Un trauma del pensamiento humano fue demostrar que el sujeto era diferente al objeto, haciendo de la subjetividad un derecho. Esta subjetividad obediente a los sentidos, alberga esos estímulos cerebrales que traman lo cognitivo. Aunque la cognición pretenda descubrir claves para recordar si el recuerdo fue un hecho puntual… Exactamente no. La geometría de las cosas sólo es la parte de su flujo. Y como tal, se sospecha, que un único objeto, por ejemplo un dato, sólo es un recuerdo vago.
Se me suele acusar (me encanta ser acusado en público) de escribir textos donde acumulo palabras y demás objetos de manera inconexa. Sí, mi método consiste en ir depositando objetos en lugares oportunos, virtuales o no-virtuales aunque hay otros que me los imagino. Los nodos son repositorios de objetos y de memoria. Pues los objetos nos producen esas sensaciones que denominamos recuerdos. Todo tipo de sensaciones, también éstas desvergonzadas o las rotuladas de esa manera, sin ridículo. El ridículo también es un sentido.
No me importa ser observado si al mirarme públicamente se transparenta a través mío toda esa cantidad de objetos que acumulo. Y cuando digo todos, también anuncio a los desvergonzados. La primera declaración pública de desvergüenza la protagonizó Jean-Jacques Rousseau en “Las confesiones” tramando eso que entendemos como lo autobiográfico. ¿Quién iba a imitar a Rousseau en la desvergüenza de advertir lo impúdico de sus hechos en el ‘siglo de las luces’? Seguramente fue un acto de vanidad. Esta vanidad en el momento de pensar: nadie iba a ser tan osado de hacer lo mismo que aquél, quien de la misma manera escribió “El contrato social”.
Quienes tenemos la desvergüenza como propósito nos importa saber recordar a otros este mismo propósito, de la misma que un mentiroso debe recurrir a su espléndida memoria para aparentar otro recuerdo, también a otros. Aunque Rousseau tratara de entender la razón de la desigualdad entre los humanos, ahora tras la “Sentencia en el asunto C-131/12 Google Spain, S.L., Google Inc. / Agencia Española de Protección de Datos, Mario Costeja González” quizá nos igualemos en la capacidad para mentir. Aunque quizá, no hable más que de contradicciones sobre la propia intimidad del sujeto.
En el S. XVI cuando Erasmo de Rotterdam escribió “El elogio a la locura” mencionaba la insensatez o necedad, pero Erasmo habló de sí mismo al referirse a la locura de los pedantes y de la sátira producida, anteponiéndose ante el efecto de la contrarreforma protestante. Ahora sin reforma nos hemos quedado a solas con la estupidez de una sentencia que creando jurisprudencia va a tener la desvergüenza de conceder aquellos ‘derechos de regalía’, que recuerdo serán los derechos del poder soberano que indique qué es información y qué no, y desde este momento sin derechos.
Gracias a esta insensatez sentenciada por un ‘Tribunal de Justicia de la Unión Europea’, hoy 13 de mayo de 2014, prevalecerá el derecho a lo subjetivo y la victoria de los sujetos que sin entender la relación de los ecosistemas de Internet tampoco entenderán que los datos son sólo procesos en y de nuestra memoria que nos acercan a saber colectivamente. En el ‘Derecho de las redes’.
Los obsesivos también en su impóluta vida nos reclamarán a los impúdicos porque nos queremos mostrar al mundo con nuestros defectos. Diré mi lo siento más espontáneo para que se grabe con mi rostro más desfavorable.