Aprovechando los fastos de hoy, 30 de abril de 2013, de la abdicación de la reina holandesa Beatriz a favor de su hijo Willem-Alexander, y considerando que las monarquías actuales no tienen poder político (al menos en la letra) y cuestan mucho, el escritor Arnon Grunberg (*) ha publicado un artículo en el New York Times proponiendo sustituir a las monarquías por actores profesionales “que hagan el trabajo por menos dinero de los contribuyentes”. (**)
Después de hacer un repaso por la vida de los últimos monarcas holandeses y recordar que Bernardo, el marido de la reina Juliana (abuela del actual monarca), se dedicó a hacer hijos ilegítimos por los cinco continentes y aceptó sobornos de la empresa aeronáutica Lockheed, y que el padre de la recién entronizada “reina Máxima” se llama Jorge Zorrequita y fue secretario de estado del ministerio de Agricultura en la Argentina de la dictadura (aunque también hay que decir que tuvieron el buen gusto de no invitarle hace años a la boda de los nuevos monarcas), Grunberg recuerda que hace poco, uno de los principales diarios holadeses, el NRC Handelsblad, “describió a la casa real como un ‘teatro estatal’… Lo cierto es que la monarquía actual equivale a poco más que una forma de arte escénico obligatorio por Constitución”; y que en el mismo periódico, una conocida actriz del teatro holandés “reveló que a algunos de sus compañeros se les había preguntado discretamente si podían impartir clases de interpretación a la familia real. Lo malo es que a estos actores no se les pagaría por sus servicios, ya que en realidad el trabajo en sí era un honor”.
El novelista Grunberg se lamenta de la debilidad de los actuales defensores de la desaparición de la monarquía y opina que “el único argumento válido quizá sea que la remuneración de este arte dramático es algo inusual”… Guillermo Alejandro recibe un “sueldo anual libre de impuestos de más de un millón de dólares, así como una asignación de 5,7 millones de dólares para gastos de personal y material”… Máxima, también recibe “un sueldo mínimo libre de impuestos de 425.000 dólares y unos 750.000 dólares adicionales como compensación para gastos imprevistos”. Cantidades que al autor del artículo le parecen desorbitadas “en una época en la que Holanda ha aplicado unos recortes drásticos en las subvenciones estatales destinadas a otras formas de teatro. Parece un tanto anticuado que la familia real escape a los mecanismos del mercado y a la meritocracia”.
Para resolver el problema de la falta de sintonía de la monarquía con la modernidad y lo cara que cuesta, Grunberg propone dos soluciones: o bien que los actos en los que participe la familia real –fiestas, inauguraciones, viajes oficiales, etc.- cuenten con sponsors, lo mismo que los eventos deportivos, o bien la sustitución de los monarcas y sus cortes por actores y puede –dice- “que incluso se encuentren candidatos con mejores dotes de actuación que la familia real actual y que además estén dispuestos a trabajar por un sueldo inferior”.
Hay una tercera solución aun más barata: sustituirlos por ninots de falla, guardarlos cuidadosamente en un almacén y sacarlos a pasear cuando se necesite “dar la nota” en algún acontecimiento nacional o internacional.
- (*) Arnon Grunberg (Amsterdam, 1971) es uno de los novelistas holandeses con mayor prestigio internacional, autor de más de medio centenar de novelas y libros de relatos; también es guionista de cine y televisión. En España, Tusquets ha publicado sus novelas Monógamo, Como me quedé calvo (publicada y premiada con el pseudónimo de Marek van der Jagt), El mesías judío y El refugiado.
- (**) El artículo completo, en distintas lenguas, puede leerse en http://www.presseurop.eu