El Noi del Poble-sec

Cuaderno de bitácora

Quinto día del quinto mes de 2024. Sigo las noticias que nos llegan a la nave con cierto retraso, unas veces por la distancia a la que nos encontramos y otras por mis propias responsabilidades, incluso la desidia o la pereza también influyen.

Hay ocasiones en las que me obligo a abrir los diarios digitales o a escuchar determinadas emisoras de radio, porque la televisión queda prácticamente para películas, series o deportes que me puedan interesar, sus informaciones, salvo honrosas excepciones casi todas del ente público, son tan sesgadas que no soporto ver sus informativos.

Decía que me obligo a leer o escuchar porque ganas no tengo muchas dados los niveles de bronca que hay en casi todos los países.

El clima de crispación empieza a ser sofocante. No olvidemos que la Federación fue creada para superar las divisiones y enfrentamientos entre planetas, las divisiones políticas habían llegado a tal extremo que en los diferentes países, e incluso dentro de esos países las distintas posiciones políticas ya no se veían como rivales sino como enemigos a los que había que apartar o incluso liquidar. Fueron el origen de las grandes guerras.

Las imágenes que vemos, aun con retraso, hacen que nuestra preocupación vaya en aumento. La armonía que apenas alcanzamos está en peligro, entendiendo como tal el compromiso adquirido de renuncia a parte de tus ideales y convicciones por el bien común, siendo capaces de ceder algo en nuestras posiciones para encontrar los puntos de encuentro. Es una fórmula que nos ha funcionado, así fueron contenidas las fuerzas extremas y los odios ancestrales.

Pero algo debemos estar haciendo mal en estos tiempos ya que esos odios han vuelto, las posiciones reaccionarias están en franco crecimiento, sus mensajes son seguidos por miles de personas en la esperanza de que un nuevo sistema ponga orden en el caos que esas mismas fuerzas están generando con el apoyo infame de sus poderosos medios de comunicación.

A ellos se han sumado buena parte de los oligarcas de las tecnológicas que han crecido por todas las fronteras sin apenas control de los gobiernos dadas sus características de multinacionales monopolísticas y que están dando pábulo a todo tipo de noticias y hechos falsos que contribuyen al ambiente de crispación.

Con todo, me llegó una noticia de nuestro país que me alegró el día, no es que me gusten mucho los premios dados por los gobiernos o sus fundaciones, pero ya que existen, cuando se lo dan a alguien que ha hecho bien las cosas y que ha trasmitido bondad y profesionalidad en su campo me alegran el día. En este caso ha sido el Premio Princesa de Asturias para Joan Manuel Serrat. Se lo merece.

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Serrat en los años setenta ©Graphite

Siendo un joven profesional de la hacienda pública municipal, en las fiestas veraniegas de mi pueblo me tocó fiscalizar los eventos musicales que el ayuntamiento patrocinaba junto a una empresa de otra provincia. Uno de los platos fuertes de aquellas fiestas patronales fue el concierto que dio en el patio de armas de un edificio militar abandonado, que más tarde se convertiría en universidad, Joan Manuel Serrat, quien en aquellos años estaba en todo su esplendor.

De telonero de Serrat fue un cantautor de un pueblo de al lado que si no recuerdo mal se llamaba Floren, que me disculpe si me equivoco y que no recuerde su nombre. Este hombre hizo su trabajo con toda la dignidad del mundo y dio paso al maestro.

Ya se pueden imaginar que el concierto del Noi del Poble-sec fue un absoluto éxito. Tanto su obra propia como la dedicada a los poetas, Antonio Machado, Miguel Hernández o Mario Benedetti son sencillamente extraordinarias, lo que Serrat ha hecho por la poesía de este país no está pagado. Bueno, quizás sí, su público le quiere incondicionalmente, y por éste y otros premios, entre ellos la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, máxima distinción que concede el Gobierno de esta España nuestra que, a menudo, nos hiela el corazón.

Cuando acabó, con todo el mundo aplaudiendo a rabiar, bajó del escenario; entre bambalinas le esperaban las autoridades bien colocadas para saludarle y hacerse la foto de rigor. Él, educada y protocolariamente, les dio la mano a ellos y un beso, o dos, a ellas y posó con quien se lo pidió.

Pero cuando se percató de que el cantautor que actuó antes seguía por allí aunque apartado del oropel, fue a buscarle y se fundió con él en un largo y cálido abrazo, compartió algunas risas y confidencias reconociendo públicamente a uno de los suyos al que casi nadie conocía ni hacía caso.

Creo que Machado también podría hablar de él, de Serrat, cuando decía aquello de un hombre «en el buen sentido de la palabra, bueno».

Luis González Carrillo
Cordobés de nacimiento y comunero al vivir en estas tierras de Madrid desde su infancia. Funcionario de la administración local, redactor de miles de informes y comunicaciones que le han permitido ganar la concreción y claridad necesaria, eliminando todo lo accesorio, para componer poemas con la métrica japonesa del haiku, tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, habiendo editado dos libros con estas composiciones, Haikuario y En la frontera; esa misma experiencia, y sus lecturas, le han permitido comentar más de cien libros de novela y ensayo publicados en diversos medios locales. Desde hace dos años, además de seguir con el haiku, viene publicando de manera regular artículos bajo la denominación de Cuaderno de bitácora, en un claro homenaje a la serie Star Trek, consiguiendo un observatorio ideal para expresar sus opiniones sobre el presente, el pasado y el futuro de todo lo que acontece en el mundo natural, político, social o personal.

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