El segundo infierno: las arpías ya lo sabían

La obra de teatro El segundo infierno tiene como estructura superficial el desarreglo físico de Manuel, quien, de un tiempo a esta parte, se ha abandonado, se alimenta de mangos y sandwiches que devora con fruición sobre la mesa de la oficina que comparte con Irene, la cual descubre que Manuel también vive allí, que pernocta en el sótano porque ha sido desahuciado.

Segundo infierno, escena

Hay mucho más en esta superficie: Manuel está embebido con los contactos que ha hecho recientemente en Facebook y no puede apartar sus ojos de cada nueva entrada. Para colmo, lleva chicas al sótano, una de las cuales se ha dejado todas sus prendas íntimas sobre la mesa del despacho… O sea que la batalla campal empezó allí, y ése es el panorama que se encuentra Irene, la cual va de la sorpresa (no disimulada) a la rabia (disimulada y mascada), lo que la tiene en un «¿Perdón?» continuo porque ella es muy educada, no explota y es evidente que su compañero de oficina tiene problemas muy gordos, físicos y mentales, y eso les va a llevar al desastre completo de la empresa en cuyos bordes ya se columpian desde hace tiempo. Una empresa editorial. Hasta aquí la estructura superficial.

La estructura profunda es sobre todo Irene, con unos complejos de violada en la infancia que son puro embuste inventando, pues su tío Hilario, escritor que con su obra El segundo infierno será quien salve la empresa, sólo estuvo y está enamorado de ella. Estos complejos la han hecho creer que puede enamorarse de alguien totalmente contrario a la idea que ella tiene del violador, un ser superior encarnado en la poeta Violeta Ventura.

La relación entre Manuel e Irene es descarnada, ella queriendo trabajar en sacar adelante un libro de Violeta, él maniobrando a sus espaldas con el original de su tío para así salvar la empresa y salvarse ellos dos. Irene tiene una relación muy ambigua con Manuel: lo echa, lo admite, lo ama pero no lo sabe, lo odia, debatida entre una relación fraternal y el deseo soterrado que se abre paso entre los traumas de infancia con el sexo masculino representado por su tío y la admiración por alguien (Violeta). Manuel la engaña haciéndose el loco y maniobrando a sus espaldas en busca del dinero de Hilario.

El final, con todos estos conflictos saltando por los aires, será una auténtica campanada a la que no ha sido ajena la actitud pasota de Manuel, con sus mangos y sus Faces.

Todo esto da una obra muy fiera y una función muy fauve al más puro estilo de chorrearlo todo de mango muy maduro, oloroso y virginal, y muchas bajadas al sótano aunque sin salpicar nunca a los espectadores. Espectadores que ya tienen bastante con presenciar la lucha soterrada entre ellos de la que por fin salen vencedores ambos e Hilario. Interesante de ver y apasionante de observar esta evolución de ambos, luminoso el uno (como el mango que le chorrea en la mano) y atormentada la otra (como quien desconoce sus verdaderos sentimientos).

  • Autor: Alberto de Casso Basterrechea
    Dirección: Andrea de Gregorio
    Intérpretes: Ruth Salas, Alejandro Navamuel
    Diseño de Iluminación: Antagonía
    Diseño de escenografía: Cristina Valero
    Compañía: Antagonía
    Espacio: Librería Cervantes y Compañía (C/ Pez 27)
    Fecha de la representación reseñada: 8 de octubre de 2016
Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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