Una transición de risa
Ahora todo el mundo habla de un Partido Popular que nada en la abundancia, con una sede en la calle madrileña de Génova que es un primor, arreglos baratos incluidos.
Pero el periodismo ha de contar toda la verdad, y no solamente una parte de ésta. Por eso podemos afirmar que el Partido Popular, como los primeros cristianos, estuvo recluido un tiempo en las catacumbas de este antiguo Majerit que es el actual Madrid, porque era una organización política pobre, sin recursos, y de ahí parecen venir, etimológicamente, su nombre y sigla de PP, o partido pobre.
Y así como el emperador Nerón metía a los cristianos en el circo, el entonces jefazo de los populares, un tal Manuel Fraga, que venía de Alianza Popular luciendo tirantes, a la hora de celebrar los congresos metía a los suyos en un restaurante del barrio madrileño de Cuatro Caminos porque el presupuesto no daba para más y había que ahorrar hasta la última peseta.
Practicando con el ejemplo, en la clausura de cada congreso popular la nueva junta directiva se marcaba unos bailes populares en el escenario del chiringuito para animar al personal con la promesa de que llegarían tiempos mejores, como efectivamente así ha ocurrido.
Hay que advertir que, a falta de presupuesto, los trajes los prestaba la Sección Femenina o los Coros y Danzas de Muñeiras, por lo que no es de extrañar que a algunos no les sentara demasiado bien, como podrán comprobar.