Si bien se mira, es una simple bebida de refresco estimulante color caramelo E-150d fabricada con agua, azúcar, extracto de cola, cafeína, CO2 para las burbujas y una pequeña cantidad de algún otro ingrediente más, eso sí, súper secreto, cuya misteriosa composición sigue sin ser desvelada 128 años después de que el coronel del ejército confederado John Stith Pemberton, herido de muerte y adicto a la morfina, farmacéutico de profesión, dio con la Coca-Cola en su búsqueda de un antídoto para combatir su adicción.
Pero ninguna otra fórmula de bebida ha adquirido a escala universal tamaño valor simbólico como referente cultural tanto a un lado como el otro del espectro ideológico, generado tanta literatura, alimentado tanta controversia política y propiciado tanto debate en el terreno de los códigos de comportamiento. Coca-Cola es un signo inapelable de estilo de vida en cualquier lugar del mundo, por encima de cualquier consideración de tipo socioeconómico o cultural.
El ingenioso beverage –brebaje– acabó convirtiéndose algo así como el invento de los siglos. “La chispa de la vida”.
Alcohol y cocaína
Lo que muchos de su planetaria legión de consumidores no saben es que hace más de 100 años las personas bebían Coca-Cola para sentirse sexy. O que el prototipo original de la Coca Cola era no solo alcohólico –Pemberton’s French Wine Coca–, sino que también contenía cocaína. “Tónico nervioso ideal, restaurador de la salud y estimulante”, rezaba la publicidad.
Cierto que la cocaína fue retirada de la fórmula en 1903, pero era todavía legal en ese momento, pues no sería prohibida hasta 1914. La Ley Seca obligó a Pemberton a retirar también el alcohol del vino de su fórmula, pero no sin antes promocionar su bebida como «el más maravilloso vigorizador de los órganos sexuales.» El lanzamiento de la Coca-Cola lo apoyó con lemas como “Tónico Cerebral” o “Bebida Moderada” (anti-alcohol), diciendo que curaba los dolores de cabeza, la ansiedad, la depresión, la indigestión y la adicción.
Más, incluso. La Coke se comercializó también como una cura para la disminución de la libido sexual. Todo ello por tan solo 5 centavos el vaso, equivalente a 1,26 dólares hoy.
Coca-Cola ocupa un papel determinante en la historia de la publicidad de la mano de Norman Rockwell, quien creó arte para los anuncios de Coca-Cola. Ninguna otra mara ha apostado tanto por la publicidad como infalible estrategia de éxito. Para millones de consumidores en todo el mundo, la imagen de la Navidad es Santa Claus vestido de rojo con su botella de Coca-Cola en la mano.
Por último, también en las relaciones raciales la Coca-Cola tiene su historia. En los años 50, los surtidores de soda estaban en el apogeo de su popularidad, con Coca-Cola como componente principal de bebida refrescante. Muchos establecimientos segregaban a los negros, por lo que muchos activistas por los derechos civiles, como el propio Martin Luther King, solían organizar sentadas en torno a las soda fountains.
Coca-Cola fue un elemento nada banal en el deshielo de las relaciones Este-Oeste. El principio del fin de la Guerra Fría bien puede decirse que lo impulsa la película Uno, dos, tres, una divertidísima comedia de Billy Wilder estrenada en 1961. Ambientada en Berlín de la Guerra Fría, míster MacNamara (James Cagney), jefe de ventas de Coca-Cola en la capital alemana dividida, se propone emprender la expansión comercial de la compañía al otro lado del Telón de Acero. De los desternillantes diálogos de esa comedia en estado puro entresacamos frases como estas de la discusión entre MacNamara y los tres miembros de la delegación rusa.
“No fórmula, no trato”
–»¡Ni hablar caballeros, la fórmula no sale de nuestra casa! Se la damos a ustedes y a los cuatro días la China comunista ya la tiene.»
–»¡Sin comentarios!»
–«Si no fórmula, no trato» –«¡Bien, no trato!
– “No nos hace falta, si queremos Coca Cola la inventaremos nosotros»
–«¿Ah, sí? En 1956 enviaron una botella de Coca a un laboratorio secreto de Moscú. Una docena de sus mejores químicos se volvieron locos analizando los ingredientes, ¿o no?»
–«¡Sin comentarios!»
–«En 1958 situaron a dos agentes secretos en nuestra oficina central de Atlanta para robar la fórmula ¿Y qué ocurrió? Que ambos desertaron y son ahora prósperos hombres de negocios que sólo roban al fisco, ¿o no?»
–«¡Sin comentarios!»
–«El año pasado sacaron ustedes una pobre imitación, la Kremlin Coca. Fueron a probarla a los países satélites pero ni los albaneses pudieron bebérsela. La usaron para bañar cabras, ¿o no?»
–«¡Sin comentarios!»
–«¡Así que o pasan por el aro o no hablamos más!»
–«Mi querido amigo americano, en toda negociación siempre hay un toma y daca… ¿Es que no se fía de nosotros?»
–«¡Sin comentarios!»
Coca-Colonización en Plaza de Castilla
A todo esto, la imparable carrera global de la Coca-Colonización celebra el 13 de abril de 1977 una etapa en Madrid cuya trascendencia un servidor modestamente intenta reivindicar con esta foto que hice al atardecer a la carpa del Circo de Moscú instalado en Plaza de Castilla en Madrid con un luminoso de Coca Cola en primer plano.
