Los ánimos están muy revueltos en los últimos tiempos. Hay una sensación de fin de ciclo, de fin de una época. Incluso certezas de que los tiempos están cambiando. Y no para bien.

La nave no deja de ser una representación a pequeña escala de la sociedad en la que vivimos. Es muy grande, hay personal de muchos países que se dedican a las labores de todo tipo que debemos hacer en nuestras misiones, desde personal científico hasta militar, desde técnicos de mantenimiento a agricultores, panaderos, cocineros, personal de limpieza y tratamiento de residuos. Informáticos y sanitarios, enseñantes de todos los niveles. Nuestra nave es un microcosmos ideológico y cultural.
No sólo los vientos solares nos afectan, también los que recorren la Tierra llegan hasta nuestra tripulación. Nuestro gobierno es un reflejo de los gobiernos de nuestro planeta, es un gobierno democrático, respetuoso con la legalidad y con los derechos de las personas, de todas las personas.
Si hay conflictos graves y han de intervenir las fuerzas de seguridad estas lo hacen para poner orden y, en su caso, poner a disposición de las autoridades judiciales a quienes han podido cometer cualquier tipo de infracción o delito. Pero es un sistema que evita en lo posible el uso de la fuerza y es muy garantista, es decir, respeto por la legalidad.
Pero todo esto también en nuestro pequeño mundo está saltando por los aires. La llegada al poder de los nuevos líderes mundiales que han usado los procesos democráticos para ser elegidos ha supuesto una deriva autoritaria que está socavando precisamente el sistema que les ha permitido llegar.
Son absolutamente irrespetuosos con los códigos y procedimientos democráticos, han desechado la diplomacia en el trato entre países, la legalidad internacional está siendo boicoteada cuando no directamente dinamitada. No quieren someterse a ningún control político, judicial, internacional, ni siquiera de la prensa. Sencillamente no creen en la democracia.
Las situaciones económicas extremas, paro, salarios bajos, problemas de vivienda, problemas de simple y llanamente subsistencia son utilizados, y a menudo provocados por sus políticas, para meter el miedo en la gente y justificar medidas que todo tipo que recortan los derechos más elementales con la justificación que ellos serán los únicos capaces de resolver estas situaciones, que insisto, en muchos casos han creado.
Estas tendencias políticas están generando un malestar, una inseguridad, un miedo a perder todo lo conquistado y la respuesta está siendo aupar a estos líderes en la esperanza de que todo volverá a ser como antes. Como antes en cada país, como antes en unos recuerdos que olvidan la realidad y sufrimiento de cada momento histórico.
Pero ya se encargan estos sistemas autoritarios de hacernos creer que en el pasado vivimos mejor. Y que la culpa de que no siga siendo así siempre la tienen los otros, ya sean políticos democráticos, migrantes que buscan una mejor vida o cualquiera que no piense como ellos. Y para conseguir lo que quieren están dispuestos a todo, incluso a la violencia.
Todo este ambiente hostil se respira en la nave. Los principales financiadores del proyecto, que son esos países que ahora están en deriva autoritaria, han recortado drásticamente su aportación al mantenimiento de la nave y sus investigaciones científicas, arrastrando a los demás países a una carrera loca hacia el abandono de líneas de investigación a favor de más gasto en defensa militar para defendernos de un supuesto enemigo que no encontramos en el espacio.
En la tripulación también cala este mensaje autoritario, violento y de odio. Cada vez más personas creen que los conflictos se solucionan con autoridad y sin contemplaciones; el diálogo, el acuerdo, el respeto al prójimo, a sus ideas, a sus creencias, son concesiones que no deben contaminar lo que ahora piensan y que deben conducir de nuevo a sus países a sociedades unificadas en lo político, en lo ideológico, en lo religioso, en lo sexual, sin fisuras, pureza de sangre que se decía antiguamente.
En la Tierra los trabajos penosos los hacen gentes venidas de países pobres, de los que han tenido que huir por causas políticas y económicas. Hacen una labor imprescindible ya que no solo sos esos trabajos, también se ocupan de las personas mayores y menores, de las residencias, de las cadenas de producción y de la construcción de nuevos elementos y espacios de la nave.
A algunas de estas personas se las reconoce rápidamente por su color de piel, por sus maneras de vestir o por sus forma de orar o respetar sus ritos religiosos. Pero así somos el resto de la tripulación, diversa cultural, religiosa, social o políticamente, en cómo vivimos nuestra sexualidad. Somos también diferentes físicamente.
Pero cuando estalla un problema de agresión, de violación, de robo en el que se ven afectadas personas a las que consideramos de las «nuestras» comienza la cacería contra los migrantes, contra los diferentes. Si la disputa es entre los nuestros o las nuestras ya se encargaran las fuerzas de seguridad y las judiciales en poner orden. Pero si el hecho violento es cometido, o supuestamente cometido, por «ellos» se acabó el estado de derecho y, creen que está permitida la violencia y tomarse la justicia por su mano.
Hemos visto escenas que nos ponen los pelos de punta. Agresiones en grupo a personas que simplemente tenían la piel más oscura. Proclamas directamente fascista llenas de odio y exclusión, clamando por un país uniforme donde solo tienen cabida ellos, supuestamente más blancos, pero que serían tratados igual en el país del Gran Hermano, porque para ellos nosotros somos más oscuros y nuestro apellido acaba en «z». Pobres, y peligrosos, ignorantes que maltratan a otros pobres que solo quieren sobrevivir.
Nuestro sistema tiene previsto y reglado como se debe actuar cuando alguien comete un delito, lo cometa quien lo cometa, que no es precisamente la venganza y la violencia; solo la autoridad que les hemos conferido a las fuerzas de seguridad y al sistema judicial puede actuar en estos casos para que se haga justicia, con todos sus defectos, pero es la única que garantiza los derechos y obligaciones de todas las partes (aunque estemos viendo episodios judiciales bochornosos tenemos que seguir confiando).
Debemos protegernos de los violentos, de los agresivos, de los que nos quieren imponer su visión del mundo y de la vida, debemos proteger nuestros derechos y nuestra diversidades, debemos elegir a las fuerzas políticas comprometidas con los valores de la democracia y los derechos humanos. La alternativa ya la hemos vivido y es trágica.



