Consumos y hábitos mediáticos

La lectura de periódicos, la escucha de espacios radiofónicos o la contemplación analítica de los espacios televisivos tienen mucho que ver con los hábitos. Se ve y se lee cuando existe, previamente y con continuidad, la costumbre. No es algo que podamos improvisar en algún momento de nuestras vidas. Además, el hecho de que la decisión sea nuestra nos hace mucho más libres. Es natural. La idea del ser humano es ir haciéndose poco a poco, con lo que aprende, con lo que comparte, con lo que le viene de sus ancestros. El aprendizaje tiene un alto componente de sacrificio y de entrega.

Recordemos que uno no se puede considerar auténticamente independiente y autónomo hasta que es capaz de tomar sus propias decisiones de compras, de ventas, de estudios, de consumos, de dedicaciones en el tiempo libre y en el ejercicio de la profesión, etc. Perseguir los conceptos de verdad, de objetividad, de buena intención no es fácil. Necesitamos ir poco a poco, consolidando actitudes desde una gran dosis de responsabilidad.

Está demostrado que hay un efecto mimético o emulador de lo que contienen los medios por parte de la sociedad. Cada año, los “media” ofrecen millones de imágenes con una realidad descarnada, con violencia gratuita, con guerras que parecen de ficción pero que no lo son, con violaciones de todos los derechos, con hambres y enfermedades evitables, con esos sub-mundos que crean los primeros mundos… Además, se ofertan en los diversos canales a través de unas formas descontextualizadas, sin explicar, sin dar las contrastadas opiniones que nos podrían invitar a entender lo que ocurre de verdad. No somos conscientes de ello, o no queremos serlo.

El hecho constatado en todos los estudios que al respecto se han hecho en las Facultades de Psicología de España es que, cuando hablamos de suicidios, cuando los aireamos, éstos crecen, a menudo más en las zonas donde se han dado. Cuando mencionamos violencias de diverso género, éstas, en vez de descender, se disparan, y a menudo de manera alarmante. El ser humano -una parte, al menos, y, aunque pequeña, tiene su peso- se queda de manera instintiva con estos desórdenes, que precisan sus contrarréplicas o contrapesos con el propósito de apartar y alejar los malos ejemplos. Ése es el quehacer “sociabilizador” en el que hemos de invertir mucho tiempo y actividades. Seamos más proactivos.

Somos, y esto es algo que debemos recordar, lo que vemos, lo que vivimos, lo que experimentamos en nosotros y de y en nuestro entorno. Los análisis indican que a los siete años, los niños y niñas europeos (imaginamos que en otros contextos es igual) han recibido millones de escenas violentas, que son aprehendidas por sus retinas, pero que difícilmente pueden entender con sus aún jóvenes mentes, que no terminan de comprender el porqué de todo esto, así como tampoco llegan a discernir el sinsentido de contextos donde, para ellos, es complicado diferenciar la realidad de la ficción.

Por los universales morales

Por desgracia, ante todo ello no hay un afán societario comprometido y claro desde el punto de vista de los conocidos como universales morales, que ya no se reconocen como antes, seguramente porque, en la saturación informativa, tocamos vehementemente unas fuertes cifras de desinformación. Por ende, las Administraciones Públicas deben esforzarse, mediante el sistema educativo y articulando las leyes que sean menester para que haya una auténtica protección de la infancia. Debemos entre todos interiorizar esta necesidad. Hemos de ir más allá de las leyes.

El dejar hacer no es una buena política, entre otras cosas porque, de vez en cuando, hay que procurar que interactúen los variados elementos, estamentos y entidades de una sociedad al objeto de corregir desequilibrios y de procurar que las minorías o determinados pensamientos vayan en pos de una libertad y de una autonomía vigorosa y siempre saludable.

Los medios comunicación son muy importantes como para no fijarnos mucho más en ellos. No es cuestión de controversias, sino de búsqueda de soluciones.

Juan Tomás Frutos
Soy Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, donde también me licencié en esta especialidad. Tengo el Doctorado en Pedagogía por la Universidad de Murcia. Poseo seis másteres sobre comunicación, Producción, Literatura, Pedagogía, Antropología y Publicidad. He sido Decano del Colegio de Periodistas de Murcia y Presidente de la Asociación de la Prensa de Murcia. Pertenezco a la Academia de Televisión. Imparto clases en la Universidad de Murcia, y colaboro con varias universidades hispanoamericanas. Dirijo el Grupo de Investigación, de calado universitario, "La Víctima en los Medios" (Presido su Foro Internacional). He escrito o colaborado en numerosos libros y pertenezco a la Asociación de Escritores Murcianos, AERMU, donde he sido Vicepresidente. Actualmente soy el Delegado Territorial de la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) en Murcia.

2 COMENTARIOS

  1. Para los que vivimos en el presente, las «realidades mediadas» son la realidad, y estas difieren de la «realidad concreta»; con lo cual para muchos la «enajenación» está a un paso y…sin darse cuenta. Frente a esto, la mejor «defensa» para un equilibrio, es despertar y fortalecer nuestra conciencia en un todo con más conocimiento por sí y para sí mismos.
    Y, efectivamente, como lo menciona el artículo hay que ir más allá de las leyes (estas por sí mismas no bastan), como fortalecer nuestros propios códigos morales, con virtudes de mayor universalidad y humanidad; incluso pasando por encima de códigos ideológicos, filosóficios, espirituales, etc., hasta ahora tenidos por inmutables e infalibles, que, en verdad, no los son.

    • Gracias, Abel, por tus comentarios. Estamos de acuerdo en que precisamos un esfuerzo mancomunado y de conciencia social, entre todos, respetando las individualidades. Un abrazo, y gracias por atender mis palabras.

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