La sede de los grandes espectáculos de danza, el Teatro Villamarta, ha presentado en este especialísimo XXI Festival de Flamenco jerezano de 2017, las noches del viernes 3 y del sábado 4 de marzo, dos estrenos de coreografías muy diferentes, pero ambos sin duda entre lo mejorcito del festival. El Encuentro de David Coria, un ballet de danza española contemporánea, a ratos simplemente danza contemporánea y el Baile Moreno de Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito, un ballet flamenco o nuevo flamenco, que como es habitual en sus trabajos deja huella.
El sevillano David Coria, es un joven pero ya maduro artista, con amplia experiencia adquirida con Aída Gómez, el Ballet Nacional de España, Ballet de Andalucía y colaboraciones en varias otras importantes compañías. Seguramente estas experiencias avalan su maestría como coreógrafo, como queda patente en este Encuentro.
Once artistas en escena: Florencia Oryan, Paula Comitre, Rafael Ramírez y la colaboración de Ana Morales, bailarines; al cante Antonio Campos y Miguel Ángel Soto El Londro; guitarristas del calibre de Jesús Torres y José Luis Medina. Percusión de Daniel Suárez y tambores de Antonio Campos. Sobre una idea y coreografía de David Coria.
El artista ofrece una sinopsis del ballet basada en una letra del poeta Farid al-din Attar:
La puerta estaba cerrada./ ¿Quién es?/ Soy yo./ No te conozco./ Y la puerta siguió cerrada.
Al día siguiente:¿Quién es?/ Soy yo./ No sé quién eres./ Y la puerta siguió cerrada.
Y al otro día: ¿Quién es?/ Soy tú./ Y la puerta se abrió.
Con Encuentro, David Coria sorprende positivamente con una escenografía minimalista, con varios focos de luz en alto y en ambos laterales. Evidentemente se juega con la iluminación, pero la mayor parte del tiempo la escena permanece luminosa, nada del tenebrismo al uso, ni complejidades estructurales lumínicas. Minimalismo y eficacia, para lucimiento máximo del movimiento en escena de los artistas, con composiciones coreográficas armónicas y bellezas simétricas y geométricas. Así de fácil es describir cómo se desarrolla la acción/movimiento por el escenario de este ballet que refleja la experiencia de Coria en danza española contemporánea, con sus toques de raíz flamenca, y ocasiones puntuales de danza contemporánea internacional. Rico vestuario con hermosos contrastes de colorido. Alta calidad técnica en la danza. Resultado: Un espectáculo para disfrutar de libertad y belleza, como suma de todos sus elementos.
En este Encuentro cada uno cuenta una historia. Historias entrelazadas que no se relacionan en un contexto de conversaciones entre personas. A decir del guitarrista Jesús Torres aquí se ha planteado un concepto nuevo y contrario a lo habitual. Es el baile el que va empujando a cantaores y guitarristas hacia caminos no transitados anteriormente.
En el transcurso de hora y media, el espectáculo presidido por una gran diversidad de ritmos, se mueve del pasodoble al swing, de los palos flamencos a los juegos de percusión. Notables los cantes de Antonio Campos y El Londro acompañados por la sabia guitarra de Jesús Torres, en los que se suceden los romances del siglo XIX, los cantes festeros y solemnes por caña, tanguillos, alboreá y una ronda de martinete que marca un punto de inflexión. Marca distancias el cantaor jerezano El Londro con su rotundo Vino Amargo en homenaje a Rafael Farina. Por la expresión dancística van discurriendo historias de amor y desamor, sensualidad y hostilidad, indefinición y soledad. Emociones expresadas por medio de la danza, hasta la farruca que borda David en solitario a los acordes de la guitarra de Torres. Los tangos casi porteños llenos de sensualidad de Ana Morales; en las escenas grupales priman la belleza de la danza y el virtuosismo en la composición. La teatralidad, presente de principio a fin alcanza su punto álgido con ese inesperado y sorpresivo brindis final a la americana con una música muy conocida a la que no logro poner título.
David Coria es un gran bailaor/bailarín. Con este ballet se asegura una excelente acogida dondequiera que lo presente. Aquí le han aplaudido varias veces a lo largo de la representación y al final no han faltado las palmas por sevillanas. Éxito en el estreno, seguro éxito en la continuidad.
