En repetidas ocasiones y sobre todo en su último viaje por América Latina, el papa Francisco tuvo duras palabras para la corrupción política. Estoy convecido de que si Francisco no le diera a sus discursos ese tono amable y pausado, que antes parece implorar que amonestar a sus oyentes, sus efectos serían mayores de los que está causando, con ser estos muchos.
El papa Francisco se ha pronunciado contra la corrupción política
Lo que dijo el pontífice argentino en uno de los países visitados, que creo fue Paraguay, estando presentes los tres poderes de un Estado que debería prestar mayor celo a reprimir la corrupción y el narcotráfico, fue que la corrupción es la polilla, la gangrena del pueblo. «Ningún político -afirmó- puede cumplir su trabajo si está chantajeado por corrupción. Si un pueblo quiere mantenerse unido, tiene que desterrarla».
No tengo ninguna duda acerca de la sinceridad de Francisco al manifestarse así en América Latina, pero me pregunto si haría lo mismo visitando nuestro país. Es de recordar que el papa renunció al viaje previsto a España el año pasado, con motivo de la celebración del V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, por no interferir en los sucesivos procesos electorales que tuvieron lugar en 2015. Esta fue al menos la razón dada desde El Vaticano, sin que haya noticia de que Francisco vaya a visitar España este año.
Habrá incautos que se extrañen de que siendo el santo padre tan expreso enemigo de la corrupción política cuando se asoma a tribunas de tan multitudinaria acogida como las de sus viajes en América Latina, sus pastores en los púlpitos de España apenas hagan referencia a esa lacra, que con la del desempleo son las que más preocupan a los ciudadanos de este país. ¿No debería su santidad mostrar también un mínimo de preocupación ante la indiferencia de la jerarquía eclesiástica y el clero español en general por lo que a él tanto le indigna?
El coste social de la corrupción en España según un estudio verificado en 2013, ronda los 40.000 millones de euros y a juzgar por lo transcurrido desde entonces, con la traca de la operación Taula como capítulo más reciente, no cabe esperar que ese coste haya disminuido, antes bien al contrario. La corrupción en Valencia puede llegar al 4 por ciento del PIB, dijo el pasado sábado en La sexta noche la vicepresidenta de esa comunidad, Mónica Oltra.
Quedamos a la espera, por lo tanto, de que cuando el papa venga a España -sin interferir en proceso electoral alguno, si así lo quiere- utilice la tribuna para insistir en el tema, que hasta ahora apenas ha asomado a los púlpitos de las iglesias del país, porque lo que sigue rezando en los mismos es -cuando se tercia o en vísperas electorales- apoyar al partido más corrupto hasta ahora de nuestra historia, que ahí sigue, aspirando a gobernar como si el destierro de la corrupción fuera una entelequia.