El duelo, de Antón Chéjov, por el Teatro del Arte de Moscú

El Teatro del Arte de Moscú trae a Madrid El duelo, de Antón Chéjov

CDN-El-duelo_Anton-Chejov El duelo, de Antón Chéjov, por el Teatro del Arte de Moscú

Dentro del ciclo dramático Una mirada al mundo que cumple ya su 5ª edición, el Centro Dramático Nacional (CDN) presenta El duelo, de Antón Chejov, y lo hace de la mano del Teatro del Arte de Moscú, aquel que fundaran en 1897 el director Stanislavski y el propio Chéjov para representar las obras de este último de la forma en que ambos concebían más adecuada: el naturalismo.

Eran las corrientes de la época, muy queridas y debidamente transformadas -teatralizadas- a partir del naturalismo francés. No creo que esta representación se ajuste mucho a aquella corriente , pues la mejor forma de ser fiel a un clásico (o a dos) es hacerlo evolucionar; lo cierto es que, sea como fuere, el público que ayer presenció la obra en el Valle-Inclán, un público trufado de rusos que, suertudos ellos, pudieron seguir la pieza en el idioma original, salió enormemente satisfecho y hasta los actores parecían estar disfrutando al máximo con el desarrollo de la representación. Será que se contagiaba el entusiasmo del público hacia el escenario -qué llenazo en la sala grande del Valle-Inclán-, será que se ha oído tanto hablar de ellos, lo cierto es que todos estaba exultantes allá arriba lo mismo que su público aquí abajo, celebrando con sonrisas de entendidos cada salida de tono, cada barrabasada humorística de tan curiosos y extravagantes personajes diseñados por el médico de balnearios que era Chéjov, y así hasta los aplausos finales que sonaron sin desmayar. La pieza había durado tres horas -con el pequeño descanso- pero el público parecía pedir más.

La primera sorpresa fue la del idioma original. Bien para los rusos, algo cansado para los demás que tuvimos que leer los rótulos en un letrero situado justo en la línea alfa, la del sueño, ay, pero allí que yo sepa, al menos a mi alrededor, nadie sucumbió. En el descanso, ya al calor de la calle para recuperarnos del frío de la sala -nada exagerado esta vez-, los corrillos se hacían lenguas de lo recién ocurrido dentro… ¡a ellos mismos!: Yo vi, yo una vez, yo a mí me conmigo esto me pasó en Moscú, yo, yo.

Y es que la obra El duelo, y la obra entera de Chejov por extensión, parece no haber nacido sólo para ser un monumento al teatro sino para representar con toda actualidad los conflictos del hombre en cualquier latitud, es decir, aquello que no se sabe ya distinguir en qué punto está, si entre la solemne tontería o la más sublime estupidez. Porque vamos a ver: ¿De qué va el duelo?, ¿qué es lo que le provoca a esta gente a retarse? ¿Ha ocurrido algo importante como pudiera hacer pensar el hecho gravísimo de entablar un duelo? Algo está pasando, entonces y ahora, para que hechos tan graves se den sin sentido en una sociedad burguesa llena de deudas e incapaz de dar palo al agua. He ahí como muestra la extraordinaria película Betrayed, aún en cartelera, basada también en un relato suyo, de Chejov, para comprender que el mundo que describió el genio no tiene desperdicio, y que no vale que él incitara sus contemporáneos a reírse con la bufonada, porque ahí están presentes y ahí seguimos. Hay que ir a más, hay que tomarse en serio las cosas más triviales hasta agotar el absurdo de llorar porque un burgués, que no sabe por qué, ha de ir a una fiesta donde va a ser tratado como un príncipe… O por una señorita bien, que, de repente, se ha de ir a vivir a París, a un apartamento de lujo, después de perder su jardín repleto de cerezos… Te partes el pecho a llorar y te lo pasas pipa hasta las lágrimas.

Por eso, aunque no entendamos el ruso, hicieron bien los traductores en condensar lo esencial del español, para no marearnos, en frases contundentes, dando por hecho que con ello bastaría para sugerir lo necesario y hacer que cada cual completara el resto mirando a escena o mirando a sí mismos. Y diré que había niños, tal es la capacidad de Chejov para adaptarse a los diferentes niveles de comprensión. Desde las butacas, la obra se vio como una gran fiesta, pero no hay duda de que el personaje elegido por las señoras era el médico que, con su gran humanismo, tal como le ocurría al propio Anton Chéjov, es también en cierto modo médico de almas. Él media en los conflictos y pone el tono jocoso que suaviza y relativiza el drama como si dijera a la cabecera de un enfermo terminal: «Total, y dado que no podemos hacer nada…» Y todo el mundo lo entendió y aplaudió. Pero hubiéramos entendido igual lo contrario.

Título: El duelo; Autor: Antón Chejov; Compañía: Teatro del Arte de Moscú; Dirección: Anton Yakolev,; Teatro Valle-Inclán (Plaza de Lavapiés, Madrid); Fecha: 22 de septiembre de 2013.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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