Nadie nos dijo nunca que le gustara tejer problemas y además enredar uno con otro. Tampoco nos advirtieron que le gustara apagar la luz para vivir. No supimos nunca que tuviera guardada la fórmula de la educación y jamás nos imaginamos que una sanidad española fuera tocada y hundida. Nada de esto.
Las promesas fueron eternas y las preguntas que alguna vez se hizo la oposición, a la que le tendió incluso la mano, para que pasara de largo. Todo era luz y esperanza, caridad y ayuda, solución y opinión.
El hombre que supo recortar de donde no había, subir lo que no podía ser y hablar siempre de la palabra esfuerzo lleva dos años entre nosotros. Dos navidades apostando por un futuro mejor, por deseos en tarjetas de Unicef que ya no son reflejo del tercer mundo, son reflejo del primero; del nuestro. Hablamos de España. Hablamos de esfuerzo, un poco más en enero. ¿Más aún? ¿De qué esfuerzo estamos hablando cuando en esta España nuestra a pesar del cachondeo que ponen algunos las personas de nuestro entorno al menos un miembro de cada familia está en paro? ¿De qué hablamos cuando alguno de nuestros mayores tiene una pensión miserable y con ello da de comer a los nietos?¿ De qué puede alguien exigirnos más esfuerzo cuando vemos que las familias comen gracias a Cáritas Parroquial? ¿De qué estamos hablando, repito?
De las medidas del traje supongo. Y mira que el de los trajes dio titulares antaño. Éste es más sastre aún, o más desastre si uno añade una preposición delante. Todo lo que queramos pero sigue subiendo la vida, la luz, el IPC, y aquí todo se queda en agua de borrajas. Los recortes que ha hecho a este país llamado España no han hecho nada más que empezar. No hablamos ya de rescate, no hablamos de los premios que nos da la alemana cada vez que da un respingo, hablamos de las personas que no tienen ni por lo más remoto, posibilidades de tener un empleo digno. Hablamos de personas que viven a costa de sus padres. Hablamos de hijos que no pueden estudiar porque no hay para comer. ¿Hablamos de una posguerra? NO, hablamos de España tras dos años de medidas, de recortes, de un cambio de gobierno. Y mientras los tres de la baraja a escribir libros cada uno contando su película, a ver si alguno nos dice cómo se juega a la oca, de oca, a oca, y tiro, porque me toca…
No sé en qué lugar nos dejamos las ilusiones aquel diciembre de 2011 cuando todas las personas que votaron soñaron con un cambio, con lograr salir de la crisis del hombre de los brotes verdes. Era el Gordo el que supuestamente nos había tocado. Pensábamos acaso que la alternativa de un hombre cabal, serio, honrado y sobradamente reconocido iba a hacer de nosotros un país distinto del que estaba apoyado por las miembras y miembros del otro gobierno.
Empezó el cambio, no lo sabe usted bien.
Celebramos con dolor que llevamos dos años cayendo en picado. No veo ni por lo más remoto ilusión en las personas de mi entorno. Periodistas abatidos, gente en paro, adolescentes sin esperanza, universitarios sin futuro, licenciados huyendo. ¿De qué país hablamos? Hablamos del país del hombre que nunca supo gobernar. Tomó medidas e hizo un traje; uno a su medida, a la medida de las empresas que arriman el ascua a su sardina, el de los corruptos e imputados sin cárcel, el de los sobres y sobresueldos, el de la mafia en nombre del que más puede y lo peor de todo, es que los que pagamos el pato somos españoles. Gente de bien, gente a la que sus padres con mucho esfuerzo sacaron adelante porque ellos habían vivido una guerra. Una carrera, una colocación, como se decía entonces, y resulta que esos, ahora, les siguen dando de comer porque sus hijos de 50 no pueden acceder a un empleo y no pueden dar de comer a sus hijos.
Esa es la tragedia. No ponerse en el pellejo del otro. Hablamos de personas que no tienen nada, que estudiaron, que tenía un empleo, que tenían una casa, una familia y se han quedado como si hubiera pasado un tifón. En Navidad todos hacemos una buena causa y siempre se ha pensado en los niños que siguen pasando hambre en África. Ahora no. Ahora damos de comer a españoles desfavorecidos que es como se llama porque decir muertos de hambre queda políticamente mal.
Y los recortes empiezan porque la crisis no la recorta nadie; al revés, cada vez peor y esto no tiene visos de desaparecer ni en el trece, ni en el catorce, ni en el quince. No sé si decirle a Sabina que apañe una canción sustituyendo la letra de “Y nos dieron las diez, y las once, las doce, la una, las dos y las tres. Y desnudos al amanecer nos encontró la luna” A nosotros nos va a encontrar desnudos la luna, las estrellas y los cometas. Estamos desnudos ante usted señor, ahora siga usted tomando medidas, y luego vemos, si nos adapta el traje. Lo mejor de todo es que se siente satisfecho.
Nadie nos dijo que fuera también sastre. De haberlo sabido me hubiera ido al mercadillo a comprarme uno ya hecho de pret a porter.
Uf, duro y duele, lo que se necesita es un gobierno que ame a su pueblo. Los españoles que conocimos y queremos porque hay muchos en mi patria Venezuela, son emprendedores y trabajadores. Hicieron dinero honestamente, trabajando duro en un país que antes fue su colonia y los recibió con la habitual generosidad del venezolano. Ya España saldrá de la crisis y volverán las sonrisas y a disfrutar la primavera. Nosotros queremos seguir siendo soberanos, sin vasallaje alguno y quitándonos los ladrones de encima. Felices fiestas y a llenarnos de optimismo. Te queremos España, mi abuelo era asturiano.