En un informe publicado el 3 de septiembre de 2018, titulado “Viaje de la desesperación”, el Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) dibuja un panorama dramático: entre enero y agosto de este año cerca de 1600 personas han desaparecido en el Mediterráneo intentando llegar a Europa.
Esto significa que uno de cada 18 migrantes o solicitantes de asilo ha perdido la vida en el intento, lo que supone un considerable aumento respecto a los mismos meses de 2017, cuando la cifra fue de uno de cada 42. En cambio, el número total de los que llegaron a costas europeas ha bajado un 41 %.
Para ACNUR, «cada vez es más peligroso el viaje de los migrantes y solicitantes de asilo que atraviesan el Mediterráneo para llegar a Europa. Este informe confirma una vez más que el Mediterráneo es uno de los tránsitos marítimos más letales del mundo”.
Según Vicent Cochtel, enviado especial de Acnur para el Mediterráneo central, “la razón de que el tráfico se haya vuelto más mortífero es que los guardacostas libios han aumentado la vigilancia lo que hace que los traficantes hagan correr más riesgos a las personas que embarcan”.
La Unión Europea ha intensificado la cooperación con los guardacostas libios para interceptar los barcos de migrantes, pero el caos de Libia permite a los traficantes seguir prosperando a base de cobrar miles de dólares por el viaje a personas desesperadas que huyen de la guerra o el hambre. Los menos afortunados de ellos acaban en el desierto o en las cárceles de Libia donde, cuando no mueren de enfermedades son vendidos como esclavos.