Cirabana Circus en La Habana

Cuaderno de bitácora, duodécimo día del décimo mes de 2025

Un viaje eternamente aplazado que al fin pudimos realizar. Un permiso especial del mando de la nave nos permitió poder partir durante una semana a nuestro planeta aprovechando el viaje de ida y vuelta de una lanzadera de aprovisionamiento, después de tantos años de servicio alguna ventaja tenía que tener.

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Sede de Cirebana Circus en La Habana

La gente de mi generación vivió la revolución cubana, para bien o para mal, con mayor o menor simpatía, con mucho interés por lo que significó de un proyecto revolucionario de un pueblo que tomaba las armas para derrocar una dictadura en la que, como todas, solo se beneficiaban unos pocos. De un país que era el casino y prostíbulo de la inmensa potencia del norte.

Sesenta y cinco años después seguramente no podremos decir que el resultado de la revolución para la mayoría de la población haya sido el esperado.

Cuba había tenido un pasado colonial importante dada su situación para la salida de todos los productos del sur de Norteamérica y toda Centroamérica hacia la corona española.

Durante todo el siglo diecinueve se fueron consolidando los deseos de independencia del otrora gran imperio español que fraguaron a finales de ese siglo con la guerra de independencia y el apoyo decidido de los Estados Unidos, que ya demostró sus claros intereses en la isla.

Hasta mediados del siglo veinte con la economía de libre mercado, los extraordinarios beneficios de la exportación de sus productos configuraron una ciudad, La Habana, con amplias avenidas, un trazado urbanístico planificado por manzanas (o cuadras) con una simetría muy reconocible más allá del casco histórico, no tan cuadriculado, construido alrededor de la bahía, dando sentido a toda la ciudad con su puerto de entrada y salida de mercancías.

Pasear por la ciudad antigua y la posteriormente desarrollada es una sucesión continua de hermosas casas coloniales, con sus dos o tres alturas, con entradas en muchos caso porticadas y con fachadas con grandes y bien decorados ventanales.

Casas adosadas unas a otras a cual más hermosa. O así se puede vislumbrar en las ruinas en las que la mayoría se han convertido, fruto de la ruina económica en la que ahora vive el país, el abandono de sus propietarios en un masivo exilio, o azotadas insistente y catastróficamente por los continuos huracanes que castigan toda la isla, cada vez más asiduos y feroces a causa del calentamiento global.

Pero necesito más tiempo para digerir esta primera visita a la ciudad de La Habana tan hermosa y contradictoria, tan incipientemente próspera y a la vez decadente, donde conviven magníficos edificios restaurados con otros que parecen sacados de un escenario de guerra.

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Sesión de entrenamiento de los alumnos de Cirebana Circus en La Habana

Hoy prefiero detenerme en un proyecto maravilloso que se está desarrollando precisamente en uno de esos edificios en ruinas, el antiguo teatro situado en una calle paralela al lado de la avenida del Prado, el primer y tercer mundo, uno al lado del otro.

Allí, después de varios enclaves provisionales, Carlos Manuel Capetillo y Aramís Quintana han montado la escuela de circo Cirabana, un proyecto para el desarrollo personal y profesional de unas cuantas decenas de niños y niñas, de muchachos y muchachas, a quienes espera un futuro esperanzador siguiendo las enseñanzas de estos profesores y su equipo, ellos mismos artistas con un largo y reconocido prestigio profesional en el mundo del arte y del circo en particular.

Poder visitar la escuela, ser testigos presenciales del esfuerzo que desarrolla este grupo de incipientes artistas, ver su disciplina, sus ganas de aprender en unas instalaciones que resisten sorprendentemente el paso del tiempo aun con su aspecto de deterioro, de sus muros y suelos desconchados, de su esquelético techo, de su grada superior ausente de butacas pero pendiente de todos los ejercicios y malabares de estos afortunados alumnos, ha sido el mayor regalo de esta fugaz visita a La Habana. Las coreografías que nos regalaron en dos actuaciones consiguieron emocionarnos.

El proyecto Cirabana merece nuestra atención y apoyo porque desde una iniciativa particular y voluntariosa están consiguiendo que el futuro de cientos de niñas y niños no sea tan incierto, que en la escuela encuentren un espacio de libertad creativa para su desarrollo personal en un ambiente de colaboración, de solidaridad y compañerismo y aunque solo fuera por ese tiempo que pasan en este antiguo templo cultural ya merece la pena el esfuerzo.

Y tenemos que citar a Paco Cecilia, por él conocimos este proyecto, fotógrafo aficionado, que en una de sus visitas a La Habana recogió, en un hermoso libro, un auténtico reportaje fotográfico del proceso de aprendizaje de las técnicas circenses, que pueden visitar tanto en su página web en Cirabana Circus en internet.


Luis González Carrillo
Cordobés de nacimiento y comunero al vivir en estas tierras de Madrid desde su infancia. Funcionario de la administración local, redactor de miles de informes y comunicaciones que le han permitido ganar la concreción y claridad necesaria, eliminando todo lo accesorio, para componer poemas con la métrica japonesa del haiku, tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, habiendo editado dos libros con estas composiciones, Haikuario y En la frontera; esa misma experiencia, y sus lecturas, le han permitido comentar más de cien libros de novela y ensayo publicados en diversos medios locales. Desde hace dos años, además de seguir con el haiku, viene publicando de manera regular artículos bajo la denominación de Cuaderno de bitácora, en un claro homenaje a la serie Star Trek, consiguiendo un observatorio ideal para expresar sus opiniones sobre el presente, el pasado y el futuro de todo lo que acontece en el mundo natural, político, social o personal.

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