Undécimo día del segundo mes de 2024. A veces, cuando estamos en el espacio se producen distorsiones temporales, y algo de eso debió ocurrir con la entrada que hice en el Cuaderno de bitácora del día nueve de julio del año 23 (aún no publicaba en Periodistas regularmente), quizás estaba pensando en el futuro inmediato, el de estos días, pero aún no habíamos llegado a él o quizás un bucle temporal me hizo visualizar lo que estamos viviendo estas semanas.
Incluso, parte de ese cuaderno, la del final se publicó en un medio nacional quedando un poco fuera de contexto en ese momento, o eso pudo parecer. Decía así:
«Soy tremendamente afortunado al poder viajar en el tiempo, además por partida doble. En la nave y en el coche cada vez que, fuera de servicio, cruzamos el Puerto del León, en la Sierra de Guadarrama. En la vertiente sur queda Madrid y en la norte Segovia. Son mundos completamente diferentes, ni mejor ni peor, distintos. Y me siento bien en los dos.
Salgo de Madrid con el pulso acelerado y la cabeza pendiente de mil detalles, el tráfico, las carreteras laberínticas, las circunvalaciones, los carriles de aceleración o desaceleración, no están hechos para sistemas nerviosos frágiles. Las pulsaciones, inevitablemente, están desatadas y con ellas todo lo demás, la gran ciudad y su ámbito de influencia no dan tregua. Y la vida que llevamos en ella tampoco nos permite un respiro.
Sin embargo, salir del túnel de Guadarrama, o bajar el puerto, y pasar San Rafael es entrar en otra dimensión. Las carreteras se vuelven sinuosas pero más amables, el solo hecho de reducir la velocidad hace que se modere el ritmo cardíaco. Esa mayor lentitud nos permite lanzar la mirada, perderla en el horizonte, disfrutar de un paisaje no tan violentado por el desarrollo urbanístico sin freno.
Llegar a nuestro Martín Muñoz es una sensación de desdoblamiento personal, atrás queda tanto estrés, tanta prisa por llegar a ningún lado, tanto desasosiego, a veces. Recuperamos la calma, el silencio, el descanso, la conversación tranquila, el paseo por el campo.
Y contemplamos la realidad de esa España rural abrumada por su abandono, llena de miedo e incertidumbre con el calentamiento global que está causando estragos en la agricultura y la ganadería, que va a tener que reinventarse, a la que habrá que ayudar como se ha ayudado a tantos sectores económicos, con la que tendremos que ser cómplices y no enemigos en la transición ecológica que necesariamente está por llegar.
Desde la ciudad, a veces, miramos con cierto grado de suficiencia y no entendemos nada de lo que está pasando en el campo, de lo que está cambiando, de por qué hay esa desafección con la idea de progreso, con la necesidad de tener que adaptarse a los nuevos tiempos. No podemos olvidar de dónde venimos ni quienes somos. No podemos vivir dando la espalda a esa otra realidad de nuestro país porque sin ella estamos perdidos, y siempre habrá quienes, con mensajes simplistas, saquen réditos de tanta incertidumbre».
Eso escribí en julio pasado y, desgraciadamente, estos días, una llama que se prendió en Francia se ha propagado por toda Europa, y aquí estamos asistiendo a la ocupación de las carreteras por parte de agricultores o ganaderos llevando en sus tractores todo ese miedo, toda la incomprensión, toda la frustración del trabajo bien hecho y mal remunerado. Estamos asistiendo a una escalada de precios en los productos alimenticios frenética y, sin embargo, quienes producen esos alimentos no son los más beneficiados, más bien al contrario, sufren las consecuencias. Se han cansado y nos lo están gritando.
Los poderes públicos tanto europeos como nacionales, pero también los autonómicos, que no se olvide, son responsables de aplicar las políticas agrarias comunes y son conscientes de dónde están los problemas, y parece que sólo reaccionan cuando los tractores llegan a las ciudades, poniendo en bandeja a los partidos de extrema derecha la capitalización de la protesta.
Los agricultores y ganaderos no deben olvidar que estos partidos también gobiernan ya en pueblos, ciudades y comunidades y, por tanto, son responsables de la acción política, y no deberían caer en sus populistas y simples respuestas.