Cuando llega el tiempo de verano en la prensa se abordan cosas y temas que no son necesariamente interesantes. Descripciones que nos hacen palidecer cuando vemos el verano más dulce de no sé qué pava. Digamos que al lector se le ignora en algunos medios que solamente hablan del verano más chic de la reina; por poner un ejemplo.
No son pocas las idioteces en la que se enmarcan a los lectores que pasan hojas en donde ven yates, lujo y despiporre. En mi época juvenil se llaman a estos seres, los VIP, al parecer, según me enteré, eran Very Important People; a la sazón, personas muy importantes. Era la época marbellí de las Gunillas y de la Anita Obregón que abría el verano con su bikini verde pistacho de turno. Todo parecía sumergirnos en la esperanza de que ese verano sería el único, el real, el que nos haría ser mejores porque aspirábamos a montar en un yate de dos kilómetros llegado el caso.
Ahora la cosa anda entre las chonis y las churris de la tele de esos programas que se hacen para que el respetable no piense. No se crean que no los ve nadie, no, los ve todo quisqui porque luego los colegas de la prensa rosa, hacen las delicias de sus respectivas vidas y nos las cuelan de rondón. Yo no tengo ni repajolera idea quiénes son, con lo cual, o o me interesa demasiado, cosa que es cierta, o no me interesa nada, cosa que es verdad también.
Mientras eso pasa, Palma de Mallorca recibe a los monarcas, los que están y la superviviente Reina Sofía, que sigue aguantando carros y carretas del emérito que mientras ellos navegan él ingiere viandas en El Trasgu, un conocido restaurante de la localidad de Torrelodones en Madrid. Ahí ya, la prensa se despiporra y analiza los dimes y diretes de las doñas, la complicidad y las mandangas para hablar de algo en vez de no hablar de nada que sería lo propio. Desde el despliegue en la pescadería hasta las regatas que todos vivimos en verano, llegado el calor…
Para ir terminando el verano asfixiante que llegó hace una semana para quedarse, vemos cómo el máster de Pablo Casado, el recien votado presidente del partido corrupto del PP, ha llegado a Sus Señorías y este será quizá su último verano, como el de otros que le corean. Mientras eso pasa, el palacio de las Marismillas acoge a la familia Sánchez Gomez, todo muy español y nada glamouroso, pero es la gente del presidente del gobierno de España; ya saben, lo normal cuando se llega a mandar por la patilla. Ana Obregón yace frente a la cama de su hijo de 25 años que se enfrenta a un cáncer y al que deseamos la cura y Gunilla no debe estar en el candelabro porque la hemos perdido la pista en el Hola! de turno.
Entretanto, en España, esa que se cuece a 45 grados, siguen llegando pateras a la costa; se ha iniciado un campo de refugiados y todo sigue más o meos igual. El 80 % de los españoles no veranea ni una semana en agosto porque no puede y el 20 % restante se queda en su pueblo, si lo tiene, con la silla en la calle departiendo con las vecinas a ver si ese verano es mejor que el anterior; el WhatsApp de toda la vida pero en directo. Esta es la vida del español medio que no lee revistas del cuore y que quiere permanecer intacto a la chorrada humana que se plasma en bikinis y entre pechos operados para mayor gloria de los asistentes.
Lo cierto es que todo me devuelve a la canción de Fórmula V. Recuerdo esta humilde melodía en aquellos veranos cuando éramos niños y cuando todos creíamos que el mundo era necesariamente mejor. ¡Feliz verano lector! Nosotros seguimos aquí, al pie del cañón informándole a pesar de que otros estén en su verano más dulce. ¿Era así, no? Esto se acaba, así que disfrute, necesariamente o le pilla el toro de la rutina.
«Toda mi vida ha cambiado, desde que te conocí,
paso las noches soñando y espero el momento de estar junto a ti,
atrás se queda el invierno, la primavera es mejor,
pronto en verano estaremos y sentiremos los rayos del sol…»
