El papel de director de una sucursal bancaria es duro, por mucho que los que acudimos a él pensemos lo contrario. Él va a ser el protagonista, junto con un cliente, de El crédito, de Jordi Galcerán, que se repone en el Teatro Maravillas.
Él tiene dinero, nosotros no. Él tiene la facultad de concedérnoslo, nosotros podemos ponernos de rodillas, llorar, suplicar, todo inútilmente si no disponemos de los avales necesarios que garanticen que estamos en condiciones de devolverlo. Y punto. Se acabó la conversación. En apenas un minuto, no nos queda ni una duda.
Pero eso nos sucede a nosotros, pobres mortales sin ideas comidos por la miseria y la costumbre de perder. En manos de un creativo y de un par de buenos actores, la situación se puede revertir de lado a lado y salir de allí triunfantes con el crédito en la mano, por mucho que el capitalismo mundial y el neoliberalismo actual, subidos a lomos de la crisis galopante, nos quieran aplastar con su lógica.
Por eso esta entrevista del suplicante de un crédito con el director de la sucursal bancaria a la que acude (seguramente la enésima, después de haber acudido a otras, sin resultado) no dura un minuto -ese minuto inicial en que sólo se habla de euros o de cosas traducibles en euros- sino que se prolonga durante algo más de una hora abriendo un universo de posibilidades para los dos personajes. Sus vidas cambiarán de allí en adelante radicalmente, de manera que ya nunca serán los mismos.
Es lo que pasa cuando se obliga a alguien- en este caso un director de banca- a mirar a la cara a aquellos que dependen de sus decisiones, algo que ni ellos ni nosotros los demandantes de crédito estamos acostumbrados a hacer. Y en los bancos se toman decisiones que afectan a mucha gente, muchos de los cuales apenas tienen cara, pero también en otras profesiones, y hasta en la vida diaria de cada ciudadano, debería ser materia de reflexión.
Por eso, por plantear estas cuestiones de manera jocosa pero ineludible, certera, El crédito es uno de los mayores éxitos de Jordi Galcerán, galardonado con el VIII Premio Valle-Inclán de Teatro otorgado a Carlos Hipólito y el Premio Ceres 2014 al Mejor Autor Teatral del Festival de Mérida. Ésta es ya su tercera temporada y el lleno absoluto de la sala desde el primer día de su reposición en el Maravillas, no hace más que confirmarlo como uno de los éxitos más destacados del autor.
La gente que llena la sala pide silencio ante cada nueva risa después de reír ellos mismos. No quieren perderse la siguiente réplica que puede, no hay duda, alterar el curso de los hechos y perderse el giro radical. Por suerte, los dos actores saben muy bien lo que está cociéndose y no dejan que aminore el pulso en los finales de frase. Todo el juego verbal habla del valor de la palabra que, sin embargo, ¿quién lo ha dicho?, «no es traducible en euros que se materialicen en un crédito». Eso lo sabemos y lo afirmaríamos encantados sin rechistar, sobre todo si se aplica a otro cuyo destino nos tiene sin cuidado.
Por ello, tal aserto sólo se puede afirmar con prontitud al principio de la función. Poco a poco, y merced a esa habilidad del texto y de los actores, veremos cómo la palabra sí se puede traducir, si no en euros, sí al menos sustanciarse en algo por lo que el otro estará dispuesto a dar todos los que tiene y hasta los que no tiene. Que aunque los euros no son suyos, ni falta que hace pero a quién le importa, nos los dará.
Divertida, ingeniosa, actual, fresca y desenfadada (los tacos no son ningún problema) y con un par de actores que se complementan maravillosamente en escena y que no la abandonan nunca, la hora larga se convierte en una delicia para el disfrute de ver, como en un espejo, lo que nos ha pasado alguna vez o lo que puede estar a punto de ocurrirnos a nada que nos descuidemos.
Nunca abandonan la escena Antonio y Gregorio (que así se llaman en la ficción Hipólito y Merlo), nunca, porque cuando esto ocurre, durante esos breves segundos en que uno de los dos se esfuma después de una réplica que ha arrancado un aplauso, el video nos ofrece su imagen exhausta reponiéndose, lavándose la cara en un grifo, secándose el sudor con una toalla marrón… Compartiendo luego ambos esa misma toalla en escena porque, ay, ha cambiado todo tanto que las cosas no están ya para andarse con remilgos… No me resisto a copiar el resumen ofrecido por el autor:
Si eres director de una sucursal, hoy en día, las cosas pueden llegar a complicarse de manera alarmante. Y es que hasta ahora, en nuestro civilizado mundo, cuando alguien necesitaba dinero iba al banco y pedía un crédito. La mayor parte de las veces tú se lo concedías, pero si no era así, callaban y volvían para su casa, cabizbajos, conformados, pensando que las cosas iban muy mal, que el crédito no fluía y te dejaban en paz. Hoy ya no puedes confiarte. Hoy, quizás, cuando les niegues el crédito ya no se irán para casa con el rabo entre las piernas. Hoy quizás se plantarán delante de ti y mirándote a los ojos, pondrán las cartas sobre la mesa y te dirán que son ellos los que tienen la sartén por el mango, que si no les das el dinero tomarán medidas, medidas de gran potencia. Nada violento, no, hasta ahí podríamos llegar, pero hoy, si no les sueltas la pasta, quien sabe si la amenaza será cierta y llevarán a cabo esa acción que puede convertir tu vida en una auténtica catástrofe.
- Título: El Crédito
Autor: Jordi Galcerán
Reparto: Carlos Hipólito y Luis Merlo
Dirección: Gerardo Vera
Escenografía: Alejandro Andújar
Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo
DIseño audiovisuales: Álvaro Luna
Producción: Nicolás Belmonte, Carlos J. Larrañaga
Teatro Maravillas (Malasaña)
Horario: miércoles jueves y viernes a las 20.30h, sábados a las 19.00h y 21.00h y domingos a las 19.00h.
Entradas desde 16 euros