Sandra G. trabaja de lunes a sábado en un centro cosmético, en el sur de Ciudad de México, donde a sus 30 años y con estudios de cosmetología, gana ligeramente por encima del salario mínimo, que en este país es solo de unos cinco dólares diarios, informa Emilio Godoy (IPS).
Esta joven casada, que pidió no publicar su apellido, hace tratamientos de belleza y vende productos como cremas para la piel y bálsamos, lo que le permite mejorar sus ingreso con pequeñas comisiones por las ventas mensuales, cuya meta mínima es de 3000 dólares, lo que representa una presión laboral «bastante estresante».
«La dueña me dijo que, como estaba empezando el negocio, podía pagar el mínimo pero que, si era buena con las ventas, mejoraría mi ingreso», relató a IPS.
Entre ella y su marido, un ingeniero, completan un ingreso que alcanza para vivir con lo justo, sin darse lujo alguno.
«Mi esposo pasó como dos meses desempleado y estuvimos bien apretados. Ya consiguió trabajo y eso nos da tranquilidad, aunque nos preocupa que la posibilidad de prosperar se ve lejana porque los salarios son demasiado bajos para cómo está la vida», dijo.
Biografías como esta caracterizan la situación del empleo y su incidencia en la desigualdad dominante en México, un país de 118 millones de habitantes. Pero el debate actual sobre el aumento al sueldo mínimo parece ignorar estas realidades.
«La cuestión salarial es una cosa de desigualdad. Puede ser un mecanismo de mitigación. Pero hay más trabajadores y les toca menos del pastel. Es un problema de redistribución», apunta Miguel López, integrante del Observatorio de Salarios, de la privada Universidad Iberoamericana de Puebla, en la central ciudad del mismo nombre.
En su «Informe 2014», publicado en abril, el Observatorio resalta que «la pauperización absoluta de la clase trabajadora se ve reflejada en el abaratamiento del salario como precio de la fuerza de trabajo, la explotación con mayor intensidad de la jornada de trabajo y la precarización de las condiciones generales de trabajo, vivienda y de vida en general».
El actual salario mínimo de unos cinco dólares diarios es el más bajo de América Latina, afirma la institución, seguido de Nicaragua, Haití y Bolivia.
Pero lo más urticante es la enorme brecha salarial en el país. Lo evidencia un estudio en 2013 de la firma Hay Group en compañías de grandes capitales mundiales, sobre las diferencias entre los salarios del personal de alto rango y de los trabajadores nuevos.
Según sus resultados, el sueldo base de un directivo en Ciudad de México es de 10.000 dólares mensuales, apenas 417 dólares menos que un ejecutivo de una empresa similar en Nueva York. Pero el salario mínimo federal estadounidense es de 7,25 dólares la hora, frente a 5,05 dólares al día del de la capital mexicana.
La Encuesta Anual de Remuneraciones sobre los sueldos de presidentes, de la consultora internacional de recursos humanos Mercer, por su parte, estableció que ese año en México el número uno de una gran empresa ganaba 121 veces más que el salario mínimo, la mayor brecha en América Latina.
El Artículo 123 de la Constitución mexicana estipula que «los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos».
Según datos oficiales, en México la población económicamente activa suma 52 millones de personas, de los cuales más de 29 millones se desenvuelven en la informalidad. La desocupación abierta se sitúa en 4,8 por ciento y el subempleo (trabajo eventual o por horas) en siete por ciento.
Fabrica de pobres
Una investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM), de la pública Universidad Nacional Autónoma de México, indica que los trabajadores del país que ganan de uno a tres salarios mínimos totalizan 4,4 millones.
El trabajo, titulado «Fábrica de pobres» y publicado en mayo, añade que los que perciben entre tres a más de cinco remuneraciones, son algo más de dos millones de trabajadores.
El documento sostiene que los mexicanos que embolsan hasta dos salarios mínimos crecieron casi tres por ciento de 2007 a 2013, mientras que los que ganan de tres a cinco salarios mínimos se contrajeron 23 por ciento, síntoma de un empobrecimiento de la clase media.
Los emolumentos mensuales de Ernesto C. rozan los 5000 dólares, más bonos por productividad, en uno de los mayores bancos privados de México.
«La paga es buena, está al nivel de otros bancos en el país y es parecida a la de colegas de Estados Unidos con los que me relaciono», aseguró este ejecutivo de 34 años, quien vive con su novia en un barrio elegante del oeste de la capital.
Ernesto, quien también pidió no brindar su apellido, quien conduce una camioneta último modelo y gasta casi 300 dólares en una salida nocturna, explica que logró financiamiento para estudiar en el extranjero.
«Cuando regresé, al contrario de lo que pensaba, me costó encontrar una oferta de empleo atractiva, pero finalmente obtuve un buen puesto y logré escalar rápidamente», comentó.
Distrito Federal da ejemplo
El 25 de septiembre, el izquierdista Miguel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, asiento de Ciudad de México, presentó la propuesta de llevar a seis dólares el salario mínimo para los funcionarios capitalinos desde junio de 2015, en una medida que busca impulsar su extensión a la esfera privada.
El diagnóstico «Política de recuperación del salario mínimo en México y en el Distrito Federal. Propuesta para un acuerdo», elaborado por un grupo de expertos y la base de la oferta de Mancera, refiere que el valor real de los salarios se ha reducido en 71 por ciento a nivel nacional.
Esa caída, cita el documento, sirven de fuerza de gravedad para el resto de retribuciones, «de modo que los salarios mínimos afectan al conjunto de la estructura del ingreso».Para Alicia Puyana, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en México, se ha privilegiado el combate a la pobreza por sobre la desigualdad.
«No se quiere abordar a fondo las causas de la pobreza que devienen de una mala distribución del ingreso. Son efectos de la concentración de la riqueza y de todas las formas de capital. Se busca atacar los efectos finales, de los cuales también lo es el salario», analiza.
La pobreza azota a 53 millones de habitantes mexicanos, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
Por contraste, el número de millonarios y sus fortunas crecieron entre 2013 y este año, a la luz del informe «Riqueza y billonarios 2014», elaborado por la consultora de Singapur Wealth-X y el banco suizo UBS.
Los potentados mexicanos pasaron de 22 a 27 y sus caudales conjuntos pasaron de 137.000 millones a 169.000 millones de dólares.
«Tiene que darse un pacto social, tiene que haber una auténtica política salarial. ¿Qué mejor política social que la que va directamente a la distribución del ingreso?», cuestionó López.
Para el CAM, el salario mínimo necesario para satisfacer la ingesta alimentaria básica sería de unos 14 dólares, mientras que el gobierno del Distrito Federal lo sitúa en uno menos.
«Subir el salario 15 ó 20 por ciento es apenas una migaja. No compensa el descalabro registrado. Se puede remediar con una política fiscal progresiva, para capturar una parte de los grandes ingresos», planteó Puyana.
- Editado por Estrella Gutiérrez
- Información publicada inicialmente en IPS Noticias