China: los dioses que llegaron desde el mar

Según cuenta la leyenda China, hace miles de años habitó en «Chong Quo» (tal y como se denomina actualmente a China en Chino Mandarín y que significa «el país en el medio») una mujer de gran sabiduría y santidad, versada en meditación y diferentes técnicas de lo oculto.

Habiendo alcanzado la iluminación, se dedicó a impartir sus enseñanzas entre sus ocho hijos, de una manera tan eficaz que los Dioses del universo decidieron situarla a ella como Diosa Guardiana de la región de las nueve estrellas, junto a sus ocho hijos y su marido, el rey Zhouyu.

Desde aquél entonces -perdido en el origen de los tiempos- cuando tanto Doumu como sus hijos perdieron su forma humana, quedaron convertidos para la eternidad en los Nueve Dioses Emperadores guardianes de aquella región del universo y más concretamente de la conducta de los seres humanos durante ese periodo tan corto que llamamos vida.

Si bien se trata de una tradición religiosa China, hemos de recordar que durante el periodo de gobierno Maoísta, fiel seguidor de la acepción marxista de la religión como «opio del pueblo», se situó esta tradición religiosa junto a otras estrictamente budistas o taoístas como prácticas que debían ser abolidas o perseguidas y que por lo tanto, aunque dejaron de perdurar dentro de China, su legado continuó a través de los numerosos emigrantes chinos establecidos en el Sureste Asiático.

Una vez al año y durante una fecha determinada del calendario chino que suele coincidir con el otoño Occidental, los Nueve Dioses Emperadores, abandonando aquella región del universo y dirigiéndose hacia los océanos acompañados de una legión de Deidades menores, los atraviesan encaminándose a tierra para supervisar la conducta de los humanos y expiarles de sus pecados.

La tradición exige que los humanos estén preparados para su acogida, preparando los altares de los templos chinos o disponiendo de altares delante del mar, y lo que aún es más inquietante, los Nueve Dioses Emperadores y sus deidades menores solo podrán entrar en el reino de las personas volviendo a encarnarse como las personas que una vez fueron antes de constituir su estatus divino. De esta manera, la acogida de los Dioses solo podrá ser posible cuando un gran número de médiums, tanto hombres como mujeres de diferentes edades, aguarden junto a los altares ese preciso momento en que el sonido de los gongs retumbe contra las paredes de los templos o se mezcle con el sonido de las olas del mar para que las Divinidades puedan encarnarse tomando la total posesión de sus cuerpos.

Al haber tenido la suerte de ser sido invitado por las autoridades de diferentes templos chinos del Sureste Asiático para presenciar, fotografiar y filmar sus rituales, puedo dar fe de que una vez que los Dioses supuesta o fenomenológicamente toman posesión de los médiums, estos entran en un profundo estado de trance que conlleva una transformación radical de su personalidad, a veces muy misteriosa e inquietante, y que llegan a cometer actos (entre ellos numerosos actos de auto mutilación) que para una persona normal sería no sólo difícil, sino posiblemente incapaz de ejecutar, de no hallarse sumido en este determinado estado alterado de conciencia.

Siguiendo al retumbar de los gongs, acontece un ensordecedor griterío y muchos de los médiums aparentemente son «arrebatados» o poseídos por las deidades , asumiendo una personalidad idéntica a la que la deidad tuvo en vida.

Súbitamente comienzan a hablar, según dicen, en Hokkien (antiguo dialecto Chino) o en otros dialectos antiguos de China, y sus «Pi Liang» (se denomina así a un pequeño cortejo de ayudantes que acompaña a cada médium) intentan averiguar por su comportamiento o incluso preguntándoles directamente, qué divinidad ha tomado posesión de ellos, para saber cómo han de comportarse con él o con ella.

Durante el intenso griterío e incluso aullidos de los devotos congregados, un sumo sacerdote o sacerdotisa chamánicos denominados «Fashe» se desplazarán entre los presuntos poseídos y por medio de algunas preguntas que sólo ellos saben acerca de las Divinidades, o por una observación del comportamiento de los médiums, sabrán distinguir entre quien está realmente poseído, la importancia de la Divinidad que lo posee, o si tan sólo se trata de un ataque de histeria, en cuyo caso indicará a los «Pi Liang» que se lleven a esa persona, que a su vez rápidamente se desvanecerá de su estado de «trance».

Por el contrario, las personas que se saben realmente poseídas son tratadas con gran respeto por los devotos -que reconocen la presencia encarnada de sus Dioses- y experimentan un cambio de comportamiento de índole tal que cambia su expresión facial, a menudo se desplazan con un andar diferente y con los ojos en blanco y cambia notoriamente el timbre de su voz, a veces haciéndose más joven o mas avejentado que el de la edad real del médium.

