Extraño titular éste para una columna dedicada a la política internacional, a la dificultosa marcha de nuestro mundo. Es lógico que le sorprenda, estimado lector, pero no se escandalice; en un mundo en que se derriban estatuas, se censuran las hazañas de filósofos, literatos o exploradores, se reniega de la música demasiado colonial de Mozart y de Bach, no conforme con el fascinante estilo de Dua Lipa (por cierto, ¿quién es Dua Lipa?), en un mundo donde todo vale, parece hasta cierto punto normal que los titulares periodísticos cambien.
El autor de estas líneas se queda, pues, con el nada provocativo El tío Joe y el «asesino».
La semana se cierra con un inquietante incremento de la conflictividad; la paz mundial parece amenazada por la inhabitual concentración de tropas ¡rusas! en los confines con Ucrania. Washington, París y Berlín denuncian los propósitos belicosos de Moscú, que se dispone a llevar a cabo una agresión en los linderos de la OTAN. ¿Linderos de la Alianza Atlántica? Olvidados quedan los acuerdos de Praga, el compromiso de los occidentales de no trasladar unidades militares hacia los territorios del antiguo Pacto de Varsovia. En las últimas décadas, la Alianza se ha expandido al Este. Sus nuevos socios pertenecen a la región del mar Báltico o el mar Negro, Polonia y Rumanía se encuentran en la primera línea de frente. Su adversario, la Federación Rusa, les convierte en un hipotético blanco de los ataques del oso ruso, el espantajo de la Guerra Fría.
Por su parte, el Kremlin trata desdramatizar la situación: la presencia de sus tropas en la frontera con la región secesionista de Dombás nada tiene que ver con unos supuestos planes de agresión contra Ucrania, primer país del Este europeo que estrenó la moda de las revoluciones de colores.
¿Agresión? De ninguna manera; Occidente está empeñado en provocar un conflicto fronterizo para entorpecer la vuelta de una gran potencia – Rusia – a la escena mundial, afirman los medios de comunicación moscovitas.
Del otro lado de la frontera, en la región que Washington no duda en llamar pomposamente el campo de la democracia, la percepción es completamente distinta. El presidente ucranio, Volodymyr Zelensky, evacúa consultas con la Casa Blanca, el Pentágono, la OTAN, los jefes de Gobierno europeos. Su mensaje es invariablemente el mismo: ante la amenaza rusa, urge la adhesión del país a la OTAN y la UE. No estamos dispuestos a quedarnos indefinidamente en la antesala de Europa, afirma Zelensky, aparentemente poco persuadido de que los procesos de adhesión suelen ser largos y (muy) penosos.
El líder ucranio cuenta con el respaldo de Emmanuel Macron, especialista en soluciones a la carta que poco tienen que ver con la normativa jurídica que rige la conducta de los organismos internacionales. De hecho, Macron quiere que Occidente actúe. Y ello, haciendo caso omiso de las recriminaciones de Zelensky, que le echa en cara su excesiva amistad con Vladimir Putin. Pero, ¿quién dijo que los estadistas no se comportan a veces como… niños?
A las escénicas salidas del presidente de Ucrania (actor de profesión) se suman las señales de emergencia emitidas por el estamento castrense de Varsovia y Bucarest, que reclama un sustancial incremento de la presencia militar de la Alianza en sus respectivos países.
El tono sube. Si la disuasión falla, estamos dispuestos a responder a la agresión con todo el peso de la Alianza Alántica, afirmó el general Tod Wolters, comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas en Europa, durante una audiencia en el Comité de Servicios Armados de Senado estadounidense. La OTAN sigue siendo el centro de gravedad estratégico y la base para la disuasión y la seguridad en Europa. Todo lo que hacemos es construir la paz, añadió el militar.
Por su parte, Rusia acusa también a Ucrania de preparar una ofensiva militar contra los separatistas del Dombás. Moscú advierte a las autoridades de Kiev que en este caso podría intervenir para apoyar a la población rusa en Donetsk y Lugansk, las provincias controladas por las fuerzas prorrusas.
Los estrategas de Washington reclaman planes de defensa concretos para el Mar Negro; las repúblicas bálticas, mayor presencia aliada.
Y aquí interviene el tío Joe, perdón, en presidente Biden, que se dirige a su homólogo ruso, Vladimir Putin, al que había tratado de asesino en una reciente entrevista televisiva. Como consecuencia, Moscú retiró a su embajador en los Estados Unidos, Anatoly Antonov, que aún permanece en la capital rusa. Privado de la presencia del representante diplomático, Biden se vio obligado a conversar directamente con el asesino.
Su propuesta: muy sencilla. Celebrar una cumbre en terreno neutral para hablar de todo: Ucrania, las relaciones comerciales de Rusia con Occidente, que tanto molestan a Washington, el espionaje informático, los intentos de desestabilización, Irán…
Biden apuesta por una postura constructiva por parte de su interlocutor. Mas apenas 48 horas después de efectuar esa llamada, la Administración estadounidense anuncia la adopción de nuevas sanciones contra Moscú. Una de cal…
Aparentemente, la Casa Blanca no comprende en silencio del Kremlin. El que eso escribe tampoco comprende la música de Dua Lipa…