El 12 de marzo fue elegido por la ONU para conmemorar el Día Mundial del Glaucoma; una grave enfermedad visual en la que no hay síntomas hasta que se ha manifestado la pérdida de visión.
La detección precoz es la única vía que tenemos para advertir que no tendremos glaucoma, así como la vigilancia de la PIO (presión intraocular ojo) al menos dos veces al año si tenemos más de 50. Los datos son alarmantes si consideramos que es la segunda causa más común de ceguera, y que afecta a 4.5 millones de personas en el mundo. La previsión demoledora es que serán más de once millones de afectados en 4 años. ¿Y quién puede padecer glaucoma? Existen factores de riesgo que precipitan el desarrollo de la enfermedad, siendo la presión intraocular elevada el único factor de riesgo modificable.
La edad, la raza africana, los diabéticos, los hipertensos oculares, el grosor corneal, los antecedentes familiares, el grado de miopía, son factores a tener en cuenta, máxime cuando más del 50 % de la población española no se hace una revisión hasta que tiene una presbicia avanzada y ya no le sirven las gafas autograduadas.
Recordamos que la visión de cada persona es única y los «apaños» a la hora de autoevaluarse no es lo más recomendable. Es preciso tener un fondo de ojo hecho, una revisión de la PIO y sobre todo, una valoración por un oftalmólogo al menos una vez al año.
La presión interna del ojo (presión intraocular o PIO) depende de la cantidad de fluido que se encuentre dentro del mismo. Si el sistema de drenaje del ojo funciona correctamente, el fluido saldrá libremente sin acumularse. Así mismo, la producción de humor acuoso en cantidades adecuadas mantiene la salud del ojo. Su PIO puede variar a lo largo del día pero, por lo general, se mantiene dentro de un rango que puede manejar el órgano. Por ello, en la mayoría de los tipos de glaucoma, el sistema de drenaje del ojo se tapa y el fluido intraocular no puede drenar. Al acumularse, causa un aumento de presión en el interior del ojo que daña al nervio óptico, muy sensible, llevando a la pérdida de la visión.
Si la presión se mantiene muy alta por demasiado tiempo se puede dañar el nervio óptico, ocasionando pérdida de visión.
Pueden padecerlo desde niños hasta adultos, pero es más frecuente su aparición a partir de los 50 años. La lesión del nervio óptico avanza, y cuando el paciente nota una pérdida de campo visual entonces considera que algo le está pasando. Ese problema, ya irreversible, se puede detectar con antelación si se hacen los considerandos anteriormente expuestos. La visión borrosa, el dolor de cabeza, los vómitos, náuseas y la aparición de halos de color arcoiris alrededor de luces brillantes, así como la pérdida repentina de la visión, pueden ser, entre otros síntomas, una alarma de que algo no va bien. El glaucoma no avisa; la ceguera, tampoco.