“Citizenfour es la película que Edward Snowden merecía”
(Théo Ribeton, Les Inrocks)
Ganador del Oscar en la categoría de Mejor Documental, Citizenfour es un montaje riguroso e inteligente, “casi perfecto”, dirigido por Laura Poitras, de los encuentros a tres que tuvieron lugar en Hong Kong, con el periodista del diario «The Guardian», Glenn Greenwald, y el exanalista informático de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) Edward Snowden, autor de las filtraciones de cientos de miles de documentos clasificados, tanto del gobierno de Estados Unidos como del Pentágono, que ponen de manifiesto las escuchas masivas indiscriminadas e ilegales llevadas a cabo por la inteligencia estadounidense en todo el mundo.
Con la consecución del Oscar, la película acapara ya más de treinta premios, incluyendo los de la Crítica de Nueva York, Los Ángeles, Boston, San Francisco, San Diego, Dallas-Ft Worth, Detroit, St. Louis, Londres, Gothams y los International Documentary Awards (IDA).
Docu-thriller de espionaje de los buenos, la película escenifica un mundo de vigilancia global y, más allá del retrato que hace del valiente informático que renunció a continuar con su vida para desvelar al mundo “el mayor atentado a las libertades civiles en toda la historia” -la porquería que se esconde bajo las alfombras de algunos gobiernos occidentales que van dando lecciones de democracia a los demás- y que ahora vive refugiado en algún lugar de Rusia, es una llamada a la lucha por los derechos fundamentales, y muy especialmente el derecho a la privacidad y a la libertad de expresión.
Citizenfour habla de la vigilancia mundial indiscriminada y cuenta el trayecto de Edward Snowden –en los meses que fue el hombre más buscado del planeta, acusado por el gobierno de Obama de espionaje, robo y utilización ilegal de bienes gubernamentales- desde Hong Kong, donde se refugió en el momento en que empezó a pasar información confidencial a Greenwald, hasta Moscú, donde después de permanecer más de un mes en el “no mans land” del aeropuerto consiguió un permiso de residencia.
En enero de 2013, Laura Poitras –periodista, escritora y afamada documentalista autora, entre otros, de «Free Tíbet», «My Country, My Country» (sobre la ocupación de Irak), «The Oath» (sobre Guantánamo), y acaparadora de premios y recompensas por su trabajo- recibió un correo electrónico anónimo firmado por CitizenFour, el pseudónimo que había adoptado Edward Snowden, que le ofrecía hacer públicas algunas informaciones acerca de las prácticas ilegales llevadas a cabo por la NSA, y otras agencias, en materia de vigilancia, inteligencia y comunicación , con la cooperación de los servicios de inteligencia extranjeros y algunos de los protagonistas privados de la comunicación moderna (Apple, Google, Yahoo, Hotmail, y también operadores telefónicos).
En el Hotel Mira de Hong Kong, Laura Poitras graba el encuentro entre Snowden y dos periodistas del diario británico The Guardian- Glenn Greenwald y Ewen MacAskill– quienes a partir de entonces serían los encargados de sacar a la luz los documentos.
“El mayor acierto de la película es su capacidad de captar un pedazo de historia que se está escribiendo todavía”. Citizenfour no es un documental sobre la NSA, ni sobre Edward Snowde, ni siquiera sobre el activismo cibernético; es una pieza de “cinema-verité” que, en realidad, es una larga entrevista con el informático más famoso, registrada en directo, quien va desvelando poco a poco las mentiras de los gobiernos que, en nombre de la hiperseguridad prometida tras los acontecimientos del 11 de septiembre en Estados Unidos, están liquidando las libertades de los ciudadanos.
El eje central de la narración son los ocho días que, en junio de 2013, pasó Snowden encerrado en la habitación del hotel, que le llevaron del anonimato a la mediatización más escandalosa sin que –a juzgar por las imágenes y las respuestas- en ningún momento le venciera el miedo ni le tentara la gloria; en este sentido el Snowden de Laura Poitras, y creo firmemente que también el Snowden real –con su cara aniñada, sus gafas de empollón, una barba incipiente y una sonrisa de las que desarman- es un personaje discreto, lúcido y fascinante (sus análisis políticos son implacables), que despierta enormes simpatías: es un joven de 29 años, que quiere que se le considere “el único culpable” de las revelaciones, angustiado por lo que puede ocurrir con su futuro y con su compañera, a la que ha dejado en Estados Unidos sin ponerla al corriente de lo que pensaba hacer. Ocho días, durante los cuales los reporteros fueron publicando –de manera muy estudiada- las revelaciones del informático en los dos mascarones de proa del periodismo anglosajón: The Guardian y Wahington Post.
Citizenfour nos hace sentir todo el peso de esa vigilancia cibernética, global e indiscriminada, creada por la NSA y otras agencias y gobiernos, que registra miles de millones de informaciones en segundos y deja en pañales las preocupaciones suscitadas por el Gran Hermano orwelliano: “Ya no es el ojo por encima del hombro, sino la Red toda…” que capta lo visto, lo hablado, lo escrito, lo comprado, lo firmado…
Estamos en los comienzos…“la pesadilla continúa…” (Pierre Murat, Télérama).