Eso que dicen que se extraña desde la tristeza, es falso. La morriña es el suspiro de una alegría ausente cuando el alma se peina las canas con los dedos del viento de un buen recuerdo.
Eso que dicen que se festeja desde los triunfos, no es cierto. La felicidad es la sonrisa de una pena profunda que se despide del espíritu dejándolo en calma.
La poesía es la celebración de la memoria cuando abandona el tormento de la tranquilidad. Tal como descubriera Baudeleire en su viaje a Calcuta en 1841, la poesía es fauna silvestre: no puede vivir en cautiverio. Por más que en incontables ocasiones quisieran cercenarle las alas, restringirle el vuelo, los rítmicos versos o prosas hurañas son seres alados que conducen a la inmortalidad.
Es caligrafía inexacta que va del puerto al burdel, de la exaltación al lamento. Letra que profana sábanas y penetra cuerpos. Es la descarga de prueba de la osadía escribana.
Sin embargo, no puede haber poesía hoy sin justicia, sin reconocimiento de los movimientos sociales y sus luchas, sin reparación integral a las víctimas y personas desplazadas interna e internacionalmente, sin una batalla honesta y frontal contra el narcotráfico y la corrupción.
La expresión literaria no es éter que pueda quedarse esperando en alguna nube del horizonte, no puede ir de paso por la vida. Debe acoger entre sus líneas (que jamás serán límites) a quien padece, tiene hambre o habita aún en precarias condiciones; no es posible darse de baja: los poemas son siempre necesarios en las luchas sociales.
Los versos son llamarada que se interpone entre las ansias dispersas e innombrables y las razones que las convocan. Son la caricia tácita para quien de amor palpita, palabra apasionada de quien no se pierde el placer de escribir.
Cada día la poesía invita a acicalarse para seducir a la persona amada; despedirse sin premura pero con firmeza de quienes nos han acompañado un trecho del camino; reconocer los errores y ausencias sabiendo que jamás podrán corregirse porque el mal ya está hecho pero que quienes sufren por sus consecuencias agradecen la humildad de la disculpa; observar el vuelo de un albatros cruzando una bahía caribeña y admirar su paciencia y precisión al pescar; y, por supuesto, escribir un homenaje a algún poeta cuyos versos nos aprendimos antes de saberlos leer.