Estamos ante una comedia dramática (The curer, «la cuidadora, traducida al español como El último acto) dirigida por el húngaro nacionalizado israelí János Edelényi (The Long Shadow, Prima Primavera) que plantea un tema de máxima actualidad en las sociedades avanzadas, el del anciano en silla de ruedas que no controla ya sus esfínteres y que además tiene un carácter endiablado que lo ha vuelto insoportable para su entorno.
El último acto, cartelNi queriéndolo se le puede aguantar ya, es odioso y se esfuerza en ello. Tanto que ni a sí mismo se soporta. Este anciano se diferencia de la mayoría en que tiene la particularidad de ser famoso y rico, lo cual es bueno y malo a la vez: bueno porque está rodeado de seres que de él dependen y que viven con él en su mansión de ensueño; malo porque hay quien codicia todo lo que él tiene y desearía desposeerlo desautorizándolo para así mejor poder representarlo ante su público (su hija).
Como buen actor, está empapado de Shakespeare cuyos personajes más famosos han sido suyos a lo largo de su carrera, de manera que ellos son ya él, su propia sustancia, y él es ellos. Se los sabe de memoria y sabe qué textos convienen a cada circunstancia personal que se le presenta antes de que se le aproxime en lontananza.
Así que entre el Ser o no Ser, la elección ha de ser siempre… Porque entre el Ser o el no Ser, la elección no puede ser más que una: siempre y a costa de lo que sea, siempre endiabladamente SER. Y si hay que mentir para SER, se miente, el caso es SER.
Después de estas afirmaciones tan categóricas de su protagonista llevadas a cabo con la mayor convicción, decir que la película El último acto es un canto a la vida es tan redundante como decir que Romeo es galante con las damas, que Cordelia es la hija fiel o como diría Julieta, «¿si le cambiáramos el nombre a la rosa, olería por ello menos?» Por eso cuando le preguntamos a un famoso actor por su vida privada, cuánto mejor sería que repasáramos sus papeles -dramáticos o cómicos-, y ver en ellos el rastro de sus pensamientos y deseos más auténticos. Porque lo que ha sido en escena ésa es su verdad y no otra. Esta una de las tesis de la película magistralmente interpretada por un cartel de actores veteranos entre los que no desmerece la joven «cuitadora».
Sinopsis de la película:
El legendario actor Sir Michael Gifford (Brian Cox) vive recluido en su casa de campo. Desde hace años sufre una enfermedad degenerativa que intenta ocultar al público. En otro tiempo apasionado y mujeriego, se ha convertido en una persona intratable que se niega a aceptar su condición. Su hija, Sophia (Emilia Fox) y su antigua amante y ahora ama de llaves, Milly (Anna Chancellor), se desesperan buscando enfermeras. Hasta que aparece Dorottya (Coco König), una joven cuidadora húngara, que secretamente aspira a convertirse en actriz. A pesar del temperamento de Sir Michael y de la desconfianza de su familia, el amor que ambos comparten por Shakespeare les ayudará a afrontar un último acto.
En este contexto, que él haga bromas con todo lo que le pasa y juegos de palabras constantes y hasta repetitivos («mi cuitadora», la llama, porque ella al principio pronuncia mal el inglés) es otra constante que equivale a esa necesidad de seguir siendo. Ser siempre y a costa de lo que sea, genio y figura.
Rodada entre castillos de ensueño rodeados de un verde perenne, residencias de ancianos rígidamente gobernadas y tabernas con taberneros entrañables que conocen todo del cliente y no le molestan, suena y resuena en los momentos más dramáticos la inefable frase «el espectáculo debe continuar» (Show must go on), principio y fin de una vocación que se alza valientemente en circunstancias en las que cualquiera tiraría la toalla y que aquí suena como si, por primera vez en el mundo, alguien la estuviera lanzando .
Por otra parte, la película tiene muy pocas ideas originales (si nos olvidamos, claro está, lo bien traída que está cada referencia clásica), Todo está en los clásicos parece ser su lema, y muy particularmente en Shakespeare. Todo está en los clásicos y todo está ya dicho, pero hay que seguir repitiendo porque nadie atiende, y de qué manera se articulan aquí las diferentes acciones del personaje para que le convengan las palabras de Romeo (o Julieta), Hamlet, Macbeth y, cómo no, el más afín a sus circunstancias actuales, el entrañable King Lear (Rey Lear), ahí es donde está la genialidad de guionistas y director.
Los actores y actrices citados comparten el protagonismo con Roger Moore y Karl Johnson en el entrañable papel de chófer que odia al actor porque antes fue su ayuda de cámara. Él será quien ejercerá un papel galvanizador sobre los nervios de la joven cuidadora dándole las claves de cómo tratar al «monstruo» reverenciado.
The cure ha ganado los siguientes premios en los festivales a los que ha concurrido: Best of British en el Festival Internacional de Cine de Edimburgo 2016: Premio a la Carrera para Brian Cox y Premio Opening Night para János Edelényi en el Stony Brook Film Festival 2016. Ha sido seleccionada para participar además en el Festival Internacional de Cine de Palm Spring 2016 y en el Festival Internacional de Cine de Chichester 2016