El 15 de enero de 1919, los dirigentes espartakistas Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, y varios de los compañeros con los que ese 1 de enero habían fundado el Partido Comunista de Alemania (KPD), fueron ejecutados por un comando de oficiales.
Para algunos fueron víctimas de la represión orquestada por los socialdemócratas; para la derecha, peligrosos revolucionarios.
Recién finalizada la Primera Guerra Mundial, el 9 de noviembre de 1918 se proclama la República en Berlín[1] antes incluso de la firma del armisticio. La transición comienza en medio de una relativa calma, aunque ya se está gestando en la izquierda alemana un conflicto entre la mayoría del Partido Socialdemócrata (SPD), parlamentario y reformista, y el ala más radical que propugna una revolución socialista; dos corrientes que cohabitan durante un primer tiempo en el Consejo de Delegados del Pueblo. La ruptura se produce a causa de la organización de elecciones para una Asamblea Constituyente, que los más radicales rechazan.
Los socialdemócratas deciden ir a degüello contra la corriente revolucionaria. En los primeros días de enero de 1919 se produce una ofensiva de los grupos izquierdistas, que ocupan el barrio de la prensa en Berlín. En la represión mueren cientos de personas, muchas de ellas ajusticiadas, acusadas de “bandidismo” y “terrorismo”.
Karl Liebknecht y Rosa Luxembourg son los líderes carismáticos de la izquierda radical; ambos han estado encarcelados durante la guerra por sus actividades militantes.
Liebknecht lleva mucho tiempo siendo un brillante orador en las filas de los diputados socialdemócratas, pertenece al movimiento minoritario que ha estado en contra del conflicto armado y de los créditos de guerra.
Rosa Luxemburg es una teórica del marxismo que ha recorrido Alemania predicando sus ideas. Figura excepcional del movimiento obrero internacional, economista, teórica de la democracia, mujer culta y sensible, deja una gran herencia intelectual, muchos de cuyos aspectos la izquierda europea ha seguido reivindicando, especialmente en la década de 1970, cuando se debatían temas como la espontaneidad de las masas y se empezaban a criticar abiertamente los regímenes burocráticos socialistas[2].
“En Berlín reina el orden”, había escrito Rosa Luxemburg la víspera de su muerte. Mientras se buscaba su cadáver, un Bertold Brecht de 21 años escribía:
«La Rosa roja/ ahora también ha desaparecido.
Se desconoce donde se encuentra.
Porque dijo a los pobres la verdad/ los ricos del mundo la ejecutaron”
Los dos dirigentes espartakistas conocían bien la socialdemocracia alemana (SPD), ambos militaron en ella durante muchos años.
Rosa Luxemburg nació en 1871 en Zamosc, una ciudad pequeña de Polonia, entonces bajo dominación rusa, en una familia de comerciantes judíos que se trasladó a Varsovia. Empezó a militar a los dieciséis años. Integrante de un grupo de socialistas revolucionarios, y amenazada de expulsión, emigró a Suiza donde cursó estudios de economía, y después se trasladó a París.
Desde su exilio, donde encarnó el ideal internacionalista de la izquierda cosmopolita de finales del siglo XIX y principios del XX, contribuyó a la creación de una socialdemocracia polaca y posteriormente se convirtió en una importante dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán, al que se afilió en 1898 en Berlín, negándose –en contra de la opinión de muchos de sus camaradas- a apoyar las reivindicaciones nacionales de los pueblos centroeuropeos, que consideraba retrógradas.
Preocupada por los problemas del socialismo europeo, apoyó la campaña en favor de la rehabilitación de Alfred Dreyfus, capitán del ejército francés de confesión judía acusado de espionaje a favor del imperio alemán a caballo entre los dos siglos, en los años de 1894 a 1906 particularmente propicios al antisemitismo, lo que constituyó uno de los mayores escándalos de la tercera República y la intervención de un intelectual de la talla de Emile Zola, con su famosa carta abierta al presidente de la república titulada “J’accuse…”, publicada en el diario L’Aurore. Dreyfus fue declarado inocente por el Tribunal de Casación en 1906 y el caso ha pasado a la historia como un ejemplo flagrante de error judicial en nombre de la razón de Estado.
Con la misma pasión con que defendió a Dreyfus, Rosa Luxemburg se opuso a la entrada de un ministro socialista en el gobierno porque otro de sus ministros era Gastón de Gallifet, marqués y militar, autor de la represión de la Comuna de París en 1871.
En el momento en que ella polemizaba con los socialistas franceses, Karl Liebknecht ingresaba en la socialdemocracia alemana, en 1900. No dejó una obra de la amplitud de Luxemburg, pero es autor de valientes escritos antimilitaristas por los que estuvo encarcelado. Después de varios intentos, fue elegido diputado en el Reichstag en 1912.
La doble ejecución de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, el 15 de enero de 1919, fue el punto final de una semana de masacres en la capital alemana. La “semana sangrienta”, del 6 al 13, es uno de los episodios negros de la sublevación de decenas de miles de soldados, marinos y obreros iniciada en noviembre de 1918, tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Militantes antimilitaristas e internacionalistas, Rosa y su camarada Karl constituyen primero el ala izquierda del SPD para finalmente escindirse en abril de 1917, cuando inician una campaña a favor del final de la guerra. Recién salidos de la cárcel, en los primeros días de la sublevación de 1918, crean la Liga Espartakista y el 1 de enero siguiente el KPD.
- La República se proclama dos veces: el socialdemócrata Philipp Heinrich Scheidemann, quien sería después el segundo canciller del nuevo régimen, anuncia en el Reichstag (el palacio que entonces albergaba la Asamblea el Reich y hoy la Asamblea Parlamentaria) el nacimiento de la «República alemana», mientras Karl Liebknecht, desde el balcón del castillo de los Hohenzollern, hace gritar a la multitud congregada “Viva la República alemana socialista”. Dos opciones que se iban a demostrar irreconciliables.
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