En 1996, después de un fallo judicial, la compañía estadounidense Chevron-Texaco procedió en la Amazonía ecuatoriana a una rehabilitación ambiental sin efectos; la petrolera tomó acciones inocuas, y la contaminación que dejó todavía presenta huellas en la selva de las provincias Sucumbíos y Orellana, informa Andes.
En los 336 pozos que explotó la petrolera hay 880 piscinas sin protección que receptan los residuos. La contaminación producida por este manejo irresponsable provocó la muerte por cáncer de por lo menos 1041 personas en la Amazonía ecuatoriana.
Chevron-Texaco rellenó las piscinas con tierra, llantas, palos o piedras para disimular la contaminación causada por el manejo antitécnico de estas piscinas. Un equipo de la Agencia Andes llegó hasta las zonas que debían rehabilitarse y comprobó que, a menos de un metro de la superficie, ya se puede extraer tierra contaminada, llena de petróleo y disolventes.
Sin embargo, la empresa con sede en Nueva York publicó la víspera un desplegado en los principales diarios de Argentina con argumentaciones acerca de su actuación en el país y atacando la imagen del Ecuador.
“Los abogados y asesores de los demandantes ecuatorianos, ante la falta de pruebas contra Chevron Corporation falsificaron informes periciales, extorsionaron a jueces, ofrecieron y pagaron sobornos a peritos y jueces, e incluso redactaron la sentencia dictada contra Chevron Corporation», dice la petrolera en los periódicos de mayor tirada de Argentina.
Chevron fue condenada en 2011 a pagar una indemnización de 19.000 millones de dólares a los pobladores de la amazonia ecuatoriana en un juicio por daños ambientales. El demandante en ese juicio no es el Estado ecuatoriano, sino comunidades afectadas por la contaminación que dejó la explotación antitécnica.
Estas piscinas tienen la función de recolectar los desechos emitidos tras la apertura de un pozo. La norma dice que estas deben ser recubiertas con un aislante que evite que el petróleo vuelva a la tierra, se filtre y contamine las aguas superficiales.
Texaco abrió las piscinas pero jamás usó materiales aislantes, de modo que todos los desechos propios de la extracción petrolera penetraron directamente en la tierra y de ahí, por la cercanía en la que se encuentran, a los riachuelos, esteros y ríos de la zona.