Farruquito y su Baile Moreno
Desde dondequiera que esté Juan Fernández El Moreno, el padre que perdió de forma trágica Farruquito con diecinueve años de un infarto fulminante, mientras ambos actuaban en un teatro de Buenos Aires, se habrá sentido complacido con este homenaje a su memoria que presentó el sábado 4 de marzo 2017 en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera.
Farruquito comparte protagonismo con sus primos Juan Antonio Fernández Montoya El Barullo y Antonio Moreno El Polito y con Gema Moneo y Marina Valiente en el cuerpo de baile; al cante Antonio Villar, Pepe de Pura y Encarna Anillo. Su guitarrista habitual Raúl Vicenti, el chelo de Barnabás Hangonyi más el percusionista jerezano Ané Carrasco.
Y por supuesto su hijo Juan que con cuatro años mal contados ya apunta maneras.
De ballet flamenco y nuevo flamenco puede definirse este espectáculo familiar, que empieza por una nana morena con cunita y bebé de mentirijillas y termina, como fin de fiesta, por otra nana y bebé ya crecidito, el pequeño Juan Fernández que a su corta edad ya sabe cual será su profesión de ahora en adelante. Y ahí está papá para certificarlo.
Entre las dos nanas, con coreografías más elaboradas que en otras ocasiones, con despliegue de iluminaciones sectoriales chiaroscuristas, con gran protagonismo de compás a los bailes, guitarra generalmente escondida tras el espacio en sombra y cantes por todos los palos que van discurriendo por el tiempo/espacio escénico, con gran protagonismo de Encarna Anillo; por seguiriyas, bulerías, tangos, alegrías, alboreá y soleá. Algo muy clásico, pero muy especial gracias al toque fuertemente emocional que siempre imprime Farruquito a sus cosas. Y en esta ocasión de reencuentro con el padre en un escenario, que quince años atrás en otro escenario atravesó el umbral de la vida a la muerte, lo especial raya el límite.
Tenía quince años cuando compuso su primera coreografía. Ahora, veinte años más tarde, sin abandonar su ya mítico rol protagonista pletórico de elegancia, naturalidad, saber estar, capacidad y técnica dancística en las que se supera día a día, incorpora todo un cuerpo de baile, masculino y femenino para recrear el ambiente familiar. Y dan la talla con creces.
Parte del homenaje al padre, amante de los caballos y de la vida en la naturaleza, es el vestuario masculino, vestuario de campo, aunque recuerda, hay que decirlo, a campesinos de geografías muy lejanas a Andalucía. Hay algunos hitos esta noche, como la danza de los hombres por seguiriya con el vistoso y bien logrado juego de bastones. La danza del amor, la boda y la muerte. O la escena en el bar La bulería, con el compás de nudillos sobre la madera de la improvisada barra, las copas a las que se une el maestro entrando solemnemente por la izquierda de la escena, con ese caminar que es danza lenta, a la escucha del cante, la guitarra invisible al fondo y el arranque al baile de los tres primos al que se va uniendo todo el elenco formando un cuadro flamenco de tablao de toda la vida, con iluminación brillante. Y su solo de baile sin más música que el compás que le hacen todos.
Preciosa Alboreá La calle amores, con ese cortejo lento, amoroso, emocionante, seguido de boda y baile de bodas. La soleá final que sigue es el reverso de la medalla, cuerpo de tristeza en la procesión funeral avanzando por la escena, persiguiendo el baile racial, virtuoso del maestro. Hay lamento de despedida en esa danza lenta de los bailaores y bailaoras, inmersos en luz roja. Farruquito zapatea recorriendo el escenario hasta fundirse con esa otra nana de fin de fiesta, en la que hace su aparición el niño, pequeño bailaor, estampa de futuro de la estirpe Farruca. Es el fin del homenaje al padre, al pasado, ahora es el momento del saludo al futuro Moreno a través del vínculo que representa Farruquito como eje entre generaciones.
El espectáculo conmueve a los de aquí, a los que conocen la historia y a los que vienen de lejos que no la conocen. Palabra.