Los años acaban como parte de un sueño que se confunde con la realidad, como declaraba Calderón de la Barca. Lo bueno es cuando los notamos como polvo enamorado, como parafraseaba mi maestro Pedro Farias. Sin amor, sin caridad, sin bondad, sin pensar en los demás, los meses no tienen sentido. Detectar a quienes creen en ello es, más que un deber, una responsabilidad en pos del bien común y de la felicidad que nos debe acompañar cuanto más tiempo mejor.
Todo va a un ritmo tal que a veces tenemos que cogernos a la barandilla de una orilla que nos enuncia un precipicio en el que no debemos caer. Como decía Gloria Fuertes hemos de entrenar para dejar de morir. Es el camino de cada cierto período, un trayecto breve pero intenso del que hemos de aprender para alcanzar la paz, sin la cual tampoco damos con la dicha.
Cuando llegan estas fechas se tercia ese instante fugaz de hacer balances, de ver lo que ha sucedido y lo que no, lo que hemos cuajado entre lo previsto y lo que se ha alejado desde la perspectiva del todo y la nada que nos inunda. Hemos de pasar lista a lo que se fue de manera irreparable y lo que se quedó, potenciando lo bueno y mitigando lo malo. Por supuesto, hemos de contrarrestar lo que nos hizo daño para que no se acumule en la mochila vital.
Definitivamente, nos mirarnos a la cara, en este paraje temporal, con valentía para hablarnos con fortaleza de ánimo. Sin duda, ha de ser un afán mayor con el que hemos de apartar la partida ya agotada para afrontar la próxima. No es sencillo seguir a veces, pero también sabemos que no es dificultoso si sabemos tocar las notas de la música que anima y conquista, que nos permite subir nuevos e intensos peldaños. No olvidemos que no se trata de la cantidad sino de la calidad con la que nos experimentamos.
Hay, por supuesto, velas que tuvimos que encender. Nuestra pretensión será que no se apaguen en modo alguno. Han de seguir como sea, en lo que pueda ser, desde la convicción de que todo acontece por algo, y que ese algo siempre será mejor. Creer es poder. Lo sabemos por experiencia.
Una nueva puerta
Intentemos, como es lógico, no repetir errores, no multiplicarlos, y apartarnos, en paralelo, de quienes no convienen, porque viven en el engaño y en apenar a los demás. Creo que a menudo como sociedad somos muy tolerantes con gentes nefastas. Es verdad que alejarnos de ellas nos supone incluso soledad, pero en este sentido es mejor esto que ubicarnos mal acompañados. Seamos valientes.
Tengamos presente que se cierra una puerta, y, como en todo ciclo, se abre otra. Clausuremos la que toca con gallardía y hagamos que la luz entre por el nuevo hueco. Seguro que nos fascinará tanto o más que el pasado. Además, estoy convencido de que todo un cosmos de buenas sorpresas está por acontecer. Dejémonos seducir por él.