud y pensiones.
Y que él no pudo hacer cambios necesarios porque le tocó gobernar con Pinochet vivo y dueño del poder político, militar e institucional; y por no tener mayoría en el Congreso, “la derecha me vetaba todo…”
Hay que añadir, la «magra» carga tributaria chilena de entre el 18 y el 20 por ciento del producto nacional bruto; mientras los europeos están alrededor del 35 y 40 por ciento y Estados Unidos, cerca del 30.
Esa falta de recursos, lo obligó a concesionar las modernas carreteras que construyó; y a cuyo pago de peaje, se opone ahora la gente.
«Con impuestos como en Alemania, pueden funcionar sin peaje… pero imponerlo, me permitió invertir en agua potable rural y en escuelas públicas”.
Y lo entristece la destrucción de muchas estaciones del Metro, porque su gobierno duplicó la red existente y recuerda la alegría de los pobladores, cuando se abría una cerca de sus casas en barrios modestos.
Una de las salidas a la crisis sería, para Lagos, la implementación gubernamental de nuevos espacios de participación ciudadana y la colaboración de todos, en la solución.
Al respecto, fue severo al juzgar la inicial negativa de los partidos de izquierda a reunirse con Piñera; a quien dijo estar dispuesto a ayudar.
Por su lado Ortúzar, investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) dijo a El Mercurio desde la Universidad de Oxford donde cursa un doctorado, que las estructuras deben transformarse de acuerdo a la nueva realidad: “Los que ayer se sentían poderosos hoy se sienten desvalidos y los que se sentían desvalidos se sienten poderosos. Pero el ánimo gira como veleta…”.
Pidió no entrar en la dinámica del odio, que tiene como combustible el miedo y como máxima expresión la violencia destructora; y “corrompe profundamente, porque se está dispuesto a sufrir lo que sea, con tal de dañar a quien se odia.»
Dijo que Chile necesita líderes democráticos y republicanos, capaces de hacer cambios; pero también de convencer, que requerirán tiempo, y el esfuerzo de todos, porque “el gasto fiscal no es una piñata que cada uno agarra a palos, hasta que le suelta lo que quiere…”
Duda que la solución sea una nueva constitución, porque tarda muchísimo en implementarse.
Y propone, a cambio, que el gobierno recorte privilegios y que la gente exprese sus inquietudes a través de los partidos políticos “que hay que revivir, cambiar, refundar o fundar, pero no dejar morir; porque de eso depende, salvar la democracia», y deje las calles para permitir a Carabineros concentrarse en los grupos de vándalos.
Alertó que lo que pasa en Chile, ocurrirá pronto en Estados Unidos, por la desigualdad imperante (el uno por ciento, tiene la riqueza total de la clase media).
Y recomendó a Trump que «en lugar de tuitear tonteras, nos estudie; porque somos la copia pobre, pero el original tiene las mismas fallas”.
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Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente