Cuarto día del segundo mes de 2024. Asisto curioso al debate que se ha creado por la baja de un columnista en un diario nacional, bueno dos columnistas. No han causado baja por su edad, que pudiera ser, al parecer ha sido porque la dirección de ese medio les ha enseñado la puerta de salida, una pena, estaban desde su fundación, o casi. Pero, ¡ay, amigo!, si escupes en la mano de quien te da de comer pueden pasar estas cosas.
Llevo leyendo ese periódico desde que salió y leía a estos señores desde que empezaron. Me gustaban más o menos, unas veces más y otras menos, unas veces resultaban brillantes y otras tediosos, en ocasiones sus columnas o artículos eran memorables y en otras se notaba la obligación de cumplir. Pero como a todo el resto de la redacción. No siempre estaba de acuerdo con ellos, cosa sana por otra parte.
Pero de unos años a esta parte más bien hacía una lectura en diagonal, veía que ya estaban con su monotema y, sencillamente, pasaba de seguir leyendo, pero me gustaba ver que seguían. En los últimos tiempos ya ni eso. Me parecían unos maleducados, tendenciosos y con falta de respeto, con una fijación enfermiza hacia algunos temas que me hacían huir de sus lecturas.
Recientemente, otro escritor, con premio Nobel y todo, también se despidió del diario con un artículo educado, literario, sin pleitesías pero con agradecimiento, este señor tampoco estaba muy de acuerdo con la línea editorial del medio pero sus artículos rebosaban reflexiones, análisis, respeto pero dejando claro lo que pensaba, sin faltar.
Cuando uno escribe un libro poniendo a parir a la directora de tu periódico, a tus compañeros, y a tus compañeras además de lo anterior, las tachas de okupas feministas de una redacción vendida al gobierno, y sin profesionalidad, no puedes esperar que te sigan poniendo la alfombra roja para que publiques tu columna sabatina. Y, después de tantos años escribiendo lo que considerabas oportuno con total libertad, no puedes ir diciendo que en ese medio falta la misma porque el ridículo puede ser espantoso.
Los diarios son lo que son y se deben a quien se deben y uno tiene la libertad de elegir el que, o los que, considera mejor según su criterio, sabemos de qué va cada uno y no tiene sentido hacernos trampas al solitario con los periódicos que leemos o dejamos de leer.
Me gusta ese diario y me parece de lo más decente que se puede encontrar en los quioscos españoles, pero no es el único, me gusta que confronte ideas distintas sobre la misma actualidad que me hacen dudar de mis opiniones y me parece respetuoso con la gente que lo compra. Creo que hacen un esfuerzo por informar con objetividad, sé cuál es su línea editorial y me dejo engañar lo justo, o eso creo. Siento que me informa y me entretiene, y me parece bien pagar por ello. El día que no me guste, como ya pasó, lo tengo fácil, fin de camino.
Por último, creo que una de las cosas que más ha molestado a estos señores y a otros que aún siguen, además de la dichosa línea editorial, es la presencia de cada vez más mujeres en la redacción, en los puestos de dirección, en todo el periódico, consideran desde su atalaya que no están lo suficientemente preparadas, que son una cuota obligatoria y que no están a la altura de su profesión.
Pues bien, las mujeres, como dice Najat El Hachmi en su reciente columna en El País, el medio donde colaboraban estos hombres, las mujeres han llegado, a las redacciones y al resto de las profesiones, para quedarse porque son la mitad de la humanidad, y a por la mitad de todo han venido. Parece mentira que gente tan lúcida todavía no haya caído en la cuenta de la gran injusticia cometida con las mujeres a lo largo de tantos siglos. Así que, bienvenidas, y bien hallados con ellas.