Crisis en el Golfo, escalada de la tensión o negociación

James M. Dorsey[1]

El parlamento de Turquía acelera esta semana el envío de unos 3000 efectivos a Catar (Qatar), sede de su base militar de Medio Oriente. Seguro de reforzar la disposición de ese país de resistir a la presión de Arabia Saudita y de Emiratos Árabes Unidos para que cambie sus políticas, una reacción de Ankara que obedece a las señales de que el reino y sus aliados buscan debilitar al gobierno catarí del jeque Tamim bin Hamad Al Thani.

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Tamim bin Hamad Al Thani en la Universidad de Georgetown

Los riesgos para ambas partes enfrentadas en el Golfo no podrían ser más altos.

Arabia Saudita y Emiratos no pueden fallar en su esfuerzo de presionar a Catar después de romper relaciones diplomáticas e impulsar a varios países árabes, entre otros, a hacer lo mismo y declarar un boicot económico que también apunta contra el suministro de alimentos de ese pequeño país.

Asimismo, Catar no puede ceder a las demandas de Arabia Saudita y Emiratos porque sería una humillación para él y lo convertiría, además, en su vasallo.

El despacho de tropas turcas, así como la oferta de Turquía e Irán de ayudar a Catar a contrarrestar el impacto del boicot, ayudándolo a cubrir sus necesidades en materia de alimentos y agua, presentan a la crisis del Golfo y a la guerra indirecta de Arabia Saudita con la república islámica como una lucha política más que como un enfrentamiento sectario.

El freno de Turquía, sunita, y de Irán, chiita, a la campaña saudí-emiratí socava el esfuerzo del reino, que busca presentar su rivalidad con Irán como un conflicto sectario y una lucha de poder.

El envío de efectivos y el surgimiento de una alianza pro Catarí, opuesta a la de Arabia Saudita, alivian la presión que soportan los países musulmanes no árabes de tomar partido. Al redoblar la apuesta, Turquía e Irán podrían contribuir a los esfuerzos para encontrar una solución política a la crisis.

La decisión de despachar tropas rápidamente a Catar después de que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, condenara el intento saudí y emiratí de aislar a ese pequeños país y diezmarlo mediante sanciones. El mandatario alertó de que esa iniciativa no lograría resolver los problemas y se comprometió a hacer todo lo posible para poner fin a la crisis.

Kuwait ya trata de sortear la brecha entre los países del Golfo y Catar, mientras que Estados Unidos y Alemania llamaron a una solución política. Por su parte, el canciller iraní Javad Zarif tiene previsto viajar a Ankara para analizar posibles soluciones a la crisis.

Pero eso podría resultar más fácil decirlo que hacerlo.

Arabia Saudita y Emiratos quieren evitar que se repita la situación de 2014, cuando Catar no dio el brazo a torcer frente a sus demandas de dejar de financiar a grupos islamistas armados, aun tras la retirada de los embajadores saudí, emiratí y bareiní de Doha. Los tres países debieron volver a mandar a sus representantes después de nueve meses sin logros que mostrar como resultado de esa medida.

Además, las autoridades de Arabia Saudita y de Emiratos se jugaron su credibilidad al optar no solo por romper relaciones diplomáticas con Catar, sino al imponerle un duro boicot.

De hecho, Emiratos, al parecer preocupado de que el boicot, en especial porque afecta al suministro de alimentos, pueda suscitar críticas internas, expresó su simpatía hacia Catar diciendo que había cometido un delito que le valdría 15 años de cárcel y una multa de por lo menos 136.000 dólares.

Alrededor de 40 por ciento de las importaciones de alimentos de Catar, que ascienden a 1000 millones de dólares al año, llegaban a ese país desde Arabia Saudita hasta que estalló la crisis esta primera semana de junio.

Otro elemento que también redobla la apuesta es que un Catar capaz de resistir a la presión saudí-emiratí contribuiría, de hecho, a la conformación de un bloque musulmán en Medio Oriente alineado con todo lo que Arabia Saudita y Emiratos buscan derrotar.

Inevitablemente, los lazos más estrechos de Catar con Turquía e Irán, con los cuales los estados del Golfo comparten el mayor yacimiento de gas del mundo, se convertirán en un variable de la geopolítica de Medio Oriente.

Irán ya ayuda a Catar, no solo con alimentos, sino al permitir que los vuelos de Catar Airways hacia Asia atraviesen el espacio aéreo iraní y eviten los de Arabia Saudita, Emiratos y Baréin, que les fue prohibido.

Además de demostrar que Catar no está solo, el despacho de tropas turcas busca disuadir a Arabia Saudita y a Emiratos de una intervención directa en ese pequeño país del Golfo.

Turquía y Catar hace tiempo que comparten similitudes políticas. Ambos países soportaron revueltas populares en 2011, cuando se propagaron por numerosos estados árabes.

