Este artículo no es un análisis de la caída libre del PSOE, ni del PP y su versión voxiana en la figura de Pablo Casado, segundo gran derrotado en las elecciones autonómicas de Andalucía, ni del bipartidismo que ya definitivamente ha desaparecido, ni de la incapacidad de Podemos de despegar y su política errática en el tema del Procés; tampoco de Ciudadanos que parece ser el beneficiado aunque sin llegar al sorpaso del PP para liderar la derecha. Me interesa aquí hablar de una dimensión de Vox que los medios de comunicación obvian, así como sus rivales políticos, se trata de su carácter profundamente islamófobo y xenófobo.
El domingo 2 de diciembre de 2018 los andaluces eligieron a sus representantes en el parlamento autonómico, y los resultados han dejado en evidencia a las encuestas demoscópicas que no veían el brusco viraje hacia la derecha, ni vieron venir la fuerte irrupción del partido Vox, la versión española de la extrema derecha que parece propagarse desde la Francia de Le Pen, a la India de Narendra Modi, pasando por Trump en EEUU, Wilders en Holanda, Salvini en Italia, Bolsonaro en Brasil, Netanyahu en Israel…
Analistas políticos señalan que las elecciones andaluzas suelen ser un buen termómetro para medir el ánimo de los ciudadanos españoles en todo el territorio nacional. De ser así, el terremoto de anoche tendrá varias sacudidas y probablemente nos veamos obligados a convivir con el estado de la crispación y las tensiones políticas, y sobre todo comunitarias, para largos años.
El partido ganador ayer ha sido Vox, no en número de votos, que es el último, sino anímicamente. Su irrupción y en el lugar menos sospechado es histórica, y con ello la llegada definitiva de sus ideas ultraderechistas al debate político y mediático en España, lo que nos va a llevar a un marco de debate nuevo lleno de pasiones, emociones y odios y falto de raciocinio, lógica y respeto.
En su discurso para felicitarse y felicitar a los suyos, el cabeza de lista de Vox en estas elecciones, Francisco Serrano, dijo: “Nosotros somos los que vamos a propiciar el cambio, la mejoría, la reconquista”. Unidas estas palabras a las del presidente del partido Santiago Abascal en el mismo escenario, así como sus principios ideológicos definitorios publicados en su web y lanzados en sus campañas relativos a la inmigración, el islam, la teoría de género, el conflicto palestino israelí, seguridad,… es fácil adivinar que se avecinan tiempos de discordia y no exclusivamente política, sino social y comunitaria.
El discurso de Vox no es inclusivo, ni pretende unir a la sociedad en torno a un proyecto de país, no cree en el derecho a la divergencia ni respeta la diversidad existente, quien no comparte sus ideas es un enemigo a batir. Uno de los enemigos favoritos de Vox son los musulmanes, de ahí esa apelación permanente a la reconquista, un lema que se repite desde hace muchos años cada 2 de enero en la ciudad de Granada con motivo de la celebración del día de la toma, una ocasión en la que no faltan pancartas racistas e islamófobas y que buena parte de la sociedad civil granadina y andaluza han llamado a cambiarle de sentido para que sea un día para celebrar el encuentro, la diversidad y la convivencia.
Consciente del calado del discurso de odio de Vox, invité hace un par de años a dos de sus máximas figuras a sendos programas de televisión en el Canal Córdoba Int. TV, concretamente al programa Cara a cara, y ahí descubrí de primera mano la gravedad de una ideología dispuesta a defender sus postulados mediante la mentira y la tergiversación, de hecho, este partido promueve toda la rumorología relacionada con los colectivos objetivo de sus ataques hasta el punto de obligar a muchas instituciones y organizaciones a dedicar esfuerzos a desmentirlos. Su actitud maquiavélica me recuerda a los talibanes afganos y todo tipo de integrismo.
En el programa dedicado a la islamofobia, la señora Rocío Monasterio, portavoz del Comité Electoral de Vox y presidenta del partido en Madrid, dejó muchas perlas, como negar que existiera islamofobia, lo que ha descrito como fenómeno inventado para atacar a gente y formaciones como la suya; pero lo que más me sorprendió fue que asegurara taxativamente que el 95 % de los musulmanes son terroristas y el 5 % son víctimas de ese terrorismo por no comulgar con el islam, al preguntarle sobre la fuente de esos datos, en el mismo momento cambió las cifras y dijo que el 70 % eran terroristas y el 30 % no lo era, como si fuera una negociación, y ante la incapacidad de responder a las preguntas directas y claras, hizo lo que hace un buen político, pasar del periodista y soltar su discurso por muy patético que pareciera.
En otro programa dedicado al debate sobre la identidad española, Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, fue más inteligente y menos hooligan, subrayando aspectos de la identidad española de las que, salvo matices, difícilmente se puede discrepar, por lo menos para aquellos que son y se sienten españoles, como la lengua, la unidad territorial, el respeto a la constitución… eso sí, sus apelaciones a la historia no podían ser más erráticas, haciendo gala de un desconocimiento preocupante de la historia de España, la cual reduce a las leyendas de la España nacionalcatólica. No le vendría nada mal a él y a su formación leer un poco al laureado historiador José Álvarez Junco.
La subida de Vox se debe sin duda a la cuestión catalana, que a su vez es una reacción a la respuesta del PP al Estatut de Catalunya aprobado por el Parlament durante el gobierno de Zapatero. Y la sociología nos dice que el carácter manifiestamente islamófobo y xenófobo de Vox no va a quedar sin respuesta, por la radicalización de las comunidades religiosas y étnicas que se sienten atacadas por esta formación política, lo que augura un divorcio entre diferentes colectivos de nuestra sociedad y con ello la división y la discordia.
Otra característica de Vox que pocos señalan, y que supone un verdadero giro de la extrema derecha española, es su sionismo. En este caso, se ha unido a plataformas islamófobas europeas como Stop Islam, promovidas y dirigidas por miembros de extrema derecha con estrechas relaciones con Israel, y que une a partidos euroescépticos tan dispares como el Frente Nacional francés, el Partido por la Libertad holandés, Alternativa para Alemania y PEGIDA alemanes. Con el fin de debilitar Europa y dividirla ha venido el “profeta” de la islamofobia y la eurofobia, Steve Bannon, a la mismísima capital de la Unión. La estrategia es convertir a los musulmanes europeos de hoy en los judíos europeos de los años treinta del siglo pasado.
La asunción del partido de Abascal de responsabilidades y cargos públicos debería ser suficiente para moderar su discurso en cuestiones de libertades y derechos si quiere servir a España, si no lo hace, obligará a sus víctimas a unirse y hacerle frente, y éstos son muchísimos más, aunque no hagan tanto ruido como bien saben hacer los militantes de la extrema derecha.
Vox ha llegado para quedarse, buena parte de sus quejas expresan una realidad que los partidos políticos y la sociedad en su conjunto no pueden desatender, tampoco es inteligente dejarles ser la única voz de esa realidad ni sucumbir ante su lógica frentista; hoy más democracia es la mejor respuesta a aquellos que quieren reducirla al mínimo y convertirla en un privilegio.