El Desalojo es una novela gráfica estremecedora. La historia que en ella se cuenta es autobiográfica, doliente, lo que no impide el trazo delicado y poético. Su autora, Mina Feirrer, dibuja en ella la vida cotidiana en una ciudad cruel para quien lo ha perdido todo, para quien el único recurso es convertirse en okupa, y así señala y muestra sin pudor los rincones del hogar que ocupa con su hijo para poder sobrevivir.
Porque Mina tiene un hijo y ambos van perdiendo, poco a poco, hoja a hoja, todo lo que habían creado juntos. «Y si no tienes hombre que te guarde, ya puedes mantener tu casa bien limpita porque pierdes el hijo», apunta Pilar V. Foronda, quien acompaña en la mesa a la autora.
El desalojo es una historia real y por ello vemos encenderse esa luz amarilla en el quinto piso, el que ellos dos habitaban en un edificio de La Cava y del que fueron desalojados sin previo aviso una mañana.
Solo la solidaridad de otros como ellos pudo salvarlos de un final catastrófico, trágico y sin paños calientes. “Ha habido suicidios”, cuenta Mina Feirrer, “¡desde que empezó a dispararse la prima de riesgo!”, añade otra mujer interviniente, “algo que nadie sabía qué era ni había oído hablar de ella hasta que se usó para justificar los lanzamientos. Una impudicia”. “A mí me dijeron lo mismo para despedirme del periódico ADN embarazada”, añade ahora la periodista Cristina Fallarás, quien acompaña en la mesa a Feirrer, y nombra a los dos hombres que tal hicieron, porque «el nombre de los canallas ha de salir a la luz».
Así de viva fue la presentación al público de este libro, que no busca la caridad sino la mirada esclarecedora sobre quienes lo han perdido todo (¡porque a todos nos puede llegar esto!) pero que, por encima de cualquier otra consideración, busca no perder la historia, la memoria de los desposeídos en los que ya nadie repara por la calle.
La publicación, editada por Iván Casuso de Inventa Editores, se ha llevado a cabo gracias a un pequeño grupo de personas que, guiadas por el compromiso y la tenacidad de Marián López Fernández-Cao, catedrática de la Universidad Complutense, quien descubre a Mina Feirrer en un taller de arteterapia, se empeñaron en la consecución feliz de la idea, sabiendo que la onda expansiva pueda ayudar a muchas más personas.
La presentación fue en la librería Traficantes de sueños. La sala llena, los fines benéficos, es posible que no quedara ni un solo libro por vender.
Al final de la presentación, la autora dio las gracias «a todos los compañeros del Thyssen» y allí, indagando, indagando, me contaron que, efectivamente, Mina Feirrer participó en un taller que se imparte cada martes en el Museo Thyssen. Ignoro, no obstante, si este libro salió de dicho taller o si el taller es anterior o posterior al libro: lo que importa es que Mina Feirrer ha descubierto el poder terapeútico del dibujo y que ya no va a parar.