Te dejamos de ver en la pequeña pantalla. Se decía pequeña porque siempre fue pequeña. Aquellos que aspirábamos a ser periodistas nos fijábamos en los auténticos, en los de raza, en los que atisbaban dónde estaba la noticia y la convertían en información. Y tú fuiste una joven periodista pero siempre fuiste Concha.
Me recuerdo entrando en tu despacho cuando tenías 35 años. Te pedí que me explicaras por qué el periodismo, por qué tú. Era para un capitulo de mi tesis doctoral y tenía que hablar contigo. Porque eras tú. Tenía el honor de estar enfrente de ti y tengo dos imágenes tuyas que prometí entregarte y no lo hice. Y se las daré a tus hijos porque eras tú. La generosidad hecha pedazos, la bondad y el periodismo en una escaleta. Esa eras tú. La persona que transmitió en la pequeña pantalla junto a otro gigante de los informativos, Campo Vidal que ahora nos ha contado tu historia. En un día muy triste para él.
Y te fuiste como se van los grandes; en silencio y sin dejar rastro de tu enfermedad. Porque los que sufren están ya ahí en el reino de los cielos. Y tú no lo has debido pasar bien viendo como en la lucha, las cosas se tuercen y no tienes otra oportunidad. No importa que tengas algo más de cincuenta. Viene el tío Paco con las rebajas y se acabó lo que se daba. Y tú nos dabas mucho. Tu voz la recordaremos los que tenemos oídos y distinguimos entre los que nacen para ser periodistas y los que se hacen a base de ver a otros. Y tú eras un diamante que brillaba y en el que todos se reflejaban. Hasta la leucemia que se apoderó de ti. Te quiso tanto que se ha ido contigo y te ha llevado de la gran pantalla para siempre.
Porque empezaste tan joven que tienes ya una página enorme en la historia del periodismo que se extingue de éste, nuestro país. Y tú, siempre tendrás una sonrisa para nosotros, y siempre te recordaré cuando decías aquello de “a vivir que son dos días”… Y vaya si son dos días; eso, solamente lo sabemos los que hemos sufrido aquí unas cuantas veces. Vivimos y si vivir son dos días, ya hemos perdido uno con las miserias humanas, que son muchas.
Ahí no van nada más que al que llaman, y a ti te eligieron esta vez. Un diez de julio cuando el calor apretaba en levante y las hamacas estaban llenas de cuerpos expuestos al sol. La vida no es igual para todos y para tí en los dos últimos años no lo fue. Recuerdo que me dijiste el nombre de tus hijos que acababan apenas de echar a andar… Berta, la pequeña decías…y Lorenzo, que ya es más mayor. ¡Qué nombre tan bonito! Berta. Suena tan bien que siempre será la hija de Concha. Porque Concha ha habido muchas, pero García Campoy solamente tú.
Adiós querida. Nos vemos ahí arriba. Dios ahora ya está contigo.
De momento se van los mejores; me lo voy a hacer mirar.