Una vez que los Dioses han descendido sobre el reino de los humanos, las celebraciones perduraran ocho días más, hasta la despedida, que se realizará mediante bellas ceremonias nocturnas al borde mar y lindando con la salida del sol, o mediante una congregación en los templos.

La entusiasta algarabía que corresponde a la acogida de las Divinidades encarnadas no es baladí, sino que para la comunidad de los creyentes representa una posibilidad de redimirse de sus pecados, de sanación (durante las procesiones de las Divinidades se llevan a muchos enfermos para que sanen y realmente lo llegan a hacer) y de creencia en el más allá, lo que supone una cierta forma de inmortalidad. Todos los devotos asistentes, habrán de vestir en blanco, abstenerse un mes antes y durante los nueve días en que duran las celebraciones de comer carne, mantener abstinencia sexual durante el mismo periodo y consumir productos exclusivamente de origen vegetal, quedando prohibido dar muerte a cualquier organismo vivo.

En cuanto al papel llevado a cabo por los médiums receptáculo de los poderes Divinos, éste constituirá uno de los aspectos más espectaculares e inquietantes de todo el proceso y estos se encargarán de demostrar aparatosamente sus recién adquiridos poderes divinos. Si muestran sus poderes sobrenaturales, podrán ejercer un gran poder de convicción sobre la comunidad, mostrando así que ellos realmente representan lo Divino y lo sobrenatural y además podrán infundir terror sobre los malos espíritus, que en su ausencia habían vuelto a frecuentar el mundo de los humanos.

Este poder sobrenatural se reflejará en sus rituales de automutilación, que incluirá atravesarse las mejillas con todo tipo de objetos punzantes o cortantes, golpearse las espaldas con bolas de hierro cubiertas de pinchos, cortarse repetidamente la lengua o la espalda mediante hachas hasta quedar totalmente recubiertos de sangre, cubrirse con alambres de espinos, desplazarse grandes distancias de rodillas o rodando sobre un costado, perforarse la totalidad del cuerpo con objetos punzantes, atravesarse la lengua con pinchos metálicos de grandes dimensiones, desplazarse con los ojos en blanco, proferir gritos con una voz muy potente, arrastrar pequeñas carrozas con efigies religiosas mediante cuerdas que a su vez están sujetas por ganchos que llevan clavados en su piel, caminar sobre ascuas encendidas, o ascender escaleras de gran altura cuyos peldaños están constituidos por cuchillas tan afiladas que si se deja caer una manzana sobre ellas se partirá en dos trozos. Por otra parte, hacen gala de una energía continua durante todo el tiempo en que dura su estado de trance, y de esta manera una persona de avanzada edad -por ejemplo- podrá desplazarse a saltos durante varios días, quedando totalmente exhausta una vez que ha transcurrido su estado de trance.

Los que desarrollan rituales más agresivos, y en este caso me refiero a los que se mutilan con hachas, tienen por objeto purificar todos los caminos y los rincones por los que pasan, y su aparatosa automutilación está dirigida concretamente a infundir terror entre los malos espíritus, que viendo en ellos su poder, se ahuyentarán a su paso.

Para los no creyentes curiosamente existen una serie de anécdotas de escépticos foráneos que intentaron hacer las mismas proezas que los médium y se vieron en situaciones comprometidas.

Hace unos años, los miembros de un equipo de televisión intentaron subir las escaleras formadas por afiladas cuchillas y recibieron profundos cortes nada mas ascender los primeros peldaños. En otros casos algunos intentaron mutilarse de la misma manera que los médiums, y se produjeron hemorragias de tal envergadura que hubieron de ser atendidos de inmediato por equipos médicos. Otro de los aspectos difíciles de comprender es que los médiums sanan con una asombrosa rapidez de heridas de consideración, lo que constituye un enigma hasta ahora no explicado de manera satisfactoria, pero de intentarlo de una manera más científica, podríamos hallar una analogía con el conocido efecto placebo en medicina.

De alguna manera, la mente humana esconde unas facultades que a veces pueden rebasar la comprensión de la ciencia y que sin embargo existen. Si una fortísima predisposición positiva por parte del cerebro de alguien en estado de trance puede llegar a generar una rapidísima curación en el sujeto afectado, se trata sin duda de un fenómeno digno de ser estudiado.

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En las imágenes, durante una larga procesión, los médiums de las hachas se cortan la lengua repetida y tan cruentamente que algunos llegan a dejar trozos de tejido colgando y quedan totalmente cubiertos de sangre. Su finalidad es la de demostrar el poder de las Divinidades que los poseen y que ahuyentarán de este modo a los espíritus del mal. La otra imagen muestra a un importante Chamán frente al mar, después de haber encabezado una gran ceremonia en el momento en que despide a los Dioses. La ceremonia había dado comienzo antes de la salida del sol.

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