En cambio, Arabia Saudita y Emiratos hicieron todo lo posible para desbaratar su éxito, incluso ayudar a orquestar el golpe militar de 2013 en Egipto para derrotar a Mohammed Morsi, miembro de la Hermandad Musulmana y el primer presidente elegido en las urnas. También ayudaron a las autoridades de Baréin a aplastar violentamente la revuelta popular en su país.

Turquía y Catar apoyan a la Hermandad Musulmana, a los que se rebelan contra el presidente sirio Bashar al Assad y a grupos islamistas en la dividida Libia. En cambio, Emiratos y Arabia Saudita, además de Egipto, respaldan al gobierno libio de Tobruk, reconocido internacionalmente, que se les unió y también rompió relaciones con Catar.

De hecho, Turquía instaló una base militar en Catar con unos 150 efectivos, la primera que tiene en Medio Oriente, en el marco de un acuerdo suscrito con ese país en 2014. Desde entonces, varios funcionarios han declarado que elevarían el número a 3000.

La medida de Turquía de acelerar el envío de más efectivos a Catar siguió a la declaración del canciller emiratí Anwar Gargash de que no se «podían descartar medidas adicionales. Esperemos que prevalezcan las cabezas más frías y no lleguemos a eso».

Tras acusar a Catar de ser el «principal promotor del extremismo y el terrorismo en la región», Gargash insistió en que «no se trata de un cambio de régimen, sino de cambio de política y cambio de enfoque».

Diarios egipcios, emiratíes y saudíes, ninguno de los cuales es conocido por gozar de verdadera independencia, informaron en los últimos días que aumentaba la oposición interna contra el emir qatarí Tamim.

«Hace tiempo que nos callamos sobre las prácticas irracionales del régimen de Catar», declaró al diario egipcio Youm7 el jeque Saud bin Nasser al Thani, un miembro poco conocido de la familia gobernante, que se cree representa a 20 por ciento de los ciudadanos de ese país pequeño.

El periódico también informó que opositores al jeque Tamim crearían un diario de oposición en Londres, encabezado por el jeque Abdelaziz Bin Jalifa Al-Thani, tío del emir y exministro de Petróleo y Finanzas, acusado de participar en un intento de golpe de Estado de oficiales catares en 2011 para derrotar a Hamad bin Jalifa Al Thani, padre y predecesor del jeque Tamim.

El diario emiratí The National informó de que abogarán por una política qatarí de acuerdo con los reclamos saudíes y emiratíes, como frenar las actividades de la esposa del jeque Hamad, la jequesa Mozah Al-Misnad, quien encabeza la Fundación de Catar, congelar las relaciones de ese país con Irán, poner fin a su apoyo a los islamistas de Libia y Egipto y expulsar a líderes islamistas de esa nación del Golfo.

«En nombre del pueblo qatarí, ofrecemos nuestras mayores disculpas al pueblo de Arabia Saudita, Emiratos, Kuwait, Baréin, Egipto, Yemen y otros agredidos y perjudicados por el régimen qatarí», pidió el jeque Saud en un comunicado publicado por Egypt Today.

«Queremos informarles que el pueblo qatarí no aprueba las políticas nacionales que buscan romper la unidad árabe», apuntó.

«Los catares se preguntan si esto terminará con un cambio de las propias autoridades de Catar», añadió Sultan Sooud Al Qassemi, destacado intelectual liberal, coleccionista de arte y empresario, además de miembro de la familia gobernante de Sharjah, uno de los Emiratos Árabes Unidos.

Antes, Salman al-Ansari, presidente del Comité de Asuntos de Relaciones Públicas Saudí-Estadounidense, una institución con sede en Washington, advirtió al jeque Tamim que podría seguir el mismo destino que el derrocado presidente egipcio Morsi.

A pesar de la información de la prensa árabe, hay pocos elementos para evaluar la posibilidad de que aparezca un respaldo a la oposición del jeque Tamim entre militares o la población dentro de Catar, que al igual que los otros países de la región ejerce un fuerte control sobre los medios de comunicación, aunque no ha impuesto las penas draconianas en contra de la libertad de prensa y de expresión, aprobadas esta semana en Emiratos.

Mientras, Catar y Turquía esperan que la presencia sustancial de más efectivos, y no por el hecho de que también se encuentren 10 000 soldados estadounidenses apostados en la mayor instalación militar de Estados Unidos en Medio Oriente, complique, o al menos modere, cualquier plan para forzar una salida del jeque Tamim.

«Los catares no deben contar con que la base sea una garantía o una suerte de protección estadounidense ante un conflicto con Arabia Saudita. Creo que los estadounidenses elegirían estar del lado de Arabia Saudita por encima de cualquier otro país de la región», declaró Al Qassemi.

  1. James M. Dorsey es investigador de la Facultad de Estudios Internacionales S. Rajaratnam y uno de los directores del Instituto de Cultura de la alemana Universidad de Wurzuburgo.
  2. Traducido por Verónica Firme
  3. Publicado inicialmente en http://ipsnoticias.net
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