«Multimillonarios filántropos como Jeff Bezos, Michael Bloomberg o Bill Gates, celebridades como Leonardo DiCaprio, Arnold Schwarzenegger o Al Gore, [que se presentan] rodeados de expertos, representantes de organizaciones gubernamentales (ONG), fundaciones, círculos de reflexión y científicos, tienen un discurso crítico sobre el capitalismo fósil; pero consideran que éste puede ser reformado hasta convertirlo en verde, en sostenible, incluso consideran que es el mejor sistema para llevarnos hacia un mundo con bajas emisiones de carbono», declara el politólogo Edouard Morena (Le Monde, 18 de abril de 2023).
Morena publicó hace poco Fin du monde et petits fours (editorial La Découverte, París, 2023), tras referirse en un libro anterior al elevado precio de la lucha contra la crisis climática (Le coût de l’action climatique, 2018).
En esta misma publicación, he dedicado varios textos al vocabulario hipócrita (de líderes políticos, empresas de la energía y similares), quienes cada día utilizan todo tipo de conceptos verdes para defender intereses poco defendibles desde el punto de vista de la ecología y el interés general.
Edouard Morena describe la ideología de algunas élites concienciadas de la crisis climática, que se oponen al negacionismo climático, pero que esconden sus objetivos particulares mediante discursos limpios para influir en la dirección que llevamos en la lucha contra el cambio climático.
El autor es Jefe del Departamento de Estudios Internacionales en la sede parisina de la Universidad de Londres y considera establecida la ideología liberal o neoliberal de dichas élites. Una franja ultraminoritaria de la población mundial, los maxirricos, que no aspiran probablemente nunca a la existencia de una administración estatal segura, bien dotada y volcada hacia el logro de una mayor igualdad igualdad y justicia social.
Se trata de filántropos que, sin embargo, tienen necesidad del Estado, pues requieren «un enorme apoyo financiero estatal que garantice sus inversiones en el período de transición hacia un mundo con bajas emisiones de carbono». Eso pasaría (pasa), según ellos, por una reducción de impuestos, por la facilitación del crédito financiero que precisen, por la cooperación estatal con el capital privado.
En dichas prédicas y prácticas, hay una visión justa de las urgencias, sí; también una gran presión para que no nos alejemos de los «mecanismos del mercado, de [determinadas] tecnologías, de [ciertas] innovaciones, que dejan poco espacio para la justicia social», concluye Edouard Morena.
El objetivo sería lograr que se delegue esa transición en el sector privado, mientras lo público asume los costes financieros «sin verdadero control democrático […], colectivizando los riesgos y privatizando los posibles beneficios».
En Europa y América, los Trump, Orbán, Meloni, Bolsonaro, etcétera, han alcanzado tal vigencia en cabeza del movimiento negacionista (anticrisis climática) que han conseguido algo singular: los Bill Gates y Jeff Bezos de turno parecen estar en el lado bueno de la historia. Según Morena, eso incluye su voluntad de reducir el nivel del debate «para justificar la idea de que no tenemos tiempo para interrogarnos sobre el tipo de transición que queremos».
Un panorama en el que se pierde la perspectiva democrática de la urgencia de las políticas sociales profundas, de los sistemas públicos de salud y de la enseñanza pública, además «de un verdadero servicio público creado para fomentar las energías verdes ».
De modo que la agenda pública de la crisis climática debe imponerse contra los negacionistas –digamos trumpianos–, pero no únicamente contra ellos.
El debate contra el negacionismo tópico debe continuar, sin excluir la crítica meticulosa de esa meliflua filantropía que se autoconsidera verde.
Los maxirricos tienen una idea propia de las políticas climáticas que está seguramente muy lejos del interés general.
Una idea –la suya, desde luego– que no está reñida con sus negocios planetarios.