Uno de cada cuatro españoles tiene algún problema grave asociado a trastornos mentales. Esta frase que puede padecer contundente, supone que en la España que envejece, la situación política inestable, la falta de empleo, la poca o nula motivación para iniciar proyectos de emprendimiento pasados los 45 años, hace que las personas estén afectadas y pasen a sufrir angustia, ansiedad y depresión en silencio.
Si a ello le sumamos la poca o nula atención en los servicios de psiquiatría del Sistema Nacional de Salud Pública, los pacientes, que comienzan a ser atendidos por médicos de medicina de familia con la mejor de las intenciones, pauten ansiolíticos y antidepresivos así como inductores del sueño porque los cuadros de los enfermos silentes se inician con insomnio, ingesta inadecuada de alcohol y hábitos de vida poco saludables.
En esa espiral, una de cada veinte personas sufre una depresión a lo largo de su vida, sobre todo entre la segunda y la cuarta década de la vida; situaciones no siempre solucionadas que terminan con cuadros de suicidio inexplicables para el entorno familiar.
Todo comienza con algo que realmente no identificamos a primera vista aunque sí tenemos la sensación de que hagamos lo que hagamos, no sirve para nada, nada funciona. Esto que es lo que Seligman describió alguna vez como indefensión aprehendida, hace que notemos que todo lo que nos rodea son emociones negativas que no nos permiten ver la realidad. Distorsionamos realmente esta y obtenemos un patrón de falsas creencias que nos hacen desconocer cómo tenemos que enfrentamos y por eso, procrastinamos, evitamos y huimos como última instancia.
Las causas son múltiples pero la situación y la adaptación a una vida inestable no ayuda. Afrontar una enfermedad complicada, la muerte de un familiar, no superar un divorcio pueden ser asuntos comunes pero existen otros que lejos de ser explícitos llevan al paciente a refugiarse en su dolor y no saben o no pueden aprender, mejor dicho, a enfrentar a la vida cotidiana, a las frustraciones que esta conlleva y al estrés permanente en el que se encuentran.
Conflictos familiares, abusos sexuales, situaciones de vulnerabilidad, pobreza infantil, etc, pueden ser la vida de cualquiera de nosotros que aparentemente para todos, pueda que sea normal porque no se cuenta, pero esconde esos traumas no resueltos. Esto, sumado al cuadro de soledad en el que se encuentran los ancianos hace que la vejez en España haya precipitado cuadros depresivos crónicos que se alargan hasta en dos décadas por falta de expectativa vital.
En jóvenes y en algunos niños, el bullying, la sensación de no sentirse queridos por los padres, los abandonos de estos y otras situaciones comprometidas hacen que incluso en la infancia se den cuadros depresivos que no corresponden por la vida actual.
No hablar de las situaciones por pequeñas o nimias que parezcan, no normalizar el dolor, no explicar la angustia en tu entorno familiar, evitar la frustración, entre otras cuestiones, puede hacer que este se cronifique y que el estrés vaya acabando con el paciente afectado.
La ingesta sistemática de fármacos pueden contener en sus estadios iniciales los síntomas de tristeza, pero sin una buena terapia es muy complicado dotar de herramientas necesarias al paciente que se ve solo, desprovisto de ayuda y sobre todo, preso de un fármaco que parece no ayudarle.
Una depresión, hay que recalcar que no es un sentimiento de tristeza, es una enfermedad mental compleja que requiere de ayuda siempre. Lejos de sentirnos tristes, el abatimiento y la falta de energía, fuerza y motivación nos lleva a no poder seguir. No ser capaces de mantener una vida autónoma, un trabajo, una pareja o un proyecto es una causa más que suficiente para pedir ayuda inmediata.
La depresión se cura y tenemos que depositar la confianza en personas cualificadas, tanto psiquiatra como psicólogo que nos permitan comprender lo que nos pasa es el primer paso. Frivolizar sobre la tristeza es incorrecto, pero hablar en tono despectivo de una «depre» cuando nos referimos a un estado que no podemos controlar, es absolutamente innecesario.
Pida ayuda, siempre hay una salida y una puerta abierta, lo que sucede es que no siempre sabemos cuál es. De seguir así en 2030, la depresión será la primera causa de discapacidad en España, máxime porque la población será mayor y no habrá esperanza de un cambio que os ayude a mejorar algo que se gestó, probablemente, diez años atrás.