El pingüino agradecido

Teresa Gurza

Para no contribuir más a lo gris que se ha puesto el ambiente político y social en México y subirles un poco el ánimo, les comparto esta tierna historia que acabo de leer en el periódico chileno El Mercurio, que cuenta como un joven pingüino de la especie Magallanes viaja ocho mil kilómetros cada año, para visitar al hombre que le salvó la vida.

Vean que hermosura:

Juan Pereira de Souza con Dindim

 

Un día del año 2011 Juan Pereira de Souza, albañil y pescador brasileño de 71 años y ya jubilado, iba paseando por una playa de Río de Janeiro cuando notó que algo se movía en unas rocas; era un pingüino empapado en petróleo y casi muerto.

Compadecido, el hombre lo lavó y limpió completamente; le dio de comer sardinas para que recuperara fuerzas, y lo bautizó como Dindim.

Durante semanas, Jao se dedicó a cuidar y a alimentar a “Dindim” con una dieta especial y a hablarle como si le entendiera; y cuando advirtió que la salud del animalito había mejorado, como buen padre adoptivo lo llevó a la orilla del mar para que retomara su vida y pudiera regresar a las costas del sur de Chile y Argentina, de donde es originaria esa especie; y donde pingüinos como “Dindim” y su familia, suelen vivir cada año temporadas de unos cuatro meses para alimentarse.

Para su sorpresa, el pingüino volvió el año siguiente a la misma playa donde lo salvó de morir, como buscándolo; y lo mismo hizo los años subsiguientes, quedándose ahí alrededor de ocho meses cada vez; seguramente queriendo estar cerca de quien se considera su “padre adoptivo”.

“Cada año todo el mundo me dice que no va a volver, pero ha regresado puntualmente durante los últimos cuatro años”, explicó Jao Pereira de Souza a Globo TV, refiriéndose a las visitas del pingüino; quien se ha transformado para él, en un ser muy querido porque no sólo regresa, sino que se le acerca y permite que lo acaricie.

“Lo quiero como si fuera mi hijo y creo que él también me quiere”, comentó Pereira agregando que “Dindim” no deja que nadie aparte de él, lo toque.

“Él llega en Junio y se va en febrero, y cada año es más cariñoso y parece más feliz de verme”, relató el brasileño agregando “se acuesta en mi regazo, y me deja lavarlo, darle sardinas y abrazarlo…”

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