Copa del Rey de fútbol. FC. Barcelona- Athletic de Bilbao. Mayo de 2009. Estadio del Mestalla. Ambas hinchadas pitan el himno nacional e impiden que se oigan sus acordes. TVE censura el directo y ofrece en diferido las imágenes con la secuencia de los jugadores y los árbitros escuchando con respetuosa atención.
Esa noche, el ente público difunde un comunicado. Todo ha sido un “error humano”, y pide disculpas a la audiencia.
Ahora se abre un procedimiento para depurar responsabilidades y es ésa una palabra, procedimiento, que ya sola pone los pelos de punta. No importa lo que pasó en realidad, importa el procedimiento. El procedimiento es un método, una forma rápida, indolora y racional de determinar dónde está la verdad, sin importar lo que haya sucedido porque lo que importa es el procedimiento. Y si te saltas un pelo del procedimiento, te puede caer un expediente, palabra que ya imprime terror en el alma más audaz y defensora de la libertad.
En escena, Vega, jefe de producción e Iglesias, director de antena. Dos hombres con los que podríamos encontrarnos mañana en nuestro trabajo. O quizás, dos hombres que no creíamos que pudieran existir (yo, sí). El durante y el post de la polémica televisiva en la que se juegan su carrera.
Me gustó mucho el eficaz juego de luces que, con un pequeño cambio, alterna los papeles que ambos desempeñaban hasta hace un momento, volviéndose de súbito el inquisidor en escudriñado. Viejos colegas, el repaso que hacen de la relación de amistad que mantienen en tiempos de bonanza y cenas, no tiene barreras; una amistad, que, ahora se ve, estaba corrompida por los celos profesionales y el acecho implacable de la vida privada. El miedo a ser grabados y a la utilización de la propia imagen paraliza. Se defiende la libertad para ponerle cerco y límites; sin ellos, no habría democracia ni por consiguiente, libertad.
Es así como, mediante una serie de juegos más o menos crueles, exasperantes e intercambiables, se desenmascara la moral de la que ambos hacen gala, la llamada ética profesional y otras zarandajas «procedimentales» que envuelven el sálvese quien pueda más rudimentario y que sólo buscan el medro personal. Nada se respeta en este ajuste de cuentas si no es El procedimiento.
Sin que venga a cuento, la obra me recordó lo que ha sido la enseñanza en las últimas décadas, dividida en contenidos, procedimientos y actitudes. Los contenidos no son en modo alguno la Geografía o la Lengua española, por ejemplo, como algún ingenuo pueda suponer, sino que los contenidos son a su vez procedimentales y actitudinales, es decir, la locura, tal como enseña la obra que acabo de ver.
Vean, vean en cuanto puedan la película italiana Viva la libertá para comprender aún mejor lo que nos está pasando, que no ha sido sólo en España, y ojalá estemos a tiempo.
Y me gustó también la música, ya en el hall de la Cuarta, como de Astillero con algún postigo suelto y azotado por el viento. Un espectáculo muy completo para el que quiera experimentarlo en toda su intensidad.
Teatro del Astillero nace en 1993 como grupo de investigación y laboratorio teatral. Su objetivo es someter a discusión permanente textos propios y ajenos a la vez que analizar y experimentar nuevas escrituras dramáticas.
Desde 1995, el grupo se ha enriquecido con la incorporación de nuevos nombres provenientes tanto de la escritura como la puesta en escena.
Hoy, Teatro del Astillero es un proyecto estable de producción, edición, muestras y escritura formado por Raúl Hernández Garrido, Luis Miguel G. Cruz, Inmaculada Alvear, Antonio López Dávila, Carlos Rodríguez, Daniel Martos, Francisco Vidal, Fernando Gómez Grande y Miguel Ángel Camacho.
- El Procedimiento, de Raúl Hernández Garrido
- Teatro del Astillero (Madrid)
- Dirección: Luis Miguel González Cruz
- Producción: Vinka Mendieta
- Reparto: Chema Ruíz y Daniel Martos
- Diseño de iluminación: Miguel Ángel Camacho
- Espacio: Teatro Cuarta Pared
- Hasta el 25 de mayo, dentro del programa Surge de la Comunidad de Madrid