En España era tiempo de Transición. Coca Cola disponía de distintas factorías a lo largo y ancho del país –estábamos perfectamente “Coca-Colonizados”–, pero las relaciones diplomáticas con la URSS estaban todavía ‘verdes’ –se habían reanudado el 8 de febrero–. En dos meses –15J1977– se celebrarían las primeras elecciones democráticas. La pieza que faltaba por habilitar en el panorama político se había restituido con todas las de la ley cinco días antes del estreno del Circo de Moscú el8 de febrero: la legalización del Partido Comunista de España (PCE).
Actor pasivo de la Guerra Fría, lo cierto es que el país albergaba en el suelo patrio cuatro bases militares norteamericanas en Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón y Rota. Años más tarde, al fragor del debate OTAN, Sí – OTAN, No la ciudadanía no tuvo más remedio que sensibilizarse del hecho de que durante todos esos años los misiles que apuntaban a España eran los del Pacto de Varsovia.
“Pacem et circenses”
La presentación en Madrid, por primera vez, del Circo de Moscú, la más importante compañía circense de la Unión Soviética, y su primera compañía oficial, venía a significar, más que una edición más del manido “Panem et circenses”, una esperanzadora nueva versión de “Pacem et circenses”. Una vía de aproximación a la paz a través del circo. En cierto modo, una triple reconciliación del símbolo americano por excelencia, la esencia festiva rusa y la fiesta de la democracia en vías de recuperación en España.
Cuentan las crónicas de aquellas fechas que la presentación del Circo de Moscú en Madrid, con Ángel Cristo en la dirección y Popov, “el mejor payaso del mundo” como figura estelar, fue todo un acontecimiento.
Junto con Oleg Popov, «el payaso del sol», crítico, gestero, alegre, equilibrista y domador de mono, la noticia en El País daba cuenta de que “actuaba todo lo demás: trapecistas, equilibristas, domadores, músicos, malabaristas, osos, perros amaestrados, color y luces.”
ABC, por su parte, sin restar méritos a Popov, “quizá el mejor de los que actúan hoy en el mundo, algo enteramente nuevo en el mundo del circo”, afirmaba que “la verdad es que lo mejor es… el programa mismo, la conjunción de figuras. Hay grandes números.”
Por ejemplo, “el malabarista Ermakov, los increíbles acróbatas Rosa y Yuri Polnev, Ragatcheva y Vachaver, los perritos de Ermakov, que son algo nunca visto… La troupe Lapiado, sobre caballos admirablemente domados, el manipulador Pisarenko…”
Camino de cuarenta años después de aquel movido año 1977 de la Transición, la convergencia del Circo de Moscú y la Coca Cola en la madrileña Plaza de Castilla sigue ahí postulándose como una imagen de esperanza para el diálogo en el camino que, por más extremadamente proceloso, duro y sembrado de minas que se presente, es el que hay que andar: la construcción de la paz en el mundo.
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Manuel López, Aula FOTO. Enlace a los artículos publicados
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Entretenido artículo acerca de la «chispa de la vida» (que es de color marrón fuerte y más parece cafe burbujeante o mescolanza que una atrayente bebida para calmar la sed y sentirse bien, y para nada de aspecto saludable como una limonada).
De lo que he indagado, la fórmula inicial partió con objetivo medicinal o se usó en boticas (hoy en día los pediatras la recomiendan a los niños con diarrea, parece que por su buen contenido de potasio).Para entonces, nadie soñó seguramente en que se convertiría en una bebida.
El cuento, además, se pone más interesante porque la Pepsi, tiene el mismo origen pero con una diferencia de 13 años; se originó como tónico para curar la dispepsia, también el sur de EE.UU. En todo aspecto, yo afirmo que es idéntifica a la Coca Cola.
En lo personal dudo del ingrediente «supersecreto» de Coca Cola, porque mi percepción de consumidor es que son iguales con la Pepsi, me resultan igual; únicamente que prefiero Pepsi porque la encuentro más rica, más dulce (es más azucarada) pero ocurre que sencillamente la venden en menos lugares. En mercadeo, los de Atlanta son unos genios. Lo de la fórmula secreta la encuentro la mejor leyenda de fantasía mercantil exitosa arrasante.
Al menos yo creo que las dos bebidas Cola más notables, tienen tres «secretos» importantes: buen contenido de potasio, buen contenido de cafeína, buen contenido de azúcar. Con los dos primeros elementos uno se siente mejor después de beberla, y diría que son de bien rápida absorción y disponibilidad en el organismo; y si le añadimos el azúcar tenemos energía de uso inmediato. Las burbujas le añaden un tremendo glamour y sensaciones, ayudadas por la gigantesca publicidad.
(Hasta en programas TV de España, por Tevecable, he visto que las aconsejan para los conductores de vehículos para mantenerse más alertas cuando realizan extensas jornadas).
A este punto no sé si encontrar más geniales a los publicistas de cigarrillos (que nos convencen de consumir algo mortal en el largo plazo, manteniendo un hábito contra el cual no han podido las más intensas «campañas saludables de terror») que los dedicados a inducirnos a beber litros y litros de Coca Cola o Pepsi, en vez de jugos de frutas o leche, porque en realidad parecen menos dañiñas que el tabaco hasta lo que sabemos hoy y, sin duda, más «nobles» que el alcohol etílico.
¡Salud!
por suerte, los inteligentes tercermundistas descubrimos el complot, y denunciamos el mal absoluto que representa la coca cola, ¡ja!