Dada la importancia que tiene el envejecimiento cutáneo en la actualidad, es interesante resaltar que existen determinadas afecciones de la piel que se presentan y que no siempre se tratan debidamente. Afecciones cutáneas que no nos parecen importantes ya que no representan las arrugas per se pero que si pueden producirnos una situación complicada que debe tratarse como es la cuperosis o rosácea.
Sabemos que el envejecimiento ha sido y sigue siendo una constante contra el que no podemos luchar. Este proceso progresivo, irreversible, intrínseco y universal, que padece todo ser vivo, como expresión de la interacción entre la genética del individuo y su medio ambiente hace que el envejecimiento sea una de las mayores ambiciones del ser humano, en consecuencia combatirlo representa un desafío para la medicina actual y la cosmética en particular.
Si bien tienen lugar procesos que aceleran el mismo, existen una serie de cambios morfológicos; finas arrugas, neoplasias benignas, disminución de queratinocitos basales, (lo que dificulta la cicatrización de heridas), disminución del contenido acuoso de los tejidos con la edad, (disminuye el estado de hidratación de la piel y por tanto su función barrera así como el fotoenvejecimiento que se acelera cuando exponemos nuestra piel al sol durante horas. Esto da lugar a un envejecimiento acelerado, arrugas marcadas, neoplasias benignas y muchas malignas, nevus, piel amarillenta o con manchas, entre otras cuestiones. +
La disminución del colágeno, la desaparición de las fibras elásticas de la dermis, la disminución del ácido hialurónico así como el aumento de la presencia de proteglicanos hace que necesariamente se note que vamos haciéndonos mayores.
En este sentido, la cuperosis o rosácea que no es un signo de edad, pero sí una afección dermatológica, suele aparecer en un tipo de piel blanca, sensible y transparente. Esta se puede prevenir con crema de forma que las pequeñas dilataciones capilares de color rojizo por la rotura de las microvenas que causan telas de araña o telangiectasias, no se multipliquen.
De igual forma, se puede también evitar la exposición al viento, frío intenso, calor excesivo entre otras situaciones extremas que contribuyen al desarrollo de la misma. Tabaquismo, alcohol, estrés, bebidas estimulantes, mezcla de medicamentos, corticoides, etc. hacen que la llamada rosácea permanezca en nuestras mejillas, nariz barbilla o escote. Ardor, escozor, quemazón, dependiendo de la zona y la agresión que ha tenido la piel, son los primeros síntomas que refieren los pacientes.
Si esto es puntual y no pasa de un cuadro producido por alguna de las situaciones anteriores, no se debe hacer nada en particular si bien, si la situación se agrava o persiste existen láseres vasculares, (KTP o PDL) que actúan sobre los vasos dilatados haciéndolos desaparecer. El perfil habitual suelen ser mujeres entre 30 y 65 años aunque algunos hombres con perfil caucásico también pueden padecerlo.
En cualquier caso, dejar de fumar, proteger la piel con cremas que contengan glicerina y parafina para que exista una capa en la epidermis, evitar el sol todo el año y sobre todo los cambios de temperatura, será importante a la hora de no tener cuperosis o rosácea y no sufrir las consecuencias de la misma.